Píntame la mirada

Capitulo 41

— ¿Estás seguro que es el nombre correcto? — inquirió Carlos con una extrema seriedad, Adrián asintió completamente seguro de lo que decía.

— No creo que me mintiera… la sola idea de nombrarlo parecía atemorizarla — su hermano mayor asintió, finalmente haciendo la llamada al detective privado. Escucho como explicaba todo atentamente al hombre, también como recalcaba con especial aplomo el límite de tiempo que poseían, tres días. Su hermano no colgó hasta convencer al hombre de que Adrián estaba dispuesto a desembolsar todo el dinero necesario con tal de tener entre sus manos a ese maldito cerdo de una buena vez.

— Dijo que hará todo lo posible para encontrarlo mañana mismo — Carlos le dirigió una mirada a Adrián,  aún pensativo  — Sigo pensando que algo no encaja aquí… ese hombre pudo pedir cualquier cosa ¿Por qué que te separaras de ella? — él solo frunció el ceño en respuesta, la verdad es que se sentía bastante adusto con respecto a continuar dándole vueltas a ese asunto, su instinto actualmente era más primitivo que otra cosa, simplemente deseaba tener a ese tipo en frente para molerlo a golpes y hundirlo en el fondo de la basura donde los gusanos como él pertenecían.

 — No lo sé y no me interesa — contesto con su voz ardiendo en notable furia.

Nunca entendería como podían ensañarse de esa manera con Isabela, se sentía horrorizado ante la idea, sobre todo después de lo que vivieron anoche juntos. Ella respondía a cada caricia con timidez, era torpe para recibir sus besos y tocaba su cuerpo con una marcada inocencia que lo desarmo por completo. No tenía idea de cómo pudo tan siquiera sentir placer con tantas mujeres antes que ella, a su lado, todo lo anterior le parecía soso y vacío.

Con eso entendió claramente que la quería a ella y solo a ella… Isabela Montalvo se había convertido en el eje de su existencia en un abrir y cerrar de ojos, entrando en su vida como un tornado que vino a poner todo de cabeza.

Ambos se dieron la vuelta hacia la puerta, mirando a Ismael entrar con cara de pocos amigos, sentándose en la silla al lado de él.

  — Por más que lo intenté, Ximena se niega a entrar en razón, no me quiere dar el correo electrónico de donde mandaron la amenaza — explico con clara frustración. Él solo pudo suspirar, dándole una mirada al despacho impoluto donde trabajaba su hermano mayor, que le ofrecía una gran vista a la ciudad gracias a la pared de cristal. Suspiro profundamente, sintiéndose un ser insignificante con problemas enormes.

 — Estoy seguro que el detective lo encontrara sin necesidad de esa mujer necia — manifestó hastiado Carlos, su familia no apreciaba realmente a Ximena, pero solían tolerarla por su constante defensa a la que decía ser su amiga. Ahora la situación era claramente distinta, su comportamiento con Isabela no tenía defensa alguna y su hermano lo estaba utilizando para demostrar su desprecio contenido por años con toda libertad.

— Algún día recapacitara — fue lo único que atino a decir para calmar las aguas. A pesar de que ayer la echo completamente furioso de casa, no quería guardarle rencor en honor a la amistad que a pesar de todo quería seguir manteniendo.  Después de todo, aún le quería muchísimo, era su mejor amiga.

— Más le vale hacerlo, lo que le hizo a esa criatura no está bien— cuando le pidió ayuda a Ismael para darle caza al ex de Isabela no lo dudó ni un minuto, por eso era normal que se sintiera indignado ante la actitud de Ximena, también podía decir por su expresión de tristeza, que se encontraba igual o más decepcionado que él.

 Además, también había que agregarle el hecho de que su amigo parecía sentir una ternura inexplicable hacia su novia, como si fuera la hermana menor que siempre quiso tener. Todo el tiempo se refería a ella como «criatura» al igual que solía hacerlo con sus hermanas menores.  Aquello lo hacía sentirse realmente contento, sabría que algún día podría convencer a Isabela de que además de él, tenía mucha gente que la apreciaba con solo conocerla. Que no había nada que temer, nadie más podría hacerle daño.

El sonido del celular de Carlos los hizo reaccionar a todos, que parecían sumidos en un profundo ensimismamiento colectivo. Su hermano mayor hizo una seña con la mano, levantándose de su escritorio y contestando la llamada no demasiado lejos  de ellos

— ¿Mamá? ¿Qué ha pasado? — El semblante de Carlos paso de tranquilo a preocupado en un santiamén — Espera, tranquilízate mamá, no logro comprenderte — Adrián se incorporó en su asiento, mirando a su hermano que daba vueltas en círculos por toda la oficina.

—  ¡¿Cómo que se ha perdido?! — gritó de repente, dirigiendo bruscamente su atención hacia él, sus ojos grises como los suyos expresando un profundo terror que lo hizo levantarse de la silla para acercarse a su hermano a pasos agigantados ¿Quién se había perdido? ¿De que hablaban?

 >> No… no puedo ocultárselo mamá… está aquí conmigo— aquello hizo que un profundo escalofrió los recorriera de los pies a la cabeza.  Sabía que se referían a él. — Vamos para allá — musitó en voz baja, colgando la llamada.

— ¿Qué está pasando? — preguntó de inmediato, sintiendo una repentina ansiedad que empezaba a devorarlo

— Tienes que tranquilizarte Adrián — señalo con voz tétrica — Tienes que estar concentrado para…

— ¡Y una mierda voy a calmarme Carlos! ¡Dime que carajos está pasando! — la desesperación ya era tan palpable en cada fibra de su ser, que ni siquiera se fijó en que Ismael sostenía su brazo temeroso de que se lanzara sobre su hermano para golpearlo. Carlos no retrocedió ni un poco ante sus bravuconadas, lo conocía desde que era un niño. Lo único que pudo hacer fue suspirar frustrado por la enredada situación y pensar rápidamente en cómo decirle a su locamente enamorado hermano lo que estaba ocurriendo.

— Ella se ha ido, Adrián. — Susurró en voz baja, él aludido pareció no entender de buenas a primeras porque ladeo su cabeza completamente confundido




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