Píntame la mirada

Capítulo 51

El terror se apodero de cada uno de los poros de su piel al escuchar esa voz tras de ella. Las imágenes vinieron a su cabeza de golpe y en ese momento, prefirió estar muerta en las calles que estar en ese camerino con aquel hombre…

Con Xavier.                                                                                                                

— ¿Te comió la lengua el gato, preciosa? ¿O es que el accidente también te dejo sorda? — Isabela tragó en seco,  poniéndose de pie y conteniendo las arcadas ante el aroma a cigarrillo que le inundo la nariz, haciendo que sus pulmones ardieran

— ¿Q-que haces aquí, Xavier? — maldijo cuando se le quebró la voz. No podía continuar demostrando su miedo de esa manera, eso solo iba a alentarlo.

— ¿De qué tienes miedo, preciosa? ¿Acaso ya olvidaste a tu amor…? — Se apartó de golpe cuando sintió su mano tomar uno de los mechones de su cabello.

— ¡No me toques! — chilló presa del pánico, el hombre solo se burló, tomándole los brazos con brusquedad e inmovilizándola.

Se removió con fuerza, tratando de soltarse de su agarre, pero solo conseguía hacerse más daño y que Xavier se pegara a ella. Las lágrimas se acumularon en sus ojos al sentir su erección frotarse contra ella. ¡No!

— ¡Suéltame! — gritó y  Xavier le propino un puñetazo en la  mandíbula en respuesta. Cayó al suelo con un chillido, recibiendo una patada en el estómago.

— ¡Escúchame bien pedazo de zorra! ¡Nunca más vas a volver a escapar de mí! ¡Jamás! — bramó él mientras la tomaba del cabello, obligándola a ponerse de pie. Apenas pudo gemir en respuesta a causa de la falta de aire. El dolor no le permitía respirar.

>> Siempre estuviste escapando de mí Isabela, pero se acabó. Volverás a darme lo que me pertenece otra vez y luego yo te daré lo que siempre te has merecido ¡Te arrepentirás de haberte burlado de mi por tanto tiempo! — Xavier profirió otra bofetada y apenas pudo quejarse debido a la falta de aire. Lo que ocurrió después no supo si se debió a que los gritos llamaron la atención o a una intervención divina: La puerta se abrió de golpe, haciendo que los maltratos cesaran de inmediato y un grito de rabia lleno toda la sala.

— ¡Suéltala desgraciado! — casi se parte el cuello debido a la brusquedad con la que Xavier fue obligado a soltar su cabello. No distinguía casi los ruidos, estaba aturdida, completamente fuera de sí.  Trató de ponerse de pie, pero solo lograba tambalearse sin encontrar de ninguna manera el equilibrio necesario para levantarse.

— Isabela ¿estás bien? — apenas pudo distinguir la voz de Alejandra entre la neblina de su mente y los brazos que la ayudaban a ponerse de pie. También escucho la voz de Gabriela, que le balbuceaba algo a su hermana sobre sacarla de ahí. De repente, una explosión sorda dejo todo en silencio y ella volvió a caer al suelo

— ¡¡Nicolás!! —chilló Gabriela a su lado. Había distinguido ese sonido perfectamente.

Un disparo.

El pánico logro que se levantara de golpe pero solo para ser apresada de nuevo entre los brazos de su ex novio. El frio del acero junto a su cabeza le causo un estremecimiento.

— ¡Alguien intenta acercarse y le volare la cabeza! — rugió apresándole el cuello con fuerza, al punto de casi ahogarla. 

— ¡¿Pero qué demonios?!... — Julia gritó de horror y sintió como el acero se despegaba de su piel, lo más seguro, para apuntarla.

— ¡Julia! ¡Llama una ambulancia y no dejes que se acerque a las chicas! — fue lo único que logró decir antes de quedarse sin habla. Xavier había apretado su garganta tan fuerte que ahogo todo sonido que su garganta pudiera proferir.

— ¡No! ¡Déjala ir! — escuchó bramar a Nicolás cuando Xavier la arrastro por fuerza afuera del camerino, seguido de los gritos impresionados de los comensales del restaurante.

— ¡A quien se atreva a llamar a la policía lo matare! — ladró Xavier a las impresionadas personas, antes de continuar llevándola a la fuerza. Intento resistirse,  solo para recibir un golpe con la pistola en la cara en respuesta.

— ¡¿Sigues aquí?! ¡¿A caso quieres que te mate, desgraciado?! — Isabela sentía su cabeza a punto de explotar y  la única orden que emitía su cerebro era que intentara llevar más aire a sus pulmones.

— ¡Mátame si quieres, pero no voy a dejar que te la lleves! — la determinación de Nicolás era suicida por demás. Sin embargo, no era el único en aquel sitio.

— Y no será la única persona que tendrás que matar si quieres llevártela — Isabela sintió un escalofrió al escuchar esa voz fría y venenosa que le dio claridad entre la nube de dolor físico que la cegaba solo para aumentar su pánico. Xavier estaba armado,  enloquecido por completo.

Y Adrián estaba ahí.

Las carcajadas de Xavier hicieron eco en todo el lugar, tuvo que abrir la boca en busca desesperada de oxigeno debido al movimiento de su cuerpo, ya que la ahorcaba con cada vez más fuerza.

— ¡¿A qué estás jugando, Saavedra?! No quieras parecer un príncipe azul que el jueguecito no te queda, te ves patético —  la pistola se apretó en su garganta  y el gruñido de Adrián se escuchó incluso a la distancia en la que se encontraban.

— Sera mejor que la sueltes ahora mismo o…

— ¿O qué? ¿Qué vas a hacerme, Saavedra? ¿Arruinarme? Adelante, hazlo, no me interesa… esta mujer ya me ha arruinado la vida — Xavier le dio un beso en el lóbulo de su oreja y ella se removió, asqueada —. ¿Se acostó contigo, verdad? Por eso estas aquí. En cuanto esta mujer pasa por tu cama te vuelve loco…  te entiendo. No te preocupes, yo te ahorrare más locuras…

Una brusca sacudida hizo que Isabela cayera al suelo otra vez, jadeante. Todos los sonidos a su alrededor eran difusos y el dolor de su cabeza se había afianzado gracias a la caída.

 — ¡Vuelves a tratar de ponerle una mano encima y te sacare los sesos! — escucho bramar a una voz en la lejanía, repleta de furia. Pero no pudo decir nada, el dolor físico se sobrepuso ante todo impulso emocional. Las palabras que se formaron en su cerebro no llegaron a su boca, y solo pudo proferir un gemido sordo antes de dejarse llevar por la más profunda oscuridad.




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