Píntame la mirada

Capítulo 3

Se quedó paralizado por un momento. Mirándola, sus ojos cerrados,  dejando a la vista sus largas pestañas. Sus labios eran finos, su nariz perfilada. Era muy bella, sin lugar a dudas. Pero no era la belleza que acostumbraba a ver en su taller, llena de sensualidad terrenal. Era una belleza más etérea. De esas que solo encuentras en los más recónditos huecos de tu imaginación.

Reaccionó cuando vio que se acercó. Tomó su mano, ayudándola a salir del aula. Su mano tosca y grande envolvía por completo la de ella, fina y suave. Bajaron las escaleras con lentitud, siendo incapaz de quitarle los ojos de encima. Se sentía abrumado. ¿Qué le pasaba? No era la primera vez veía una mujer ni que tenía alguna tan cerca. Parecía un adolescente con las hormonas alborotadas, debía calmarse. En el vestíbulo, la señora de antes se acercó, tomando del brazo a su hija y agradeciéndole a Adrián por ayudarle. Carmen se acercó a la chica, besando sus mejillas.

— ¡Lo hiciste excelente hoy, Isabela! Ya verás que con el tiempo, te convertirás en una gran maestra— ella se sonrojó en respuesta, tiñendo sus mejillas pálidas de un precioso carmín. Adrián sacudió su cabeza, borrando aquel pensamiento.

 

—Muchas gracias por darme la oportunidad, Carmen— sonrió con marcada timidez y a él se le fue la mandíbula al suelo.

 

—Lo hice con gusto, querida, de veras, me gusta ayudar a que todos cumplan sus sueños.

Las mujeres se despidieron de su madre y de ellos de manera educada. Adrián las siguió con la mirada hasta que salieron de la escuela, quedando embobado como un idiota a causa de esa sonrisa. Maldijo en su interior por no tener un cuaderno para dibujarla. No reaccionó hasta que Alejandra le dio un codazo, observándolo y alzando las cejas, divertida. Se sobresaltó, bajando la cabeza e intentando recobrar la compostura.

— ¿Nos vamos ya? Ese trozo de pastel está llamándome. — bendito sea su papá y su apetito voraz. Fingiendo que no pasaba nada, siguió a su familia durante toda la tarde. Comió pastel e intento aprovechar el tiempo de calidad con ellos lo máximo posible, aunque su cerebro estuviera hecho un embrollo.

 

Su hermana no paro de lanzarle miradas acusadoras toda la tarde, pero por suerte no le dijo nada al respecto. El papel de adolescente hormonado que había hecho en la escuela fue lamentable por completo.  Era una chica linda, pero él podía tener todas las chicas lindas que quisiera, no obstante, estaba seguro que ninguna de ellas le daría un matiz tan hermoso a una sosa canción para niños…

 

Por quincuagésima vez en el día sacudió su cabeza para despejarse ¿Por qué no paraba de divagar? Se despidió de su familia al anochecer, tratando de enfocar su cerebro en la carretera, con su capacidad de distracción, lo menos indicado era acabar en un hospital a causa de un accidente de tránsito.

 

Entro a su casa y subió las escaleras con rapidez. Ya en su habitación, se quitó los zapatos y se acurruco entre los suaves edredones. Suspiro profundamente, aun evocando las imágenes de esa chica en su cabeza. Gruño frustrado, golpeando su almohada varias veces.

Se levantó, tomando su teléfono para enviarle un mensaje a Ximena. Se quitó el saco, lanzándolo a algún lugar de la habitación y se desabrocho dos botones de la camisa, dejando parte de su pecho al descubierto. Dio vueltas en círculos por el lugar hasta que sintió su celular vibrar.  Leyó el mensaje de Ximena y sonrió ante la respuesta.

Bajo al comedor, acercándose al mini bar para tomar una botella de whisky. Vertió el contenido en un vaso para beberlo de golpe, haciendo que su garganta quemara y un calor agradable creciera en su interior. Repitió el proceso varias veces, hasta que sintió el ardor recorrer cada rincón de su cuerpo.

Estaba terminando de desabrochar su camisa cuando el sonido del timbre resonó por todo el lugar, sonrió ladino. Abrió la puerta y  sin más dilación, tomó a la mujer entre sus brazos, besándola con desenfreno. Arranco sus ropas con lascivia, hundiéndose en su cuerpo, descargando todas sus frustraciones.

Ella jadeo cuando aquel hombre se le quitó de encima, tumbándose en el suelo a su lado. Acaricio su pecho, notándolo tenso a pesar del frenético encuentro.

— ¿Qué ocurre, Adrián?— pregunto preocupada y escucho como suspiraba con visible frustración.

—La verdad, es que no lo sé.

—Mira… sé que no eres muy inteligente, pero no creo que seas incapaz de saber qué te pasa— la fulmino con la mirada y ella sonrió divertida. —. ¿Y bien…?

 

Adrián bufó por sus burlas —Hoy conocí a una chica— respondió de manera escueta. ella alzo una ceja intrigada.

 

— ¿Y eso tiene algo de raro en ti? Siempre conoces chicas, muchas veces tengo miedo de que me contagies algo— él rodó los ojos.

 

 —No es una modelo… trabaja en la escuela de mi madre, una maestra de música.

Ella lo miro en silencio, interesada.  Él suspiro, recordando su sonrisa y sus mejillas sonrosadas cuando escucho los elogios de su madre. 

—Tiene una belleza… casi irreal— no sabía si era efecto del alcohol, o si de verdad el ver esa chica lo había abrumado tanto, pero lo que dijo lo sentía de verdad — Su cabello castaño se veía  brillante y suave, su piel parecía hecha de la más fina porcelana… ¡Y esa sonrisa! ¡Hubieras visto esa sonrisa! — Alzo sus manos con exageración, para luego colocarlas de nuevo sobre su rostro —. Y canta… canta como los mismos ángeles, es una obra de arte, Ximena.

Quito las manos de su cara para mirar a su amiga, que tenía la boca abierta, estupefacta.  De repente, ella tomó su rostro entre sus manos y lo vio a los ojos.

—Dime quien eres tú y que rayos hiciste con mi amigo— inquirió haciendo que gruñera, apartando sus manos con brusquedad y sentándose.

—No estoy para bromas.

—No bromeo— ella lo imito y se sentó a su lado — solo quiero saber si estas consciente de la sarta de cursilerías que acabas de escupir y de lo adorable que se vio— Ximena palmeo su hombro en señal de amistad, Adrián se quejó. —. Vamos, quita esa cara, la acabas de conocer, dudo que te hayas enamorado, quizás solo te hayas quedado con ganas de pintarla— la observó, confuso




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