A un cuarto para la media noche ya Cassie había entendido que Vidal no iba aparecer por su pórtico. Se disculpó con su padre y sus vecinos y se encerró en su habitación, tenía el pecho contraído y unas lágrimas gruesas que le cubrieron las mejillas. La chica le dolía aquello, no solo porque Vidal no había creído en los colores de la navidad, sino muy en el fondo Cassie tenía un flechazo con el chico gruñón. Cuando sus parpados se cerraron ya era media noche se sentía tan extraña y sin ánimos que no le costó dormir. A las doce y veinte Vidal estaba de pie en la puerta de Cassie, había despertado con aquellos fuegos artificiales de la media noche. Al entrar a la casa de los Meyer se fijó que todos estaban ebrios como para decir algo coherente así que siguió y entre puertas logró llegar a la que buscaba. Toco dos veces, después de un largo momento escucho pasos y luego la mirada soñolienta de Cassie. La chica se asustó de repente, cerró la puerta de un tirón casi que volándole la nariz al pobre Vidal.
Vidal Forestier estaba tocando la puerta de su habitación corrió a recoger la cama y cuando regreso entreabrió la puerta, mirando con cautela si el chico seguía allí. Y claro que lo estaba, confundido y con una sonrisa que le flecho el alma. Lo invitó a pasar con las mejillas rojas y el corazón desbocado, Vidal sonrió, se giró y la encaró.
-Los fuegos artificiales me han despertado. Debo decir que eres lo mejor que he conocido este año, Cassie- la mirada de ternura que Vidal le profeso a Cassie le helo la sangre- Eres y serás el cuento más bonito que contaré de las navidades. Mientras dormía deseche lo malos recuerdos y me llene de estos nuevos y tenéis razón. La vida es una y debo aprender amarla sólo que quiero que me sigas enseñando diariamente cómo, porque mi cabeza es una tormenta de arena y tú en tan pocos días te volviste el centro lleno de calma- y Cassie no podía creer aquellas palabras, se quedó quieta al ver al chico acercarse y de piedra cuando sus labios se unieron. En definitiva, era un amor inconmensurable que no tendría algún daño, a pesar de la oscura aura que desprendía Vidal Forestier, eran un acendrado que no podría mancharse.