Píntame la mirada

Capítulo 23

Las luces de neón de ‘la cueva’ los recibieron al nada más estacionarse en frente del local. Bajaron del auto, sosteniendo a Isabela fuertemente por la cintura al bajar. Miro con desprecio al valet parking cuando le miro en exceso sus piernas descubiertas a causa del vestido estampado que llevaba.

Adoraba ese vestido pero en ese momento le hubiera gustado verla vestida de monja, sin intención de sonar machista. Y tampoco era porque estuviera celoso, solo estaba nervioso porque reconocía el comportamiento de los hombres que pululaban en aquel lugar. Le daba vergüenza admitirlo, pero él también se comportó así, por mucho tiempo.

Sería un poco hipócrita de su parte decir que no, pero si Isabela no estuviese ahora en su vida, estaría igual que aquellos hombres, atento a que una chica se acercara a él para llevarla derechito a su cama… o acabaría en la cama de Ximena. No entendía como ella podía estar tan tranquila, caminando y apoyando su bastón como si no tuviera pasando absolutamente nada a su alrededor.

Se preguntaba qué tipo de lugares frecuentaba Isabela antes de quedar ciega, seguramente eran sitios muchos peores que este que aunque fuera horrible de por sí, no se comparaba a ningún otro   con su ambientación retro, era muy popular y por lo tanto uno de los más caros. No quiso imaginar a qué clase de peligro pudo estar expuesta una chica de dieciocho años en algún lugar de mala muerte.

Tampoco quería pensar en el imbécil de su ex novio, ese desconocido sin nombre que no paraba de darle vueltas por la cabeza y que seguramente se encargaba de llevar a Isabela a ese tipo de sitios sin importarle las consecuencias.

— ¡Adrián! ¡Hermano! — el moreno no tardó en darle un fuerte abrazo al verle. Adrián se vio obligado a soltar a Isabela pero de todas formas no pudo evitar reír.  Ismael era su mejor amigo desde la más tierna infancia. Se conocieron a los cinco años y parecía casi irreal el hecho de que veintidós años después continuaran siendo amigos. Ximena se juntó con ellos cuando ya eran adolescentes, por lo que era más cercano a él que a la pelirroja.

Hace unos meses había decidido partir a Estados Unidos para buscarse a sí mismo, la verdad, lo había extrañado. 

—Yo también te extrañe… pero ya para, que vas a ahogarme. Cabrón. — su amigo le dio un puñetazo amistoso en el hombro,  sonriéndole para seguido, percatarse de la figura pequeña tras de él.

— Oye, debiste decirme que traías compañía ¿Quién es esta guapa señorita? — Isabela rió levemente sonrojada, frunció el ceño. ¿Acaso Ximena no le había avisado? La miro de reojo pero  prefirió no decir nada.

—Ismael, te presento a mi novia Isabela, Isabela, este es mi amigo Ismael.

La cara de sorpresa de Ismael no se hizo esperar, su mirada pasó de él a la muchacha y viceversa varias veces, quiso burlarse de él. Desde su perspectiva aquello debía ser increíble, incluso absurdo.  

— ¿Estás hablando en serio? — pregunto con un hilo de voz y  sonrientes, ambos asintieron.

— ¡No puede ser! ¡Te dejo solo un año y ya cambias por completo! Dime, niña ¿Qué rayos le hiciste a este tonto? ¿O que te hizo este idiota a ti para que andes con él? — Ximena rodó los ojos cuando empezaron a conversar animadamente, no podía ser posible. ¿Ismael también? ¿Pero qué demonios tenía esa ciega que todos caían a sus pies con tanta facilidad? Parecía tener un encanto que para ella era inexistente.

Se levantó del asiento, acercándose al grupo y ofreciéndoles ir por unas copas.

 — ¿Supongo que tu no bebes, o si? — pregunto a la castaña, con un deje de desprecio que hizo que su amigo la mirara mal.

—Uh…no, de hecho, me gustaría beber un Daiquiri de arándanos, gracias.

Se alejó hacia la barra ¿Quién se cree pidiendo tragos sofisticados? Ella misma no estaba segura que rayos era un daiquiri. Estaba molesta, muy molesta. Debía tener una conversación seria con Adrián y preguntarle de dónde demonios había sacado esa chica tan rara que claramente no estaba a su nivel aunque fingiera estarlo.

Cuando volvió con las copas, los chicos empezaron una conversación animada casi excluyendo a ambas mujeres que se negaban a decir alguna palabra al menos, frente a ellos. La verdad estaba en que Ximena tenía bastante que decir.

E iba a hacerlo.

— ¿Isabela, me acompañarías al lavabo? Tengo que retocar mi maquillaje— no había terminado de decir la oración cuando Adrián salto en su sitio

—Ni siquiera lo pienses, Ximena— ¡¿dejarla sola en ese lugar?! Ni hablar, Isabela no iba a separarse de su lado bajo ninguna circunstancia, era muy peligroso

— ¿Qué? Solo quiero que me acompañe y  tener una  charla de chicas, eso es todo

La castaña se encogió en su asiento, odiaba ser el centro de atención y más de una discusión. Eso le recordaba mucho a cuando su padre estaba en casa.

— Es peligroso, Ximena, sabes como es este lugar y como son…— escucho a la mujer bufar

—Oh vamos, no seas sobreprotector. Estará conmigo y no pasara nada, es ciega, no una lisiada.

Ismael estaba en completo silencio,  estaba consciente como eran las discusiones de esos dos y si querías evitar una tercera guerra mundial lo mejor era no intervenir. Sintió un poco de lastima por la chiquilla que parecía cada vez más avergonzada  por el asunto, sus amigos eran muy peculiares.

—Yo sé que ella es perfectamente capaz de defenderse, igual que tú pero ¿acaso eso ha impedido que te persigan tipos al baño? Te recuerdo que he tenido que quitarte ya varios de encima…

— ¡Ya vale, dejen de pelear! ¡Iré contigo! — el grito de la muchacha hizo saltar a los hombres y sonreír a Ximena, y antes de que Adrián pudiera objetar algo, ya estaban de pie caminando hacia los servicios. Se derrumbó en su asiento derrotado, ganándose una sonrisa conciliadora de su amigo  

—Estarán bien— le dijo tratando de tranquilizarlo.

Más le valía a Ximena que fuera así.




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