Placer Artificial

16_Embriagado de sentimientos

Las piernas no dan para más, pero al menos ya llegué a la cuidad desde hace rato. Mi auto llega y poniendo la huella en el vidrio se abre la puerta.

—Buenas noches, Demian. ¿Qué tal tú día? —habla Need, resoplo—. ¿Vamos a casa?

—No, llévame a Delish.

Retiro los lentes de sol de mi cabeza y los guardo en la guantera. 

—Redireccionando GPS, ¿quieres qué haga el pedido de siempre?

—Sí, pero agrega una rebanada de pastel de chocolate —le pido mientras me recuesto en el asiento.

Despreocupado porque Need maneja por mí.

—¿Mermelada de fresa o crema de avellanas?

—Mermelada de fresa —contesto.

—Bien... pedido hecho, pagado y estará listo en minutos. Sólo tendrás que bajar la ventanilla de tu lado para recogerlo.

—Gracias, Need.

Y como dijo, el auto se detuvo a lo que me enderezó para bajar la ventanilla.

—Gracias por su compra en Delish Chocolates, ¿A qué nombre es su pedido? —inquiero una chica en cuanto me visualiza.

—Demian —pronuncio neutro.

Ella asiente, llama a otra chica y traen mi compra dentro de dos cajas de papel kraft. Agradezco por cortesía, pero mi tono de voz es amargo. Necesito distraerme de esto.

La ventanilla se cierra y Need avanza hasta la esquina de la cuadra.

—¿Ahora si a casa, señor? —inquiere Need listo para arrancar.

Abro la caja y sin importar que me manche los dedos agarro un trozo de la rebanada de bizcochó chocolatoso.

—No, llévame con Kaleb.

Unos segundos de silencio que aprovecho para comerme el pastel. Mastico lento, sin prisa, envolviendo todas mis papilas gustativas de este elixir esponjoso.

—El joven Stone se encuentra en su casa.

—Ahí quiero ir, Need.

—De acuerdo. GPS direccionado a la casa del joven Stone, llegada aproximadamente en 5 minutos. Se le pide por seguridad a mi pasajero abrocharse el cinturón.

Y con la boca llena chupo mis dedos embarrados de ganache de chocolate, luego hago lo que Need me pide, en cuanto el sonido de clic se escucha el auto comienza su trayecto.

Me acomodo en el asiento, doy la orden de que apegue la luz led de aquí dentro y sólo queda iluminado el tablero inteligente.

Continúo comiendo de cacho en cacho el pastel, sin dejar de pensar en Sophie. Si no fuera porque estoy llenándome de azúcar la boca sentiría un sabor agridulce y amargo, me frustra no saber qué siento por ella.

—Hemos llegado al destino, ¿quieres qué le avise a Kaleb que llegaste?

—Sí.

Salgo del auto con mis chocolates en mano, ya me acabé la rebanada de pastel. Esperare un poco más en devorar lo que queda, tanta azúcar me ha empalagado.

Need me dejo en la entrada, ya sólo subo los escalones de mármol que se me hacen una tortura para mis piernas. Iba a colocar mi huella en censor de la puerta para abrirla, pero está se abre por alguien más.

—Hasta que te acuerdas de mí, bastardo.

—A mí también me da gusto verte, amigo —contesto irónico.

Me da espacio y entro arrastrando los pies.

—¿Y qué te obligo a venir? —pregunta indicando la estancia en donde vamos a estar.

Resoplo.

—Lo estoy estropeando, Kaleb.

Me tiro al sillón, dejo mis dulces a un lado de mí para quitarme los zapatos.

—No es novedad, ¿ahora qué hiciste?

—Hice exactamente lo contrario a tu consejo. No le di palabra a Sophie —mi amigo se golpea la frente, río sin gracias por eso.

—¿Acaso quieres qué te odie y repudie como Rachel?

Lo apunto con mi dedo poniéndome peor de lo que ya estaba.

—No la menciones.

Agita la mano restándole importancia, suspira tan exagerado y se levanta.

—Ya supéralo, Demian. Ha pasado un año.

—Ajá, como sea. No vengo hablar de ella si no de mi esposa.

Se detiene abruptamente en medio de la sala, con dos vasos de vidrio y una botella de tequila.

Dije mi esposa, ¿cierto?

Tu conciencia afirma, idiota.

Kaleb procesa mis palabras, observándome como si tuviera una alimaña pegada en la cara. Reacciona al minuto y vuelve a tomar asiento a mi lado, jalo la caja de chocolates a mi regazo porque casi se sienta arriba de ella.

—¿Tu esposa? ¿Ya la miras así?

Abro y cierro la boca sin poder articular algo que me defienda.

—Pues... pues sí, digo, lo es, ¿no? Firmamos el acta y todo, legalmente es mi esposa. Tiene mi apellido en su nombre.

—Sí, claro. Yo también estuve ahí presente, pero no es real, Demian. Es decir, ustedes no se aman.

Me ve de reojo, el sabor amargo en mi boca regresa. Hago un mohín y saco un chocolate para comerlo. El pelirrojo sirve el tequila en ambos vasos. Dándome uno posteriormente.

—¿Y? No necesito amarla para saber que es mi esposa.

Kaleb no dice nada, ve un punto fijo en el piso y bebe de un solo trago el tequila.

—Okay... dejemos eso a un lado por un momento. Ahora dime qué hiciste exactamente para callar a Sophie.

De nuevo bufo, bebo la mitad de mi trago antes de contestarle.

—Gritarle que no tenía derecho de opinar sobre mi vida, que yo iba a ir a mi ritmo y sus recomendaciones me importan una mierda —digo sereno, terminando el tequila de mi vaso.

Lo extiendo hacia Kaleb que vierte una cantidad moderada de ese líquido bronceado trasparente.

—Mira, yo sé por lo que has pasado y lo difícil que te es escuchar a los demás si de tu vida respecta, pero no debiste gritarle eso. Vas ocasionar problemas.

—Lo sé, soy un idiota —confieso, harto.

Llevo el vaso a mis labios, bebiendo un trago moderado de tequila. No quiero llegar ebrio a casa. En ese estado hago cosas raras.

—Deja de decir eso y entiende, Demian —empieza a reñirme—, puedes oír a los demás darte consejos, no tiene nada de malo, tampoco significa que vas a cruzarte de brazos y tendrás que hacer exactamente lo que te digan, el consejo se toma, lo pones a prueba y si te funciona, bien, si no pues simplemente lo descartas y ya, no vas con la persona y le gritas que sus consejos son una mierda... —hace pausa para tomar de su vaso—. Créeme que la intención de las personas que te queremos dar un consejo es sólo para ayudarte. 




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