Píntame la mirada

Capítulo 38

« Mírenla como gime, de seguro le esta encantando» Las voces se burlaban en su cara y las manos no se detenían « ¡No! ¡No me toquen! ¡Aléjense de mí! » Quería gritar, pero la voz no salía de su garganta y sus miembros se negaban a reaccionar. « ¿Vas a perjudicarlo con tu pasado? ¡Si de verdad lo quisieras, te alejarías de él! » Hizo eco otra voz en su cabeza, repitiéndose una y otra vez,  haciendo que doliera ¿alejarse de quién? ¿De que hablaban? No entendía nada. Sacudidas empezaron a llegar a su cuerpo ¡¿Qué estaba pasando?! ¡Necesitaba ayuda!

— ¡Isabela despierta! — abrió los ojos de golpe para encontrarse con la misma negrura perpetua, pero sin voces y nadie la estaba tocando. Se incorporó sudorosa, sollozando de manera incontrolable. Inmediatamente se sintió apresada entre unos brazos fuertes,  ahogándose en un aroma fresco bastante conocido. Su cerebro no tardó en hacer conexión de inmediato, empujando al muchacho con la poca fuerza que tenía su cuerpo demasiado delgado — Isabela tranquilízate, ¡soy yo! ¡Solo era una pesadilla!  — precisamente que fuera él era el problema más grande, debía alejarse si no quería perjudicarlo como tanto había temido todo este tiempo.

— Suéltame por favor— rogó entre lágrimas a lo que su petición fue acatada de inmediato, levantándose de la cama con torpeza

—  ¡¿Qué haces?! ¡Cálmate! — gritó Adrián al verla caer de bruces contra el suelo, en su intento desesperado por salir de la habitación para escapar. Isabela chillo cuando sintió como la tomaban en brazos, alzándola y regresándola a la cama a pesar de sus pataleos — ¡Tranquilízate! — ordeno él con aterradora firmeza, tomándola por los brazos y apresándola contra el colchón con fuerza.

No libero sus brazos hasta que dejo de patalear, su respiración de calmo y las lágrimas dejaron de fluir.

— Cariño…— murmuró con suavidad al verla incorporarse con lentitud, ella negó suavemente, sorbiendo por la nariz

— No me llames así — pidió al sentir la mano de él pasar por su cabello, desenredándolo

— ¿Por qué? — La voz de Adrián aunque fuera tranquila estaba teñida de una preocupación palpable en cada palabra

 — Porque te voy a hacer daño, Adrián. ¿Por qué no me dijiste lo que estaba pasando? ¿Por qué no me avisaste de esas fotos y de la amenaza?

— Porque sabía que esto iba a pasar — sentenció con voz cansada. — Sabía que en cuanto lo supieras, ibas a intentar huir. La próxima vez no le abras la puerta a nadie si yo no estoy aquí — gruño.

— Es que no habrá una próxima vez, Adrián — exclamó un poco exaltada por  los recientes acontecimientos, la verdad es que no se esperaba tantos problemas solo por iniciar una relación. Aunque tratándose de ella debió ser obvio, nada que la implicara podía salir bien.  — Me iré hoy mismo de aquí…

Ni si quiera tuvo tiempo de terminar lo que quería decir cuando fue apresada de nuevo contra el mullido colchón,  sintiendo de inmediato a Adrián aplastando sus labios contra los de ella en un beso muy diferente a los anteriores. Normalmente sus besos eran lentos, llenos de ternura y paciencia. En cambio este estaba cargado de una furia contenida y una pasión desmesurada que la dejo sin respiración de inmediato.

No pudo evitar gemir levemente cuando mordió su labio inferior,  chupándolo antes de finalmente liberarla y caer jadeante a su lado. — Tú te quedas así tenga que amarrarte a esta maldita cama, Isabela, hablo muy en serio — índico sin parar de respirar pesadamente, ella no dijo nada, su mente aun nublada por el reciente ataque.  Apenas y sintió los brazos que la rodearon, llevándola de nuevo al inadecuado refugio de su pecho, repartiendo besos por su cabello, por sus mejillas y sien mientras acariciaba su espalda a un ritmo casi tranquilizador.

— Te amo — pronunció él con voz suave, sintió algo vibrar dentro de ella por esa inesperada declaración  

— ¿No crees que es demasiado pronto para decirlo? — respondió usando el mismo tono, lo escucho reír. 

— ¿Puedo saber cuándo me ha importado seguir un ritmo determinado para hacer o decir las cosas? — inquirió con un deje de diversión, sin dejar de acariciar su cabello. 

— Solo decía… — Adrián chasqueó la lengua antes de besar su frente de nuevo

— No tienes obligación de contestarme si no estás lista para hacerlo… solo quería expresar mis sentimientos Isabela, y eso es lo que siento… amor. — casi podía sentir como su corazón iba a salirse de su pecho por sus palabras. Su piel se crispo al sentir como los besos bajaban desde su sien, pasando por sus mejillas hasta llegar a su cuello, haciéndola suspirar.

— A- Adrián… — jadeo al sentir como chupaba levemente la sensible zona

— Solo quiero demostrarte cuanto te necesito a mi lado — musitó levantando levemente la sudadera y acariciando con los dedos su suave abdomen  — quiero que sepas lo mucho que te amo… lo mucho que me importas ¿me lo permites, Isabela? — susurró sobre sus labios, antes de poseerlos con el mismo aplomo anterior.

Su única respuesta fue tomarlo por los hombros para acercarlo a ella, intentando corresponder todo el amor expresado en aquella acción. Lo sintió sonreír sobre su boca — Te amo— susurró nuevamente.  ¿Ella también lo amaba? Por supuesto que lo hacía, quería ser suya para siempre por más imposible que fuera, por más que doliera su inminente separación. Quería sentirlo suyo antes de entregarlo a una mujer que si lo mereciera. Guardaría sus besos en el baúl de su mente y su olor para las noches de angustia… se refugiaría en su recuerdo cuando finalmente quisiera desaparecer de este podrido mundo para siempre.

Por esa noche, se olvidó de todo problema. Concentrándose únicamente en sus caricias, en el latido de su corazón y en vivir por última vez aquel efímero pero intenso amor.  




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