Píntame la mirada

Capítulo 5

Lo primero en recibirlos fue un pasillo largo y con poca iluminación. Isabela caminaba delante de él, apoyándose en el bastón. Lo primero en recibirlos fue una sala de estar con unos pocos muebles  color marfil, una cocina no muy grande y otro pasillo donde supuso, estarían las habitaciones. Por supuesto, no había ninguna escalera.

— ¿Qué quieres tomar? Agua, jugo…—preguntó ella con suavidad.

—Agua está bien ¿necesitas ayuda en algo?— se preocupó al verla meterse en la cocina,  ella negó.

—Mamá suele colocar todo de forma muy estratégica para hacerme la vida más fácil. Estoy bien.

Se impresiono al verla sacar los vasos de los gabinetes con seguridad, abrir la nevera y servir la bebida.  Se dio cuenta de la perspectiva que tenia de las personas ciegas, y de su ignorancia respecto al tema. Pensando que el hecho de no ver les impedía hacer nada.

—Te noto muy callado ¿pasa algo?  

—Nada… solo te miraba— un gran «oh» se formó en los labios de la muchacha, causándole un sonrojo violento. ¿Dónde rayos había guardado su filtro cerebro – boca?  En ese momento, sintió que lo perdió por completo.

—Dichosos tus ojos, no pensé que fuera una persona muy interesante de ver.

—Eh… bueno…— carraspeó, nervioso. Se sentía desnudo, nunca había sido tan directo con nadie. Pero por alguna razón, su presencia lo hacía sentirse raro, como si su razón se fuera por la ventana con solo verle. —. Me sorprende que puedas hacer tantas cosas sola… ya sabes.

La expresión de tristeza en su rostro lo hizo ponerse aún más nervioso.

— ¿Te he ofendido? — inquirió de inmediato. Ella negó.

 —No te preocupes, estoy acostumbrada a ese tipo de reacciones. Es normal.

Supo de inmediato que lo «normal» le molestaba. Quiso disculparse, pero se contuvo. No quería volver a decir algo inadecuado, demonios.  Todo parecía tan fácil cuando estaban en el auto y de repente se había vuelto por completo incómodo. Se apartó cuando vio que ella se acercó, tanteando para encontrar uno de los muebles y sentarse.

Se arrepintió de haber entrado a aquel sitio tan íntimo. En su casa o en su estudio, mantenía el control ya que era territorio conocido, pero ahí, todo eso se evaporaba.  Sabía que el hecho  de aceptar entrar había sido un completo error,  simplemente, se dejó llevar por sus ganas de seguir mirándola lo cual era fatal.

Tampoco entendía que la había llevado a invitarlo pasar, puesto que no parecía ser una persona que tomara confianza demasiado rápido, al igual que él. —. ¿Sigues de pie? — pregunto ella, sacándolo de su ensoñación. Se sentó en uno de los sofás, en frente de su persona.  —.Lamento haberte incomodado.

 —No me has incomodado— mintió, no quería hacerla sentir mal. Ella bufó.

—Soy ciega, no estúpida,  Adrián, sé que estas incómodo. — su cara de decepción lo hacía sentirse fatal. Pensó algo rápido

—No es tu culpa, solo no estoy acostumbrado a hacer visitas— Isabela asintió, comprensiva  

—Carmen me había dicho que eras de pocos amigos.

—Me estoy empezando a preguntar cuántas cosas sobre mi te ha dicho mi madre— no pretendía sonar gracioso, pero de igual forma ella se rio.

—Está muy orgullosa de sus hijos… no para de hablar de ustedes, por eso tenía curiosidad por conocerte.

— ¿Ya conoces a mis hermanos? — ella asintió.

—Tu madre me los ha presentado a todos, tú eras el único que me faltaba— frunció el ceño.  ¿Desde cuando conoce a su familia? ¿Por qué su madre jamás le había hablado de ella?

— ¿Conoces a mi familia desde hace mucho?

—A tus padres desde hace un par de años, tus hermanos los conozco desde hace unos meses — vio como colocaba el vaso vacío en el suelo, a un lado del sofá.  Busco en cada rincón de cerebro algún indicio previo de su existencia, algo que le hubieran mencionado sus padres. Nada.

El día de la inauguración de la escuela sus hermanos no dijeron nada sobre ella, a pesar de notar lo perturbado que estuvo con su presencia.  Solo recuerda las burlas de su hermana al respecto, pero nada más.  El silencio reino por unos minutos hasta que se sobresaltó al escuchar la puerta de la casa, en cambio, Isabela ni siquiera reaccionó.  Vio como un adolescente entraba, seguido de una niña en silla de ruedas que iba empujada por la madre de Isabela.

— ¡Isabela! ¿Por qué no nos avisaste que ibas a traer visita? — la riño la mujer, con una sonrisa.  El adolescente lo miro, escudriñándolo. Al contrario de la niña, que parecía sentir curiosidad.

—No lleve mi celular al salir de casa, lo siento ¿ha ido bien en el medico?

—Hablaremos de eso después, hija, déjame saludar primero a tu amigo ¿Cómo te encuentras, Adrián? — la mujer le tendió la mano, con toda la confianza del mundo. Supo de inmediato que su madre le había hablado también de su persona.

—Me encuentro muy bien, gracias… le pido disculpas por entrar a su casa sin permiso— María negó, sonriente.

—No debes disculparte, me alegra que vinieras, Isabela nunca trae a nadie a casa.

—Mejor que nunca lo haga— señalo el muchacho con agresividad. Isabela frunció el ceño, levantándose

—No empieces, Manuel. Ya te lo he dicho— le riño.

Adrián miro a Manuel, confundido por su agresividad. El chico era bastante parecido a Isabela, dedujo que eran hermanos.  El único detalle es que su cabello no era castaño, era negro oscuro. Sus ojos eran de color azul profundo y se preguntó de qué color los tendría Isabela, nunca los había visto, ya que siempre los tenía cerrados. 

— ¿Eres el novio de Isa? — pregunto la niña a sus espaldas, haciendo que ambos saltaran en su sitio.  Su físico era igual al del muchacho.

—Solo es un amigo— respondió ella de forma apresurada. Adrián asintió  a la niña que lo miraba curiosa con sus enormes ojos castaños, mientras comía unas galletas. Manuel gruño e Isabela lo volvió a regañar.




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