Sophie
Salgo del baño con ayuda de Sam, sujeto mi estómago como si eso pudiera amortiguar los efectos del embarazo.
Los mareos y vómitos se han vuelto más constantes de la noche a la mañana. Todo me da asco, cualquier olor que entra a mis fosas nasales me parece repulsivo y el bilis sube por mi garganta sin poder retenerlo.
Qué asco.
—Tenemos que bajar a desayunar —dice Sam por tercera vez—, pero si quieres puedo subir tu comida.
Niego lento haciendo un ruidito con la garganta.
—No tengo hambre, baja tú y dile a De... dile al señor que me siento muy mal.
Le pido, ella parece dudarlo un poco. Pero al fin se va después de arroparme, me cubro hasta la cabeza con muchas ganas de llorar.
Yo no quiero esto, ¡yo no quiero pasar por esto! ¡Ahhh!
—¿Humana?
Alguien ha entrado a la habitación, me hago bolita y finjo dormir.
—Se que estás despierta, no pudiste haberte dormido en cinco minutos —dice Kaleb.
Saco la cabeza entra la cobija y noto que mi vista está empañada.
—No tengo hambre —digo como justificación de mis actos impropios.
Vuelvo a taparme sobando mi estómago levemente, un embarazo tenía que ponerme así. Ya ni las porquerías que comía en ese lugar causaban esto.
—Lo sé, pero la personita dentro de ti si tiene hambre.
—No es cierto —contestó al instante con una voz aguda, frunzo mi ceño por cómo he hablado.
Kaleb se ríe y siento un aire que traspasa todo mi cuerpo. Abro los ojos percatándome que ya no estoy tapada.
—Debes comer, todos te estamos esperando para desayunar.
Vuelvo a negar abrazándome.
—Humana, no compliques las cosas.
Uy, no. Acabas de colmar mi paz.
Tomó asiento de golpe y él se aleja desconcertado.
—¿Tú estás cargando un bebé en tu útero?
—Amm... no.
—¿Tú estás vomitando desde hace horas?
Se cruza de brazos y ríe. Le voy a dar un puñetazo si lo vuelve hacer.
—Definitivamente no, tú eres la embarazada no yo.
—¡Exacto! ¡Ding, ding!, denle una estrellita al pelirrojo —aplaudo como loca y grito como si le estuviera felicitando.
—Estas loca, humana.
Lo apunto, varias veces y me paro de la cama con dificultad. Me siento muy débil.
—Sí, estoy muy loca —repito, sonrío de lado y él retrocede—. ¿Por qué haces eso? ¿Me temes?
Se mofa.
—Pff, ¿a ti? Nah.
Asiento y balbuceó cosas sin sentido, maldigo por estar aquí, por tener que convivir con ellos, por estar encerrada y por estar cargando con un bebé en mi vientre que no deseo.
Sí, no puedo más. Me siento en la cama y tapo mi cara, a chillar se ha dicho.
Malditas hormonas, me hacen parecer bipolar.
—¿Y ahora por qué lloras? —pregunta el muy imbécil.
—Salte, quiero estar sola.
—Oh, ¿O sea que prefieres que me vaya y suba Demian?
Elevó la cabeza negando frenética causando que me maree horrible.
—No, no, no.
—¿Por qué?
—Porque no y ya, no quiero ver a ese idiota ahorita o juro que voy a golpearlo.
Kaleb de nuevo se ríe, ruedo los ojos suspirando y me acuesto jalando la cobija.
—Me encantas humana, eres todo un caso. Y está bien, te dejo. Le diré al idiota que no quieres bajar, ya tú te encargas de él.
No digo nada, se va y otra vez me hago bolita. Trago saliva y veo mi vientre.
—¿Yo qué te hice, eh? Deja de tratarme tan feo, bebé.
Cierro los ojos e intento dormir. Pero en esta casa no puedo estar sola ni cinco minutos. Aspiro profundamente por la nariz, harta de todo.
Asomo la cara y lo veo cruzado de brazos masticando con la boca cerrada, ¿en serio? ¿Se levanto de la mesa para venir a enfadarme la existencia?
—¿Qué? —cuestiono grosera.
Y parece que le avente una palabrota porque alza ambas cejas ofendido el princeso.
—¿Disculpa? —habla, blanqueo los ojos.
—Disculpado —sonrío y me tapo.
—¿Qué es ese comportamiento tan infantil, Sophie? Quedamos en algo ayer, ahora baja a comer.
Tomo asiento de golpe poniéndome tensa por la furia, siento como esta recorre por mi torrente sanguíneo a una velocidad tan veloz que mi cara se siente caliente en segundos.
—No quedamos en nada tú y yo, fuiste un grosero ayer. Y no tengo hambre, por su culpa no tengo hambre —señalo mi estómago.
—No le eches la culpa al bebé, tú no quieres comer por los ascos.
Asiento.
—Diste en el blanco, si como, vomito y ya no quiero vomitar —abro los ojos un poco más de lo normal al decirlo, él tensa su mandíbula y sus cejas se funden.
Unos segundos en silencio viéndome con es cara de "Juro que te mataría si no llevaras a mi heredero en el útero", después asiente y da la vuelta saliendo del cuarto.
Entrecierro mis ojos, ¿es todo?
Vaya, no discutimos tanto. Qué aburrido.
° ° ° ° °
Mi vista esta puesta en un punto fijo, mientras mi cuerpo descansa en el suelo del baño abierta de pies, justo en frente mío esta la taza del inodoro. Estoy perdida en mis miles de pensamientos, evitando que los recuerdos de mi pasado me atormenten.
Gimoteo al sentir la arcada y me paro rápidamente a expulsar el ácido gástrico, ya no hay nada más que pueda desechar.
—¿Sophie? —tocan la puerta despacio, escupo al final y mi cuerpo se estremece ante el sabor agrio de mi boca.
—No quiero ver a nadie, Sara. Por favor déjame tranquila —pido amablemente.
El inodoro se baja en automático y me sostengo de las orillas para levantarme. Mis piernas tiemblen como gelatinas, me siento tan débil, tan fatigada... muerta.
Llego al lavabo arrastrando mis pasos, abro el giro y enjuago por quien sabe cuántas veces mi boca, me mojo la cara y elevo la cabeza. Sí, parezco muerta.
Editado: 27.06.2021