Píntame la mirada

Capitulo 49

Adrián mordía su labio inferior al punto de casi arrancárselo, mirando fijamente a la nada. Una semana, una jodida semana y el maldito investigador no traía noticia alguna de Isabela, estaba volviéndose loco.

— Hijo, tienes que comer algo — murmuró su madre afligida, señalando el plato que dejo olvidado en la encimera de la cocina de la casa de sus padres.

Negó con la cabeza, haciendo que todos a su alrededor suspiraran resignados.

— Déjalo en paz, mamá, no va a comer — hablo una de las gemelas tras de él, pero no se paró a pensar en cual. Si era sincero, ahora mismo no pensaba en nada. Sabía que su familia estaba pasándola mal al verlo así, pero no podía cambiar las cosas, al menos no hasta que tuviera a Isabela de nuevo… y matara con sus propias manos a ese desgraciado.

Seguía sin soportar la idea de que ese hijo de puta continuara tan tranquilo por la vida después de haberlos jodido de esa forma.

— ¡Maldita sea, no aguanto más esto! — el grito que profirió hizo que todos los presentes se sobresaltaran. No los culpaba, después de todo, en ese momento tenía miedo de él mismo. Como un poseso, se dirigió a la puerta para salir de ese infierno, pero fue bloqueado de inmediato por su hermano mayor.  — Apártate, Carlos — gruño al ver su expresión inamovible.

— Tienes que recordar lo que hablamos, Adrián. Tienes que pensar con la cabeza fría si quieres solucionar esto — Llevaba una jodida semana pensando con la cabeza fría y no habían llegado a absolutamente nada ¿pero en qué demonios pensaba su hermano?

— ¡Y una mierda con la cabeza fría! ¡Voy a encontrar a ese hijo de puta y voy a matarlo así sea lo último que haga! — se removió al sentir que lo tomaban por los brazos,  maldita sea con Nicolás Oviedo ¿Por qué estaba ahí?

— ¡Tienes que calmarte! ¡No puedes matar a alguien que no conoces! — Replicó su hermano con voz autoritaria.

— ¡No me importa, lo encontrare y lo matare yo mismo! ¡Ese imbécil nos amenazó y provoco que se fuera! — gritó revolviéndose entre el fuerte agarre del rubio. Para su sorpresa, otra voz para nada asustada interrumpió aquella pelea.

— ¿Quién amenazo a Adrián?— Todos dirigieron la atención a Gabriela, que permaneció inmóvil con una expresión extraña en su rostro.

— El ex novio de Isabela… los amenazo con publicar cosas escabrosas sobre ella para perjudicar a Adrián, por eso se fue — explicó Carlos y los ojos de la adolescente brillaron, dejando ver una pequeña sonrisa.

— ¿Por qué medio fue hecha la amenaza? — Carlos no entendió por qué eso era importante, pero de todas maneras contestó.

— Por correo electrónico — La sonrisa de Gabriela se ensancho ante el reto que tenía en frente. Ignoro la mirada asesina de Nicolás y se acercó a su hermano, sintiendo la  emoción recorrerle todos y cada uno de los poros de su piel.

— Yo puedo rastrearlo y descubrir quién es, solo necesito mi computadora — Adrián se soltó del agarre de Nicolás, esta vez con mucha menos agresividad, solo para tomar a su hermana por los hombros.

— ¿De verdad puedes hacerlo? — asintió segura bajo su mirada escrutadora. Rastrear un correo electrónico era pan comido para ella.

— Pero Adrián, estas olvidando un detalle, la amenaza no fue hecha a tu correo, fue hecha al correo de Ximena — señalo Carlos aún incrédulo y ella rodó los ojos, pobre iluso.

— Eso no supondrá un problema — respondió con sorna. Adrián no quiso esperar más.

— Haz lo que tengas que hacer — pidió con determinación, dándole un pequeño empujón para que subiera a su habitación.

— ¡Espera! ¿No crees que tengas demasiadas cosas que explicar, jovencita? —  replicó su madre con expresión horrorizada y su hermano la miro iracundo.

— ¡No hay tiempo, madre! ¡Lo hará después! ¡Necesito encontrar a ese tipo ya!

Su grito no dejo paso a ninguna otra replica. Gabriela subió corriendo a su habitación de inmediato, seguido de su hermana gemela y el hermano menor de Isabela, que también estaba ahí esperando noticias sobre su hermana mayor, a pesar de que su madre estaba sufriendo una depresión terrible ya que su padre los dejo… otra vez.

— ¿Trabajas para la CIA o qué rayos haces con todo eso? — inquirió su hermana al verla sacar la Tablet y el disco duro externo donde guardaba toda la información y los programas necesarios para lo que iba a hacer, rodó los ojos, ojala lo hiciera. Sonrió ladina al ver que Nicolás entraba a la habitación en completo silencio. Ahora sí que iba a mostrarle de lo que era capaz.

Mientras tanto abajo volvió a reinar el silencio sepulcral, que se mantuvo por un par de horas hasta que por fin el sonido del timbre rompió aquel estado, su madre se levantó del sofá, abriendo la puerta y dando un paso atrás al ver al detective que habían contratado hace unos días. Una repentina ansiedad recorrió a Adrián de pies a cabeza cuando el hombre lanzo unas fotos a la mesa de centro.

— La he encontrado — fue lo único que alcanzo a decir antes que se lanzara como un poseso a tomar las imágenes entre sus manos.

Lo que vio lo dejo de piedra.

Estaba seguro que la mujer de las imágenes no era su Isabela. Era completamente imposible, usaba ropa negra, su cabello castaño ya no llegaba hasta la parte baja de su espalda, ahora apenas llegaba a la altura de sus pechos y lo más perturbador, tenía los ojos vendados. La mujer de la imagen desprendía una imagen misteriosa, sensual y  fría. Todo lo contrario a Isabela, que era un libro abierto, absolutamente adorable y cálida.

— Está trabajando en el Hotel Hillsong como cantante en el restaurante del mismo. Ha causado muchísimo revuelo en la zona, nunca dicen su nombre y siempre está acompañada por el dueño del local o por esta mujer — sacó un par fotos donde podían visualizarse un hombre de mediana edad, con cabello gris atado en una coleta, llevaba a Isabela de la mano a quien sabe dónde, acompañados de una mujer morena que usaba ropa nada discreta. —. Francisco Díaz y Julia Silva son sus nombres, si quieren hablar con ella deberán enfrentarlos directamente




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