Sophie
Jadeaba sin control en su cuello porque me tenía pegada a él, sentía tan delicioso su vaivén, pero no es lo único que sentía.
Una mirada, alguien nos estaba viendo.
Volteé la cabeza como pude y entreabrí los ojos, notando que Alba se encontraba de cotilla con la cabeza asomada desde el pasillo.
Aunque la cache no se movía y su expresión era terrorífica.
—Demian —lo llame, pero me salió más con un gemido y él gruño tomando mi cara con su grande mano.
—Hazlo otra vez, me pone tu boca diciendo mi nombre —confeso en un tono grave sin dejar de respirar pesadamente.
Solté otro jadeo pequeño y metió sus dedos, por un momento había olvidado a Alba, pero su imagen regreso.
—Nos están viendo —masculle con dificultad.
Él suelta una risita y saca sus dedos de mi boca.
—¿Qué dijiste?
Cómo no dejaba de moverse así que desenvuelvo mis piernas de sus caderas y me aparto un poco colocando mis manos sobre la mesa, mi corazón este acelerado y necesito tomar una gran bocanada de aire para recuperarme.
—¿Ya llegaste? —inquiere, es mi turno de reír.
Niego y señalo por encima de su cabeza, encarna sus cejas y a los segundos gira su cuello.
Como lo esperaba sale de mí y se sube los pantalones, apoyándome de él bajo de un pequeño salto de la mesa acomodándome la falda del vestido.
—Era Alba.
—Lo sé —respondo.
Aun tengo reproduciéndose las pulsaciones de mi cuerpo, aclamando atención.
Estaba a nada de venirme, esa rubia me estropeó mi orgasmo.
Demian carraspea y volteo a sus ojos.
—¿Terminamos arriba? —propone, me muerdo el labio inferior.
Y como una niña chiquita asiento, él sonríe satisfecho. Toma mi mano sin previo aviso tirando de mí hasta las escaleras.
Me indica que suba primero, para eso quito su mano de la mía. Su tacto me puso nerviosa, pero no lo demostré.
A mitad de los escalones siento como se pega a mi espalda, me sostengo fuerte del barandal evitando caerme. Rodea mi cintura y su otra mano se entromete bajo el vestido hasta mi pecho derecho.
—Demian, espera.
Subo otro escalón a duras penas, él aprieta sin piedad y me roba un gemido.
Carajo.
Eso parece encenderle o motivarlo a llegar más rápido, porque me carga. Pegue un gritillo de la impresión y me deje llevar.
Entra a mi habitación cerrando tras de sí, casi corre a la cama para dejarme suavemente en ella, se echa para atrás y comienza a desvestirse.
Igual lo hago, retiro el vestido por arriba dejándolo caer a la alfombra, iba por mis bragas, pero Demian se acerca y toma mis manos poniéndolas sobre mi regazo juntas.
—Yo quiero hacerlo —demanda.
Trago saliva al verle sus orbes mojados en morbosidad, no articulo ninguna palabra y él entiende que no haré nada.
Me quedo en la misma posición observando cómo se quita la ropa, al retirarse el pantalón note su erección marcada en los bóxer.
Suspiro mordiendo mi labio inferior inconscientemente, y un tanto colorada subo la vista a su rostro.
—Recuéstate —ordena, y yo acato inmediato.
Le veo venir, detallar mi desnudes con su mirada, se detiene cuando nuestras piernas rozan. El tacto de su piel tibia con la mía activa una chispa que recorre mi espina dorsal y eriza mi piel.
Cierro los ojos al sentir como las yemas de sus dedos se deslizan por mis muslos, apenas si me toca y quiero que lo haga.
De nuevo tomo una bocanada de aire por la nariz profunda cuando llega a mi vientre, abro los ojos un poco y observo que dibuja un círculo sobre el pequeño bulto.
Se agacha a dar un beso en esa zona, al menos estoy segura que va a querer al bebé.
Sigue repartiendo besos, pasa por mis costillas y entre más sube su cuerpo va acorralándome.
No evito tocarlo en cuanto está a mi alcance, no emite un gesto de rechazo o me dice que no, así que acaricio sus brazos con las venas saltadas.
La sensación bajo mis manos es satisfactoria, su piel es tan suave y sin vello.
—Ahh —se me escapa un gemido involuntario.
La estimulación de mis senos con su lengua los pone erectos y sensibles, cada lamida, cada chupada, hasta las inofensivas mordidas que les da me provocan demasiado placer.
Todo se va concentrando en mi centro, que empieza a palpitar.
Sin darme cuenta ya tengo las manos en su cabello y los mechones entre mis dedos son tirados, él me regala un ronco jadeo.
Relamo mi labio inferior para luego mordérmelo suavemente, pensé que subiría y me besaría en los labios, pero otra vez desciende dejando besos pequeños a su paso.
Llega a mi pelvis, me tenso por un momento al sentir un beso ahí, aprieto la sábana a mis costados cuando sus manos agarran el borde de mis bragas, unas que han de estar sumamente empapadas.
Y no me da vergüenza que se de cuenta lo que ha causado su previo juego ni lo que hicimos en el comedor.
Suelto mi labio torturado para jadear bajo, lo deseo, en este momento deseo que esté dentro de mí y no pare sus movimientos hasta lograr que llegue al orgasmo.
—¿Estas bien, Sophie? —su pregunta me desconcierta un poco.
Elevo la cabeza y asiento frenéticamente.
También me percato que estoy expuesta, nada tapa mi sexo, él sin dejar de verme abre mis piernas posicionándose entre ellas, su cara prácticamente está a centímetros de mi vagina.
—¿Qu-qué haces? —cuestiono porque me pongo nerviosa.
Él sonríe de lado.
—No tengas miedo, voy a practicarte sexo oral, lo que el otra vez hice con mis dedos ahora será con mi boca y tal vez mi lengua... ¿lista? Tú solo disfruta.
Pasmada dejo caer mi cabeza e intento relajarme, si no me llega a gustar voy a decirle que se quite.
Si, eso...
—Oh, mi Dios —gimoteo cerrando los ojos.
Otro gemido sale de mi boca y recordando que no le gusta que genere ruidos presiono mis labios jadeando internamente.
Editado: 27.06.2021