—En serio, no me importa lo que tengas que hacer, Juan. Pero ya te dije que no quiero que se reproduzcan más copias del cuadro de esa mujer, es asqueroso. — El hombre al otro lado de la línea suspiro resignado.
—Haré lo posible, pero no puedo prometer nada.
—Eso es suficiente para mí, gracias. — colgó la llamada, mirando nuevamente a la bella durmiente en su cama. No se había atrevido a compartir aquel lecho con ella, así que había dormido en un pequeño sofá al lado de su cama para cuidar que no tuviera más pesadillas. Quería hacerle preguntas, sobretodo, sacarle el nombre de aquel hijo de puta.
Pero anoche lucia tan agotada y triste que no tuvo corazón para comentar más nada sobre aquel acontecimiento, prefirió dejarla descansar, sentarse a velar por su sueño y dibujar su hermoso rostro una y otra vez en un cuaderno. Después de todo, era domingo. Tenían todo el día para ellos.
Se acercó a la cama, acostándose a su lado y acariciando suavemente las hebras castañas esparcidas por su rostro, a pesar de todo lo que se enteró, le seguía pareciendo la más bella obra de arte. Naturalmente, belleza no era igual a perfección, a veces lo imperfecto también era hermoso. Lo roto también podía ser sublime.
Sonrió al verla removerse, estaba despertando. —Buenos días— susurro todavía acariciando su cabello, la muchacha sonrió de vuelta, sin abrir los ojos
— Buenos días — respondió, incorporándose y estirándose con gusto. Podía vivir con esa imagen todas las mañanas, era de lo más placentera.
— ¿Dormiste bien? — asintió perezosamente, sus mejillas sonrosadas lo hacían querer saltarle encima, pero tenía que contenerse por mas tentadora que se escuchara la idea — ¿Quieres desayunar? — la muchacha negó y estuvo a punto de regañarla si no fuera porque no tardo en acercarse a él para acurrucarse como un gatito.
— Preferiría quedarme así— murmuró perezosa.
—Pero cariño, tienes que comer…— replicó y ella negó de nuevo suavemente, con una leve sonrisa en su rostro.
—Si te quedas tranquilo, te contare una historia— su tono sereno y melodioso era extraño. Se sintió desconcertado. Pero no se movió ni dijo una sola palabra más.
—Hace mucho tiempo había en la ciudad una torpe princesa que le encantaba la música, vivía pegada a su mejor amiga y adoraba tocar canciones para sus hermanos en el viejo piano de su hogar— se removió inquieto, sabia de quien hablaba. Ella negó —. Ah, ah. Te dije quieto o no terminare de contar la historia.
Respiró profundo, acomodando las almohadas en su cuello para estar más cómodo. Ella sonrió melancólica colocando una mano en su pecho y dando leves caricias
— Un día, esa princesa conoce al chico malo de la escuela, el cual creyó que era su príncipe. Un despampanante y frívolo adolescente que no tardo en seducirla por completo. En un principio, la relación empezó como cualquier romance, romance que con el pasar de los años, se deformo a algo oscuro. Drogas, peleas, alcohol y sexo descarrilaron la vida de la torpe princesa, se separó de su amiga por nuevas amistades nada buenas, dejo de tocar el piano. Nada era igual, hundida en una relación toxica con un hombre que la hacía creer con constancia que debía permanecer junto a él porque sin su presencia ella no era nada.
Isabela dio un profundo suspiro, dejando entrever el dolor que le causaba recordar aquella oscura época de su vida, pero, a pesar de eso, presa de una fuerza voluntad que él no comprendía, continúo hablando.
— Con ese pensamiento, la hacía permanecer a su lado y adentrarse en terrenos cada vez más pantanosos, pero un día, aquello traspaso una línea enfermiza; fue citada a un bar donde la esperaría la chica que decía ser su nueva amiga para ir a reunirse junto con su novio, ella pensaba que no pasaría nada malo si ella estaba ahí, después de todo ¿Cómo iba a imaginarse que su amiga no era más que un títere de él?
Él tembló a la expectativa.
— La noche que estaba completamente tranquila, empezó a descontrolarse, su novio la hacía tomar copa tras copa sin control, llenándola de besos y palabras de amor falsas para que no se diera cuenta de lo que había en la bebida, droga, mucha droga — jadeó horrorizado ante sus palabras, ella lo acaricio dándole un beso en la mejilla —. shh… tranquilo ¿déjame acabar si? Todo está bien…
Quiso quejarse ¡Nada estaba bien! Pero aun así, la dejo continuar — La chica perdió la noción de lo que ocurría. Junto con su amiga fue llevada a un cuarto donde esperaban cinco hombres que no tardaron en arrancar su ropa y utilizar su cuerpo como les dio la gana. Al otro día salió del letargo, tenía sangre en su entrepierna y todo dolía, dolía mucho. Él entro a la habitación, llorando, pidiendo perdón y diciendo que todo era culpa de su amiga, sonara estúpido, pero ella le creyó. Seguía manipulada por el supuesto amor, de hecho, por unos días dejo de ser el monstruo de siempre para ser el mismo adolescente del que una vez de enamoro, lo cual no duro demasiado. Ya que volvió a maltratarla de la misma forma logrando que sufriera un accidente de coche, accidente de coche que destrozo la vida de la chica y su familia por completo. Su padre los abandonó y dos de sus hijas quedaron discapacitadas, una ciega y la otra, invalida. ¿Pero sabes? aquello fue tanto gloria como una condena, le había arrancado muchas cosas, pero le había dado el premio más grande, ser libre.
Isabela sonrió con tristeza.
— La depresión propia y la de su madre por culpa de esos acontecimientos fue abordada por un hada madrina que no dudo en ofrecer asistencia psicológica a la destruida familia. Su madre no tardo en asumir los acontecimientos y la chica estaba empezando a salir de su gran miseria, aún lucha con ello. — de repente, se incorporó en la cama, colocándose sobre sus codos — ¿Y sabes qué otra cosa hacen las hadas madrinas? Te llevan a conocer príncipes, príncipes de verdad. — su tono de complicidad lo aturdió, estaba tratando de procesar demasiadas cosas al mismo tiempo y ahora no entendía de qué demonios hablaba —. El hada madrina no llevo a la desdichada princesa a un baile, pero si a una galería de arte. Por su puesto te preguntaras que ¿Qué hacia la desdichada princesa ciega en una galería del arte?