Me vestí con lo que me habían indicado, lencería de encaje roja, ligueros y medias de red; calce mis pies con unos tacones altos color negro, mi rostro ya está maquillado y mi cabello hecho rizos.
Toda mi vida preparándome para este momento, estaba nerviosa e inquieta.
Sería vendida al mejor postor.
Mi cuerpo respingo al escuchar el golpeteo de la puerta, me vi por última vez en el espejo y no pude evitar ir mis ojos se empañarán, aunque respiré profundo y puse mi mejor sonrisa.
―Oh vaya, ¿segura qué eres virgen? ―ignore el comentario de Fred, uno de los guardias de este lugar.
Tras ver que no iba a contestarle porque así me lo ordenaron, empezó a caminar y lo seguí con la cabeza gacha y manos entrelazadas. No debo fallar en nada, 10 años de preparación a base de insultos, golpes y muchas cosas más horrendas lo que tengo que hacer esta grabado en mi cabeza.
―Detente.
Lo hago saliendo de mi nube, estamos detrás del telón. Fred habla bajito por el intercuminador y Brad que está arriba en el escenario sonríe de dientes completos y deja de aburrir a sus apostadores con chistes malos para presentarme.
―Bueno, amigos míos. A continuación, la última adquisición que tengo para ofrecer...
Mi corazón comenzó a bombear rápido, miré a mi costado y quise salir corriendo, Fred me noto sospechosa y enrosco su mano en mi brazo.
―No me toques ―sisee, está prohibido y lo sabe muy bien.
―Shh, sabes que tengo permitido hacerlo si es obligatoriamente necesario ―se acercó mucho para decírmelo, rodé los ojos y baje mi cabeza recordando que así debo mantenerme.
―¿Ya quieren verla? ―puse atención a Brad, los viejos rabo verdes chiflaron y gritaron. ¿Qué les habrá dicho?―. Hazla subir, a mi hermoso diamante.
Fred me susurró un «sube», miré los tres escalones y tragué saliva. El susodicho intercambio su agarre en mi brazo por mi espalda baja, nunca intentó propasarse conmigo siempre me defendió y lo extrañare mucho.
Sin despegar la vista del suelo camine por la alfombra hasta la equis dorada, me pare y acomode viendo al frente, no se miraba nada, totalmente negro.
―Por si lo siguen dudando les repito, es virgen, el cuerpo que carga es completamente natural... date una vuelta completa ―ordena y lo hago lento, mis manos sudan horrible por el miedo.
―Listo, ahora sí. Empezamos la puja, ¿un cuarto de millón?
¿Qué? Eso es mucho dinero.
―Aquí.
Mis oídos captan una voz grave y algo rasposa, no quiero irme con un viejo.
―¡300 mil!
―¡350 mil!
Mis ojos iban para todas direcciones, la suma de dinero aumentaba y Brad seguía alardeando cosas obscenas de mí causando que de una gritaran 1 millón, estaba en shock mi postura seguía siendo la misma por fuera, serena y tranquila, pero por dentro era un caos completo.
―¡1 millón a la una! ¡1 millón a las dos...! ¡Y vendida por 1 millón de euros!
Mi respiración se atascó, sentí a Fred moverme con dificultad ya que mis piernas estaban rígidas.
―Apostaron exageradamente mucho por ti. Sabes lo que tiene qué hacer, ¿verdad?
Con el nudo en mi garganta asentí despacio, Brad me había dicho días atrás que si la suma superaba los 500 mil, porque estaba seguro que si lo haría, no quería que mi comportamiento fuera asqueroso como siempre, tenía que hacer valer la cantidad de dinero que derrocharon por mí.
―Ten, ponte este abrigo.
―No puedo si...
―Shh, el señor me lo dio. Guarda silencio o te meterás en problemas.
Sorbo mi nariz y con su ayuda me puse el abrigo, lo abroche y espere al señor.
―Fred, la chica.
―Cuídate y suerte ―beso rápidamente mi frente y salimos por una cortina espesa color negra.
Mantuve mi cabeza gacha y noté unos zapatos de charol bien lustrados. Oí como le dijo a alguien que me llevara y sentí mi brazo ser jalado. Caminamos por los pasillos hasta la salida trasera.
Al momento subimos a una camioneta polarizada, estaba atrapada entre dos hombres, a mi lado derecho el señor que me compro. Su traje de sastre perfectamente pulcro me lo dijo ya que los otros parecían mas guardaespaldas.
―Sube ese rostro y mírame ―obedecí inmediato, llevándome la mala suerte de ver una cara arrugada, ojos oscuros y canas por doquier en su cabeza.
―Eres hermosa ―halago y su mano acaricio mi mejilla, quería correrme, echarme para atrás, sin embargo me obligue a sonreír.
Él también imito mi acción, dejo de tocarme y demando que bajara la vista.
No sabía obviamente a dónde íbamos, pero me inquiete y mis alertas sin permiso se activaron cuando vendaron mis ojos.
El carro se detuvo, una mano nuevamente se enroscó en mi brazo y me ayudaron a bajar del auto. No caminamos mucho cuando los tacones sonaron diferente, el piso es loseta o mármol.
Algo así recuerdo haberlo captado tiempo atrás.
La venda me fue quitada y mantuve mis ojos cerrados.
―Es temprano, no hay nadie en casa ―empezó hablar el señor y puse atención por si me lo decía a mí―, tengo que irme, aunque uno de mis hombres se quedara hasta la llegada de mi hijo ―unas pisadas se acercaron a mí, el mentón me fue sujetado obligándome a levantar la cabeza y abrí los ojos temerosa―. Pague mucho por ti, haz que valga la pena.
Asentí y sonrío, me soltó yéndose con más hombres de la casa. Me abrace y mire a mis alrededores buscando al hombre que se había quedado conmigo.
Estaba ahí, en la puerta principal cruzado de brazos por la espalda y viendo hacia enfrente. Me acerqué cuidadosa, le preguntaría dónde está la sala de estar para poderme sentar o... no sé, algo que tenga que hacer.
―El salón está a tu izquierda, puedes quedarte ahí sí quieres. No me dieron órdenes para ti.
―Bien.
Viendo el piso reluciente color blanco y las escaleras, específicamente el barandal con un increíble diseño, pasé al salón y me senté en uno de los tres sillones que hay, también puedo observar una mesita de centro con un libro y gafas encima, lámparas en cada esquina y una pantalla tv frente a los sillones, es grande nunca había visto una igual.
Editado: 27.06.2021