Píntame la mirada

Capítulo 22

— ¡Y ya está! — Isabela suspiro aliviada ante sus palabras, levantándose de la sábana para estirarse.  La lluvia jamás ceso el otro día, así que finalmente tuvieron que reunirse en su taller para acabar el cuadro. Sintió como se colocaba tras su espalda y empezaba a masajear sus hombros adoloridos —Supongo que estabas más cómoda en la hierba.

— Digamos que era más suave que este piso de concreto— Adrián rio, inclinándose para besarle levemente el hombro.

—Lo siento, la próxima vez te pondré una colcha— Isabela alzo las cejas intrigada

— ¿La próxima vez? Voy a tener que empezar a cobrarte.

Adrián volvió a reír y ella le saco la lengua, empezando a reír también. Hace una semana que había empezado su relación y todo iba a la perfección.

 — ¿Vas a reclamarle al sindicato? — preguntó rodeándola con sus brazos. Isabela asintió intentando parecer seria.

— No creo que un sindicato pueda hacer algo, pero bien puedo reclamarle a tu mamá — Adrián se sobresaltó

—Eh, que con Carmen no se juega, es capaz de llevarme a la cárcel por explotación laboral — se escuchó tan serio que no pudo evitar reír divertida ante la idea de que un hombre de casi treinta años todavía le tenga miedo a su madre.

El sonido de unos tacones la hizo ladear la cabeza y sintió a Adrián tensarse a pesar de que no hizo ni el más mínimo ademán de moverse ¿Quién había llegado? Él dijo que había cancelado las citas con el resto de modelos.

 — ¡Adrián! — llamo la mujer entrando en la habitación.

Ximena se quedó paralizada al ver la escena, Adrián sentado en una sábana con una mujer entre sus brazos y no estaba desnuda, de hecho, llevaba un vestido y accesorios que parecían supremamente costosos. Estaba segura que solo él compraría algo así… cosa que jamás había pasado antes. ¿Quién era esa chica y que había hecho con su amigo?

Adrián alzo una ceja hacia ella, como recriminándole el hecho de no saludar.

—L-lo siento, no quería interrumpir — tartamudeó hecha un manojo de nervios. Sin dejar de ver fijamente a la mujer.

—No hay problema Ximena, me alegro de que vinieras, tengo que presentarte a alguien— señalo levantándose y dándole la mano caballerosamente a la chica para ayudarle.

Pero-que-demonios-pasaba-aquí

—Isabela, ella es Ximena, una buena amiga. Ximena,  te presento a mi novia, Isabela. — novia. ¿Había escuchado bien? Esa palabra no parecía encajar bien en su vocabulario, su amigo, el torpe y solitario, el que era una fiera en la cama. Con novia.

Sabía que estaba colado por esa chica, de hecho, verlo enamorado era tierno. Pero por ningún momento se le cruzo la idea de que fuera en serio, pensaba que se aburriría y lo olvidaría, o que esa chica terminaría por no hacerle caso, pensaba que volverían a complacerse el uno al otro como llevaban haciéndolo por años, sin compromisos.

Pero ahora tenía novia. Y eso no le gustaba para nada.

— Un gusto conocerte — hablo la chica con una vocecilla demasiado cantarina para su gusto, se forzó a sonreír.

 —Igualmente— respondió, mirando el cuadro que estaba cerca para evitar mirar a la parejita feliz. Sin embargo y muy a su pesar, el cuadro era de esa niña.

Y sinceramente, era el mejor que Adrián había hecho, cada detalle estaba pintado con esmero, desde las flores hasta cada onda del cabello de la muchacha eran casi palpables, pero lo más impresionante no era eso. Lo más impresionante en la obra eran los ojos de ella.

El color azul era intenso y sus ojos brillaban casi como si fueran reales, llenos de sentimiento. Casi parecía que pudieran verte de verdad, una ironía considerando la condición de la joven.  Miró a su amigo que le sonrió con sinceridad.

 — ¿Te gusta? — pregunto ilusionado, asintió.

—Es un gran trabajo, Adrián.

La castaña parecía realmente atenta a sus palabras, suponía que tratando de imaginarse como se vería el cuadro. Frunció el ceño ¿Cómo una chica ciega iba a encajar con su amigo? Ellos parecían totalmente contrarios.  Ella era delgada, muy bajita y pálida con una postura insegura. Parecía perderse al lado de su amigo, imponente, orgulloso.  Él estaba completamente listo para comerse el mundo y ella parecía lista para esconderse bajo la tierra para no salir nunca más.

Definitivamente debía conversar a solas con esa chica, le preocupaba verlo tan ilusionado y no quería ver a su amigo con el corazón roto y precisamente hoy tenía la oportunidad perfecta.  Sonrió suavemente antes de hablar

— Venía a decirte que Ismael ha vuelto a la ciudad y quiere verte, ya sabes, como los viejos tiempos. — suspiro suavemente antes de pronunciar lo segundo

— Sería bueno que llevaras a tu novia también — señalo a la muchacha que se encogió todavía más al ser mencionada de manera tan directa,  Adrián se sorprendió y la miro, con claro nerviosismo.

Adrián negó para sí mismo, oh no, eso no iba a pasar. Conocía los lugares preferidos de ese par y jamás llevaría a esa cosita a ninguno de ellos, sería como entregar un gatito asustado a una manada de lobos hambrientos. Varias veces había golpeado a chicos que querían sobrepasarse con Ximena y ella era una mujer muy fuerte con todos sus sentidos bien puestos ¿Qué sería de Isabela? Volvió a negar rápidamente y la pelirroja frunció el ceño

— Oh vamos, que ni siquiera se lo has preguntado.

— No es no, Ximena… esos sitios son muy…

— Me gustaría ir — ambos miraron boquiabiertos a la castaña. —.  Pienso que sería bueno conocer a tu amigo, y salir juntos — iba a discrepar pero un chillido emocionado de Ximena los interrumpió, casi gruño cuando se acercó a pellizcar las mejillas de la muchacha

— ¡Estas empezando a caerme bien! Los espero esta noche en la cueva,  ni te atrevas a faltar, Saavedra.

Isabela acaricio sus mejillas que ardían a causa del reciente ataque digno de una abuela que tenía meses sin ver a sus nietos, se quejó en voz baja, ganándose otro pellizco pero esta vez, en su trasero. Saltó en su sitio




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