Nicolás tiro el celular frustrado, malditas compañías inútiles que no son capaces ni de resolver sus propios problemas internos.
Su perfil en la página web se había borrado entero, sus fotos, sus publicaciones y hasta su biografía. Contacto con soporte pero no pudieron hacer nada, insistiendo que él había borrado todo desde su cuenta. ¿Acaso estaban diciendo que era un loco?
Curiosamente, solo había quedado un perfil agregado entre sus contactos, el de Karen. Parecía un castigo divino por haberla ignorado anteriormente. Tuvo la tentación grande de enviarle un mensaje, quizás se burlaría de él, quizás no. Pero quería conversar con alguien, así que lo hizo.
-Hola
-Y vuelve el perro arrepentido.
Rodó los ojos ante esa contestación, parecía que hablaba con una adolescente en vez de una chica de veinteañera, aunque, debía admitir que eso le gustaba. La gente seria no era demasiado entretenida.
-Lo siento por ignorarte
-Deberías ¿Qué le ocurrió a tu perfil?
-No lo sé, de un momento a otro todo desapareció
-Es una lástima ya no ver tu sexy cara en el espejo del baño
-¿Es una indirecta para que me tome otra foto en el baño?
-No, en realidad es una indirecta para que no lo hagas
-Que sutil
-Lo sé. Deberías tomarte una selfie, así atraerás más chicas guapas
-Te dije que me gusta una chica
-Sí y también que tu no le gustas a ella, deberías hacerme caso
Gabriela puso los ojos en blanco mirando su computador, pero que tipo tan terco. ¡Solo quería ayudarlo a que las demás chicas lo vieran como lo veía ella! Guapo, divertido y alegre. No a un padre luchón y desesperado por encontrar novia porque se siente solo.
-Te hare caso nada más porque me agradas.
-Procura verte más interesante en la descripción de tu perfil también
-¿Qué tenía de malo mi descripción?
-Es digna de un anciano solitario
-¿Me estás diciendo viejo?
- No, pero te comportas como uno :p
-No exageres ¿Cuántos años te llevo? ¿Tres?
Gabriela trago en seco, preguntándose como reaccionaria si supiera que en verdad le llevaba diez años, que no era la chica de la foto y que había hackeado su perfil. Probablemente llamaría a la policía y la acusaría de suplantación de identidad, delitos informáticos o mucho peor, le diría a su madre. Se removió nerviosa. Sabía que debía detenerse pero algo seguía impulsándola a continuar hablándole, a seguir disfrutando de sus conversaciones y sentirse… bien. Porque si, imaginárselo sonriéndole a la pantalla del móvil la hacía sentirse feliz.
Peligrosamente feliz.