Continúo acariciando su vientre como si fuera lo más delicado de este mundo, tal vez si lo sea.
Ya he asimilado que seré padre, nunca me imaginé que de esta manera, pero ya está aquí. Por voluntad mía o no, no hay vuelta atrás. Haría lo que sea para terminar el proceso de gestación y que ambos estén bien.
Elevo la cabeza sin detener mis movimientos, ella tiene la mirada puesta en mi mano, parpadea y ahora me ve a mí.
—¿Estas incomoda? —pregunto.
Niega.
—¿Quieres irte a dormir? —esta cuestión tiene algo más escondido, una intención lasciva.
Al no tener ninguna respuesta me levanto y trepo por su cuerpo quedando a horcajadas de sus caderas, yo de rodillas y ella entre mis piernas, sin escape. Ambas manos mías van a lado de su cabeza, teniendo cuidado con su cabello, me inclino hasta quedar a escasos centímetros.
No dice nada, ninguna reacción.
—¿Quieres divertirte conmigo? —propongo viendo a sus labios, relamo lentamente los míos.
Su respiración se hace pausada, la observo tragar saliva. Sus piernas se mueven y hacen contacto con las mías.
Después de un rato de mirarnos solamente, por fin obtengo una respuesta. No verbal, pero me hace cerrar los ojos y abrir la boca involuntariamente.
Pasa sus suaves y frías manos por todo mi torso, sube a mi cuello, alzo la cabeza, siento mis músculos contraerse y la misma vez destensarse. Su tacto es tan real que tengo que abrir los ojos para confirmar que es ella la que me está tocando como nunca lo habían hecho.
Sus dedos acarician el tatuaje, lo admira.
—¿Te dolió mucho? —inquiere, y siento que está desviando el tema.
Niego respirando pesadamente.
—Vamos, Sophie. Te deseo, déjame tocarte... déjame tenerte.
Sueno desesperado, en realidad si lo estoy.
—¿Por qué? ¿Ya no te satisfacen tus As?
—No, no como tú lo haces o hacías —confieso sin remordimientos, el alcohol en mi sistema vence al orgullo.
—El problema contigo, uno de los tantos que tienes, es que solo buscas complacerte a ti, ya sea por medio de placer artificial o lo que obtenías de mí —suelta en un tono arisco, aprieto mi quijada, es verdad—. Yo también quiero gozar, soy humana al igual que tú. Quiero sentir ese placer que tanto me dijeron que sentiría si yo me entregaba de piernas abiertas a mi señor.
Sus palabras son duras, crudas y un tanto despreciables. Por el simple hecho de lo que cree que tiene que hacer para obtener algo de mí, ¿qué he estado haciendo? ¿qué le hicieron a ella, a su mente en ese lugar?
Y de repente siento una presión en mi pecho, un instinto de protección que se instala en mi cabeza. Quisiera poder borrarle toda la educación errónea que tuvo, enseñarle todo lo que es capaz de hacer sola sin depender de un hombre, de un dueño, no es un objeto, no es de mi pertenencia.
—Oh, Sophie —pronuncio bajo.
Me sostengo en un solo brazo y acaricio la mitad de su cara. Ella es hermosa, si fuera otra mujer ya tuviera a los hombres en la palma de su mano. Tiene carácter, pero lo oculta por miedo a ser reprimida.
Siglo XXX, la igual de genero se expresa en su máximo punto.
Ella puede, si supiera, pudiera contactar a la policía y decirle bajo qué circunstancias la tengo, no está por su voluntad. Y buscarían pruebas, las hay, mis As tienen micro cámaras integradas en las pupilas de sus ojos. La identidad falsa de Sophie sería otra cosa que encuentren.
Sería el fin de todo esto, e iría preso al menos 50 años o dependiendo todas las leyes que he violado.
No importa tu poder, tu estatus social, o eres cuidadoso con tus movimientos en sitios clandestinos o vas tras las rejas. La corrupción no existe, te tratan y juzgan como si fueras uno más, no hay trato especial o compra de juez.
Inténtalo y tu condena será más larga.
La ley es la ley, y ya no puedes pasar sobre ella.
Mierda.
° ° ° ° °
Al final con Sophie anoche no hicimos nada, ella se fue confusa a su cuarto y yo trasnoche. No pude pegar ojo.
Pienso en todo lo que he hecho hasta el momento con ella, las amenazas, las reglas, lo que haría con ella sino me obedecía, no tengo ningún látigo en casa, y la habitación oscura está en mi laboratorio, pero es un almacén de piezas maquinarias.
Le pinte una persona de mí que no es del todo cierta.
Sí, soy un hijo de puta en lo que conlleva mi personalidad y a veces respondo a mis impulsos. Así que confirmo que existe la posibilidad de levantarle la mano y golpearla, pero hay un riesgo enorme de hacerlo.
Mi vida, lo que he construido estos 10 años se iría al carajo.
Y nunca me había puesto a reflexionar sobre esto, a pensar en lo que hacía, solo actuaba sin pensar.
Necesito cambiar, sino ella puede darse cuenta que está protegida por la ley de Galimore. Una llamada, mi casa seria invadida de investigadores en menos de lo que canta un grillo, buscando el primer indicio de quebrantamiento de ley hacia la mujer, hacia nuestros derechos humanos.
Estoy jodido, y lo estaré más si no arreglo mi desorden.
Es hora de seguir los consejos de Kaleb.
Me levanto decidido de la cama, pido a duras penas una pastilla para el dolor de cabeza a Sam, entro a la regadera y abro el agua helada, se siente bien sobre mi cuerpo. Salgo fresco, me seco por completo y enrollo la toalla a mi cadera.
La puerta de mi baño está abierta, por ella pasa Sam con una pastilla y un vaso con agua. Acepto ambas, le regreso el vaso vacío y ella se va.
Agarro otra toalla, pero más pequeña y la paso por mi cabello con delicadeza. Me quedo parado enfrente del lavabo, pulso el cajón debajo de este y se abre solo, saco mi aparato de depilación láser.
No me gusta tener bigote o barba, ahorita estoy limpio, aunque debo seguir pasando la máquina para evitar que salgan los vellos.
Editado: 27.06.2021