Limpió la pintura de sus manos luego de despedir a la modelo. Miro el lienzo, satisfecho. No había pintado ojos cerrados, aunque eso se debiera que la mujer fue pintada dándole la espalda. Con esto lograría calmar a su manager.
Escuchó unos pasos tras de él, pero no dejo de mirar el cuadro hasta que unas manos delicadas taparon sus ojos, solo había tres personas con llave de su estudio además de él mismo, su madre, su manager y Ximena.
Aparto las manos de su rostro, dándose la vuelta para mirarla. Su cabello rojo caía en cascada por su espalda, contrastando con su vestido negro ajustado. Llevaba puesto un pintalabios rojo intenso y sus ojos verdes lo observaban, hambrientos. La mujer tomó su nuca, estampando sus labios contra los de él en un beso que apenas correspondió. El deseo no estaba presente en él por suerte, Ximena no tardó en darse cuenta de esto. Rompió el beso mirando a su amigo con intriga, alzando una ceja hacia él.
—Pensé que estarías más feliz de verme— señalo, con un tono de reproche. Adrián, se encogió de hombros con indiferencia, mirándola sin mucha emoción.
—Estoy ocupado.
— ¿Ah sí? ¿Y llevas ocupado una semana entera? No has contestado mis llamadas— suspiró frustrado ante los reclamos de su amiga.
—Sí, llevo ocupado una semana entera— respondió, queriendo zanjar la conversación ahí. Ella lo observo, en impresionada por su actitud.
Lo vio mientras recogía los pinceles, tapaba pinturas y limpiaba el piso. Todo esto, sin fijarse en su presencia ni un segundo, parecía otra persona la que tenía en frente. Decidió tomar asiento en una de sus banquetas para esperar a que terminara sus tareas y ver si al fin se dignaba a mirarla.
Sin embargo, el término de sus asuntos no fue lo que hizo que su amigo levantara la vista. Escuchó el celular del aludido sonar, haciendo que este lo sacara de su bolsillo para mirar la pantalla. Con confusión, vio una sonrisa boba formarse en su rostro y él salió del cuarto apresurado para contestar esa llamada.
Intrigada, lo siguió lentamente hasta posicionarse detrás de él.
— ¿Isabela? — contesto Adrián con una enorme sonrisa en su rostro. Escucho una risita del otro lado
—No sé si adivinaste o registraste mi número, pero sí, soy yo. — se balanceó en sus propios pies, sintiendo el exceso de alegría llenar cada uno de sus poros, dios mío, se sentía como un estúpido adolescente. Tuvo ganas de abofetearse a sí mismo.
— ¿Puedo saber a qué debo el honor de su llamada?— un corto silencio colmo la línea, solo se escuchaba la respiración de Isabela al otro lado, suave y pausada, como ella.
—Ya sabes, como dijiste que querías ser mi amigo y los amigos salen juntos, quería saber si te gustaría salir a tomar un café.
Ahora, él era el silencioso. Ir a tomar un café con Isabela, sentarse con tranquilidad a charlar de cosas banales. Por primera vez, una idea tan simple le parecía extraordinaria.
—No tenemos que ir a un sitio lujoso— dijo ella al cabo de un rato al notar su silencio. —. Cualquier cafetería de la ciudad sirve, ya sabes, no me quejo mucho.
Negó para sí mismo.
—Claro que me encantaría ir a tomar un café contigo, así sea en la cafetería más fea del mundo — escucho otra risa desde la línea.
—Si llega a ser la cafetería más fea del mundo, solo tú te darás cuenta— ahora reía el también
— ¿Ventajas de la ceguera?
— ¡Ventajas de la ceguera! — contesto ella, con un sorprendente buen humor. —. ¿Qué día te parece bien? — preguntó, él lo pensó un momento.
— ¿Qué tal ahora mismo? He terminado el trabajo en el taller— Escuchó un jadeo. No se esperaba que fuera tan pronto.
—Dentro de una hora término la jornada en la escuela… ¿nos encontramos en la entrada?
—Te recogeré a la hora de salida…hasta entonces— colgó, mirando el celular fijamente por unos segundos, con una sonrisa plantada en el rostro. Hizo varios gestos de victoria un poco ridículos, pero no le importada. Al menos, no hasta que recordó que había alguien con él hace un momento.
— ¡Así que esa es la razón! ¡Por eso me ignorabas! — Ximena se acercó a él, riendo de manera burlona. Pellizco sus mejillas causando que se sonrojara. Hizo un puchero sin quererlo para luego cruzarse de brazos, ceñudo.
Las carcajadas de la pelirroja llenaban el pasillo. — ¿Vas a parar de reírte algún día? — inquirió con tosquedad, haciendo que ella respirara profundo varias veces para poder calmarse. Sin embargo, lo miro y volvió a reír, haciendo que Adrián se quejara y volviera al taller, dando pisotones dignos de un berrinche de niño pequeño.
Ella lo siguió, con los espasmos aun azotándola. Limpio una lagrima de su rostro viendo al hombre de ojos grises recoger todo, con semblante ofuscado.
— ¡No te enojes! Solo es divertido verte enamorado
—No estoy enamorado, solo es una amiga… o bueno, intento que sea mi amiga— contesto, gruñendo cada palabra. Ella rodó los ojos, negando ante su impertinencia
—Siempre terco ¿no?— se acercó a él, apartando unos mechones de cabello negro que caían por su frente. —. No te niegues a sentir, Adrián, es algo bueno
Él se encogió de hombros— ¿Qué tiene de malo hacer amigos nuevos? —pregunto, fingiendo inocencia. Ximena negó.
—No me refiero a eso, hacer amigos nuevos no tiene nada de malo, lo malo es negarte a lo que de verdad sientes
— ¿Cómo sabes lo que siento? — sonrió enternecida. Pobre de su amigo, de verdad que era un idiota para estos temas
—Tus gestos lo dicen todo. Nunca, pero nunca en la vida te había visto actuar de esa forma y si me lo preguntas, es muy tierno.
—No soy tierno y no estoy enamorado— aparto las manos de la pelirroja de su rostro, escapando de su cercanía. Ella rodó los ojos antes de seguirlo.
— ¿Me dejas acompañarte? — inquirió, haciendo que este frenara su apresurado andar de golpe.