Píntame la mirada

Capítulo 46

Xavier se carcajeaba frente a la computadora, maldita sea. Isabela era mucho más predecible de lo que creía, se había separado del artista sin pensarlo. Por un momento, pensó en publicar las fotos de todas formas, pero se abstuvo. Aún quería jugar y esa era un arma perfecta.

Sabía que Isabela haría cualquier cosa por proteger a los suyos, siempre fue así, incluso con él. Cada vez que se metía en un problema, Isabela siempre lo defendía con un fervor que debía admitir que en algún momento de su vida amo como un loco, hasta que todo empezó a cambiar.

De repente,  ella ya no lo defendía como antes, ya no parecía impresionada con su vida loca. Intento hacerlo cambiar muchas veces, diciendo que nada de eso que hacia estaba bien, nunca comprendió eso ¿Por qué quería hacerlo cambiar, si esa faceta de él era lo que la había atraído desde un principio? No quería cambiar y que dejara de quererlo…

Al final si lo hizo, empezando a hacer cosas tontas con el único objetivo de irritarlo, como contonearse frente a hombres usando ropa muy corta o pedirle que parara de pelear en público, humillándolo a la vista de todos. El amor que alguna vez sintió por ella fue deformándose poco a poco en un profundo odio que fue incapaz de contener. Su deseo de estar con ella convertido a una pasión casi dolorosa por hacerle daño de cualquier forma. Comportamiento que repetía con cada mujer que captara su atención de alguna manera.

Jennifer solía decir que las mujeres que no obtenían nada de él eran unas afortunadas. Indudablemente tenía la razón, ya que ese pequeño grupo eran las únicas que salían airosas de su agencia, con buenos contratos y una carrera estable. Demás, todas acababan jodidas igual que Isabela. No entendida su obsesión por joder mujeres que le gustaban.

Si, Isabela Montalvo seguía gustándole muchísimo, demasiado para su propio gusto. Pero la muy desgraciada tenía algo que ninguna mujer que había pasado por su cama tenia, una belleza casi cegadora. Conservándola incluso después del desagradable accidente en el que por fortuna o desgracia no salió demasiado perjudicado. No le sorprendía para nada que un tipo como Saavedra se fijara en ella ignorando su ceguera, después todo ellos dos eran algo parecidos, sabían reconocer el potencial con solo verlo.

— ¿Pensativo, cachorro? — la voz gangosa de Jennifer lo hizo rodar los ojos, como detestaba a esa zorra que siempre se metía en sus asuntos. A pesar de que se sentía incapaz de echarla de su lado. Era la única que se había quedado… por los motivos más turbios. Ellos compartían su odio por la muchacha castaña, aunque lo de Jennifer era mucho menos retorcido. Su ira a Isabela se derivaba a plena envidia de no poder ser igual de bonita que ella.

— En realidad, no. Solo estaba revisando mis asuntos… Isabela ha hecho exactamente lo que pensé que haría.

— Sigo pensando que desaprovechaste esa oportunidad de una manera estrepitosa, debiste pedirle dinero al desgraciado… está podrido en él. — chasqueó la lengua, esa mujer era idiota. Le costaba comprender que no todos se movían por algo tan banal como el dinero, además del obvio hecho que eso hubiese sido ponerle su identidad en bandeja de plata para que Saavedra le cortara el cuello

— No me interesa la plata, Jennifer… ahora mismo me importan otras cosas.

La primera,  que Luis Montalvo se  encargara de su estúpida familia, de que perdieran todo y acabaran en la calle para seguir jodiendo a Isabela donde quiera que se encontrase. La quería destruida, acabada por completo y  luego daría fin a su vida el mismo después de usar su cuerpo una vez más.  Sonrió torcido, completamente centrado en cumplir su objetivo… así tuviera que perseguirla hasta el mismísimo infierno.




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