Julia respiró profundo al salir de la galería, sacando un cigarrillo de su pequeño bolso. Se había prometido a si misma que no fumaria ese día, pero ya la ansiedad era mayor que su fuerza de voluntad. No se culpaba a si misma por ello, después de todo, ni en un millón de años hubiese sido capaz de imaginarse que rescatar a una chica necesitada de las calles iba a traerle tantos problemas.
Después de doce años.
No iba a mentirse, adoraba a esa niña. Isabela le había traído a su vida el cariño que le hacía falta, al igual que debía admitir que le tenía un gran aprecio a Adrián. A lo único que no le tenía aprecio, era a su jodido apellido que lo ligaba a aquel hombre que había tratado de olvidar con desespero durante tanto tiempo. Un doloroso tiempo.
— Recuerdo que siempre odiaste el cigarro… ahora pareces adicta a él — cerro los ojos tratando de bloquear su voz como si fuera un recuerdo lejano. Tratando de no pensar en el hecho que él estaba ahí de pie, tratando de hablar con ella. —. ¿Vas a ignorarme de nuevo Julia? Creí que habíamos superado esa etapa hace tiempo.
— Entre nosotros no hay etapas superadas, Carlos. Hay etapas olvidadas ¿Qué haces aquí? Deberías estar adentro apoyando a tu hermano — espetó sin darse la vuelta, temiendo que al verlo la defensa que había creado con los años se desplomara. Lo escuchó suspirar para seguido colocar la mano en su hombro. Su solo tacto quemo a través de la tela de su blusa, cosa que nunca le había pasado con ningún hombre de los muchos con los que había estado… ni siquiera su marido.
— Hazme el favor de mirarme, Julia — alzó la vista hacia esos malditos ojos grises que la atormentaron desde la primera vez que los vio — Yo no he olvidado nada — musitó y el anhelo en su voz la hizo temblar, sin embargo, era incapaz de quitar la vista de su anillo dedo anular. Se soltó de su ardiente agarre, retrocediendo de manera temblorosa.
— Debiste hacerlo en cuanto te casaste, por cierto ¿Cómo esta Fernanda? — lo vio apretar los labios con fuerza, dando varios pasos atrás. Sonrió melancólica al ver su expresión —. Nuestros caminos jamás debieron cruzarse de nuevo Carlos, lo sabes… si no has olvidado el pasado, te recomiendo que lo hagas ahora, yo ya lo olvide.
Se dio la vuelta sin más, empezando a caminar y dejándolo plantado en la acera. No podía volver al pasado, eso solo traería más dolor. Debía seguir viviendo de esa forma, en su caparazón, vacío y sin emociones. Solo así estaría bien.
O al menos eso creyó esa noche.
El destino era realmente travieso, tensando sus hilos, enredándolos y poniéndonos en las situaciones más inesperadas. En el caso de Julia, el destino la estaba llevando de nuevo a los brazos del que fue y será, el amor de su vida.
¿Querrá luchar contra ello?