Placer Artificial

04_Llegada del joven Stone

—¡Demonio de ojos azules! —una voz masculina grita, bajo el libro y unos zapatos de tacón suenan el piso—. Si, pasen. Llévenla por allá.

Varios cuchicheos y veo a las chicas que están sentadas en los otros sillones hablando entre sí.

—Es la cápsula —dice Alba mirando hacia la entrada del salón.

—Anne está por llegar —masculla Sam y  zarandea los hombros de Sara.

—¡Que emoción! —chilla y las otras dos sisean.

—Shh, cállate, llamarás su...

—Chicas —de nuevo esa voz, giro mi cuello encontrándome a un hombre pelirrojo con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Las susodichas se levantan y saludan, ¿también debo hacerlo?

—Bienvenido a casa, joven Stone —las tres hablan al unísono, es demasiado terrorífico.

—Gracias por su cálida bienvenida, como siempre, ¿dónde está el demonio de ojos azules?

—El señor... —empieza Sam, pero se calla de momento.

—Aquí estoy, y deja de llamarme así.

Aparece Demian con ¿anteojos?

Rayos, se ve... no, no, ni lo digas, Sophie.

—¿Por qué? —se mofa y golpea su pecho jueguetón—. Así te decía Rachel.

Gruñe arrugando la nariz y se quita las gafas.

—No volveré a repetirlo, ese nombre no está prohibido en esta casa.

Me ve unos segundos y frunzo el ceño. El hombre pelirrojo gira su cuello y se sorprende al verme.

—Ohh, ya entiendo —me sonríe y dejo de verlo—. Me voy unas semanas y ya tienes a otra humana aquí.

¿Qué?

Eso me hace elevar la cabeza y Demian pasa su brazo por los hombros de ese hombre.

—Te falto decirme feliz cumpleaños, fueguito —dice entre dientes molesto y empiezan a caminar—. Vamos a mi despacho.

—Ni siquiera te gusta ese día... —es lo ultimo que escucho, lo demás se vuelve inaudible.

Unos minutos y la chicas se alteran. Me levanto inquiriendo porqué el alboroto.

—Agh, sólo porque eres nueva —rueda los ojos Alba, me cruzo de brazos y ella también lo hace—. Otras cosas que debes saber es que Kaleb Stone, mejor amigo de nuestro señor, aunque no viva aquí debemos darle la misma bienvenida.

—Ya, entiendo. ¿También debo hacerlo? Es decir, ¿estoy obligada a darle la bienvenida ridícula cómo ustedes? —las ofendo, sin medir mis palabras, Sam y Alba se enfurecen y la castaña me ve perpleja.

—No, haz lo que se te venga en gana —dice la pelinegra en un tono irónico.

—Puedo, sin embargo, un punto a mi favor es que en las reglas no está estipulado nada sobre él.

—Tenga cuidado, señorita —advierte Sara, bufo y me encamino fuera de la sala.

—¿A dónde vas? —inquiere en susurros la rubia, volteo y sonrío ladina.

—Qué te importa.

Abre su boca indignada y sigo mi camino sigiloso por el pasillo a un lado de las escaleras, tengo curiosidad de saber quién es Rachel o si debo mostrarme educada y sumisa con Kaleb, podría ser que pueda sacarle información.

Una puerta entre abierta y me acerco para ver o escuchar de qué hablaban. Me estoy arriesgando, pero da igual, estar encerrada en esta jaula de oro me aburre.

—Tu padre nunca se cansa, ¿eh? —suelta en risitas el pelirrojo, está sentado en un sillón de piernas abiertas y brazos apoyados sobre el respaldo—. La tercera es la vencida, ¿ahora si planeas llevar acabo su petición?

Un gruñido fastidiado, zapatos resonando duro en el suelo y sé que Demian está dando vueltas como león enjaulado.

—No tengo de otra, le queda menos de un año de vida. Con suerte logré conocer a su nieto, sino es que sólo sabe que ella quedó embarazada —se oye desesperado, una nueva faceta que no conocía.

Me recargo en la pared y sigo escuchado su conversación de cotilla, espero no ser descubierta.

—¿No sería más fácil falsificar papeleo y una prueba de embarazo? —bufa, queriendo apoyarlo, para mí también suena buena idea—. Te ahorras estos dilemas mentales de ser padre, vamos, tienes 23 años, muy joven para ya echarte encima una responsabilidad tan grande.

Ujujuy, información valiosa me está siendo almacenada a mi cerebro.

Demian suspira cansado y ya no se escuchan sus pasos locos.

—Sí, podría, pero ¿de qué serviría? Viene pidiéndolo desde hace tres años, cuando le dieron la fecha aproximada de fallecimiento. Ya le di dolores de cabeza con mi ignorancia, creo que es hora de complacerlo.

La estancia queda en silencio, me muerdo mi labio inferior dudosa y veo a todas partes, no hay nadie, me asomo con cuidado y veo sólo al pelirrojo mirando a la nada en el piso.

Así qué el Señor Leo está apunto de morir por una enfermedad o cáncer, es lo más seguro, esto me produce pensamientos contradictorios.

En primera festejo, ese viejo que me compró para un ser amargado y con fetichismos raros va a morir como la escoria que es, pero mi parte sentimental me hace sentir pena y compasión.

Que dañada estoy, carajo.

—¿Y cuándo sabrás si lo está? —salgo de mi nube mental para poner de nuevo atención, no me percaté que ya había reanudado su plática.

—En 10 días debe llegarle su menstruación, si no lo hace victoria para mí, pero si le llega tendré...

—Hey —un murmuro de afuera interrumpe mi concentración
asustándome y volteo con Alba—. ¿Qué haces?

Camina y niego haciéndole un gesto de silencio con mi dedo sobre los labios y corriéndola con la otra mano. Ella se acerca decidida y se que todo se ha jodido.

Me echo a correr por el pasillo lo más rápido que mis piernas débiles lo permiten, pero ella logra sujetar mi brazo fuertemente y jala de este desequilibrándome, caigo de sentón y así me lleva.

—Oye, suéltame —forcejeo e intento pararme, a lo que ella sigue caminando y no me da oportunidad.

Llegamos a la puerta y le ruego que no lo haga, claramente no me hace caso y da un azote. Me avienta dentro y me sostengo con los brazos para no golpearme la cara. Todavía tengo una leve sorpresa por la fuerza inhumana que poseen.




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