Píntame la mirada

Capítulo 6

— ¡Hermano, es un gusto verte! — Carlos lo abrazo con cariño, a pesar de que le era imposible ocultar su desconcierto.  Correspondió a su abrazo, sonriendo de manera forzada.  —. ¿Qué te trae por aquí? Hace mucho tiempo que no me visitas.

— ¿Se encuentra Fernanda? — Carlos negó. —Bien, porque necesito hablar contigo a solas — su hermano asintió y se apartó de la puerta, indicándole que entrara.  Carlos cerró la puerta tras de él, mirándolo serio

—Solo dime que no embarazaste a nadie— Adrián abrió los ojos como platos

— ¡Por supuesto que no! —gritó con fuerza, su hermano alzo las manos en un gesto de rendición.

—Vale, tigre. Tranquilo, solo me cercioraba, no estoy listo para ser tío— Adrián rodo los ojos.

—  Esto es serio, Carlos.

—Me estoy dando cuenta, venga, siéntate— señalo uno de los sofás de la sala de estar. Vio varias latas de cerveza y bolsas de botanas por toda la mesa central. En el televisor, había un partido de fútbol, la típica noche relajada de su hermano mayor. Tomó asiento en el sofá, observando como tomaba el control de la televisión y bajaba el volumen para mirarle.

—Bien, hermanito, soy todo tuyo ahora— bufó ante su sugerente forma de decirlo. Carlos sonrió—. No te enfades, venga, ¿qué ocurre?  

—Que no ocurre, preguntaría yo. ¡De un momento a otro, todo está de cabeza! — Carlos lo miro, atento a sus palabras. — ¿Recuerdas la profesora de música de la escuela de mi madre? ¡Está volviéndome loco!

— ¿Cómo rayos puede una chica ciega volverte loco, Adrián?  Pasa media hora solo para lograr encontrar las llaves de su casa— le molesto el sarcasmo en la voz de su hermano. Él negó con frenesí

—No me vuelve loco en el sentido que haga algo, su sola presencia me vuelve loco. Pierdo todo raciocinio cuando me le acerco. Se me sale una sonrisa bobalicona, me quedo sin palabras y el corazón me late con locura con el solo hecho de escucharle hablar. Nunca me había pasado… es desconcertante, muy desconcertante. No sé qué me ocurre, pero detesto sentirme así,  ni siquiera puedo pintar tranquilo desde que la conocí, ¡siempre acabo evocándola de alguna forma! y hoy… ¡aaahg!—revolvió su cabello, y  frotó su rostro con frustración —. Quiero parar de sentirme así y alejarme de ella, pero soy incapaz de lograrlo, al contrario, algo me impulsa a acercarme cada vez más.

Miro a su hermano, que tenía la mandíbula por el suelo de la impresión.

—Quita esa cara y di algo— rogó sintiéndose desesperado. Carlos tardo un poco de tiempo en reaccionar.  

— ¿Podrías contarme que rayos fue lo que paso hoy contigo e Isabela para que te pongas así? — pregunto en tono serio con su rostro aún deformado por la sorpresa. Adrián asintió y contó todo lo ocurrido, desde que llego a la escuela de su madre hasta las advertencias del hermano pequeño de Isabela.

Carlos asentía, reía y escuchaba con seriedad mientras él contaba su relato. Incluso llego a contar la situación con sus últimos cuadros. Espero a que terminara para al fin hablar —Lamento ser el portador de malas noticias, hermanito, pero lo que tienes no se te va a quitar fácil.

— ¿Por qué? — pregunto Adrián, rechinando los dientes.  Carlos sonrió.

—Porque por más que intentes alejarte, no vas a poder. Estás enamorado, hermanito.

El horror se hizo presente. ¿Él, enamorado? ¡No puede ser!

— Es imposible—respondió en voz baja, Carlos negó, aun sonriendo.

—Nada es imposible— negó

— ¡Es imposible! ¡Apenas y hemos hablado!

— ¿Acaso no has escuchado del amor a primera vista?— inquirió, risueño.

— ¡Esas son tonterías de novelas! ¿Qué demonios me cuentas, Carlos? — Se levantó del sofá, dando vueltas por toda la sala. ¡No podía enamorarse! Pensó en todo el éxito que había cosechado gracias a mantenerse centrado en su trabajo. Gracias a su soledad, todo lo que tenía era posible.

Una chica no podía descontrolar eso. Además, si algún día, dentro de mucho tiempo, compartía su vida con alguien, le gustaría hacerlo con una persona que viviera su pasión con él. Una persona ciega no puede hacerlo, no se imaginaba junto a alguien que su mundo fuera totalmente a oscuras.

Se le estrujo el corazón al recordar la expresión de tristeza de Isabela cada vez que mencionaban su condición de alguna forma. Seguía siendo incapaz de imaginarse el mundo sin colores. Miro a su hermano que lo observaba curioso desde el sofá.

—No estoy enamorado— repitió,  sentándose a su lado. —. No puedo enamorarme de una chica ciega, Carlos, es imposible— su hermano suspiro, negando ante su impertinencia.

—El amor es ciego, Adrián, uno no elige de quien se enamora.

—Te equivocas, uno si elige y yo no quiero una chica ciega. — Carlos frunció el ceño.

— Sabía que esto no iba a ser fácil.

—Si es fácil. Me alejare de ella y te demostrare que eso del amor es solo una tontería— a la mierda la idea de retratarla. se despidió de su hermano que lo abrazo poco convencido. Salió hacia su hogar, repitiéndose a sí mismo con constancia que no te puedes enamorar de alguien en tan poco tiempo. Es imposible.

Quería creer era imposible.

Iba a entrar a su auto, cuando su celular vibro en el bolsillo de su pantalón. Miro la pantalla encontrándose con un número desconocido. Contesto, dudoso. — ¿Hola? — escucho varias respiraciones suaves antes de que se animaran a responder.

—Hola… ¿Adrián?

No me jodas.

Quiso gritar al escuchar su suave voz. ¿De dónde demonios había sacado su número? ¡De esta forma nunca iba a sacársela de la cabeza!

—Lamento llamarte tan tarde— empezó ella al notar que no contestaba —. Le he pedido tu número de celular a tu madre porque… quería disculparme.

>>No quería incomodarte hoy, fue una tontería pedirte que entraras a mi casa a perder tu tiempo, no volverá a pasar y… también lamento cualquier tontería que te haya dicho mi hermano, no causo más que molestias, no volveré a acercarme a ti, Adiós.  




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