— Por favor, Manu…— el muchacho negó, fulminando a la morena con sus ojos azules
— Ni hablar, Evelyn, tengo que cuidar de mi hermana pequeña y vigilar que Isabela llegue bien de la casa de su novio — la chica chasqueó la lengua, mirándolo.
— ¿Hasta cuándo vas a ser así? — preguntó molesta por su indiferencia.
— Tengo que cuidar de mi familia, Evelyn, soy el hombre de la casa— ella rodó los ojos
—Primero, tienes diecisiete años, estas lejos de ser un hombre, segundo, te pregunte cuándo vas a dejar de echarte la culpa por lo que le paso a tus hermanas— resopló enfadado por su comentario, ella sabía a la perfección que odiaba hablar de ese tema.
— Yo fui el que escapo ese día, yo fui el que no pudo cuidar a su hermana del imbécil de su ex novio, Evelyn. — el semblante de la chica se suavizo ante sus palabras, su novio siempre se ponía melancólico con ese tema
— Tenias catorce años, Manuel ¿Cómo demonios ibas a encarar a un tipo de diecinueve años? Eras un niño.
— Era bien consciente de lo que pasaba y no hice nada por ella— se lamentó en voz baja, haciendo que su chica se acercara y lo rodeara con sus brazos.
— Hemos tenido esta conversación mil veces, amor. ¿No puedes simplemente dejarlo atrás? Tu hermana tiene nuevo novio y por lo que cuentas es muy bueno. Anita va a volver a caminar dentro de poco ¿no te puedes dar la oportunidad de relajarte?
Negó mirando el suelo de concreto del parque. No, no podía, era imposible. Debía estar en estado de alerta constante, no iba a descuidarse de nuevo.
Aunque Adrián tenía pinta de ser buen tipo, no confiaba en él. De hecho, no confiaba en nadie, ni siquiera en su propia madre para cuidar de su hermana mayor. Paso años viendo como ese tipo la lastimaba a diestra y siniestra sin ella ser capaz de hacer algo para librarse de él. La veía entrar en casa repleta de moratones, con una sonrisa de felicidad plantada en el rostro.
En ese momento, era muy inmaduro y estúpido como para hacer algo para socorrerla. Pero, desde que la vio en esa cama de hospital, casi muerta para luego despertar sin poder ver nada había calado en el fondo de su mente. Se había jurado a si mismo proteger a su hermana cueste lo que cueste.
Suspiró al ver como sonaba su celular, era su madre. Rodó los ojos antes de contestar de mala gana — ¿Madre? — No respondieron, en cambio escucho unos pequeños e infantiles sollozos tras la línea —. ¿Anita? ¿Anita eres tú? — pregunto alarmado. Miro a su novia que también pareció asustarse, Anita nunca llamaba de esa forma por teléfono.
— Él está aquí — susurró, como si tuviera miedo de ser escuchada.
— ¿Quién, quien está ahí? — escuchaba la voz de su madre de fondo, acompañada de otra voz masculina que no reconocía en absoluto. « Pero que mierda… » Murmuró al escuchar la risa de su madre, risa que no escuchaba hace años, parecía muy feliz.
Extrañamente feliz considerando los sollozos de su hermana — Quédate donde estas ¿sí? Voy para allá — escucho un leve asentimiento para luego ponerse de pie, seguido de la morena que estaba preparada mentalmente para ser echada. Aunque la sorprendió el hecho de que Manuel asintió hacia ella, empezando a caminar a su casa
— ¿Quién crees que sea? — inquirió intentando no quedarse sin aire por lo rápido que Manuel caminaba
— No lo sé, pero quien quiera que sea no puede ser bueno— sacó el celular de su bolsillo de nuevo, llamando a Isabela y gruñendo al ver que no contestaba. Maldijo internamente, deberían colocar entre ellos una regla de siempre contestar el bendito aparato.
El parque donde estaban no quedaba demasiado lejos, así que no tardaron en llegar a la puerta. Trago en seco al escuchar de nuevo una voz masculina que ahora, le parecía ligeramente conocida. Miro a Evelyn una vez más antes de abrir la puerta, cuando se adentraron al pasillo, estaba seguro de saber a quién le pertenecía esa voz y agradeció que Evelyn tomo su mano porque de otra forma, se hubiera lanzado sobre ese hombre para golpearlo.
A él, a su padre.