Plaga: Invierno Negro

Capítulo 11. – Rebelión en el bosque

Leon despertó, de golpe. Había soñado algo relacionado con los no–muertos, y con la empalizada de Numantine, a cuyos pies se abría un foso sin fondo.

El carromato había dejado atrás el bosque, y viajaban ahora entre colinas, en dirección a la Cadena del Dragón que separaba Valarys de Arquilia. Una marcha penosa, opinaba Leon, sin la alegría de Chanty, a pesar de que el hada intentase levantar los ánimos.

Lo habían perdido todo, o casi todo. Mercancías rotas, caballos muertos… El padre de algunos de los chicos también había sido arrastrado por la turba de magia oscura, y ahora estos yacía al fondo del carromato, mirando ausentes en la lejanía, junto a Leon, que pensaba en las palabras de Chanty.

La posada del Caballo Saltarín, en la aldea de Bryll. Eso es lo que tenía que encontrar, y lo que se repetía mentalmente, una y otra vez. Pero, en su fuero interno, se preguntaba si ella estaría realmente allí. Se preguntaba si Chanty tendría algún as bajo la manga. Si había podido, sola y en la oscuridad, hacerse cargo de aquella monstruosa marabunta.

La aldea de Bryll, situada en la comarca del mismo nombre, estaba situada a un par de días de distancias, junto a la falda de las montañas, pero antes de llegar allí, Leon – o, más bien, la comitiva – se vio detenido por un puesto de guardia élfico, cuyos guardias les cerraron el paso.

– Éste camino tiene un precio. – Les dijeron. – Lord Nomura, el señor de éstas tierras, está teniendo problemas con los renegados, y para utilizar sus tierras es necesario apoyar su causa económicamente.

– Pero nosotros no tenemos ese dinero. – Replicó Laertes, intentando hacerles entender. –  Numantine ha sido atacada por hordas de monstruos, hemos perdido allí la mayoría de nuestras posesiones. Cuando lleguemos a Bryll podremos intentar volver a ahorrar, pero hasta entonces, este dinero es lo único que nos queda para dar de comer a nuestros hijos.

El camino alternativo que les proponían los soldados no era muy alentador, ya que implicaba un rodeo de más de una semana, desviándose al norte hasta la frontera con otro reino. Así que era pagarles el peaje, o retrasarse una semana. Y no podían perder alegremente el dinero, ya que tenían que aprovisionarse. Lo único que les quedaba, era vender parte del equipaje que Chanty había dejado al desaparecer.

– Eso no es posible. – Dijo Leon, bajándose del carromato cuando los oyó proponerlo. Puede que ella no estuviera, pero no pensaba permitir que se deshicieran de sus cosas alegremente. – Tiene que haber algo más que podamos hacer.

Cuando los ojos de los soldados elfos se posaron en él – o más concretamente en su armadura y espada – Leon percibió un aumento del interés.

– ¿Tanta prisa tienes, mercenario?

– No soy un mercenario. – Replicó él. – Soy un soldado bajo las órdenes del Rey de Arquilia, en una misión urgente. Y necesito llegar a Bryll cuanto antes. Ya les dijeron que no tenemos suficiente dinero… ¿Podríamos resolverlo de otra manera?

– Está bien, arquiliano. – Dijo uno de los soldados, mirando al otro en busca de aprobación. – Los dos tenemos una misión, y aunque no podemos fallar en la nuestra para que tú tengas éxito, podemos facilitarte las cosas. – Alzó la cabeza, indicando con un movimiento el peñón que había tras ellos, sobre el que se levantaba una fortaleza. – Te llevaremos ante nuestro señor, Lord Nomura, y él decidirá qué hacer con ustedes.

Leon miró a los comerciantes, pero éstos le devolvieron la mirada. Ellos sólo eran compradores y vendedores. Aparte de ganar dinero en los pueblos, no tenían un gran objetivo, y menos ahora que habían abandonado su ruta habitual. La decisión de negociar o no con el Lord elfo era suya y solo suya.

Y, si había algo que no quería, era retrasarse, así que no tardó en subir por una empinada escalera en dirección a la fortaleza, soportando el peso de la armadura, la espada y el escudo, mientras notaba el sol del mediodía en la espalda. 

– También hay un desagüe, que se abre directamente en el patio. – Le dijeron los guardias, lanzando una carcajada. – Desde luego es una subida mucho más a la sombra.

El lugar era bastante señorial, más aún que la casa del Gobernador de Lorecia. Al parecer, según le explicaron los elfos, en su cultura les daban a los Lores casi tanta importancia como a los reyes. Puede que todos rindieran pleitesía al rey de Valarys, pero, a la hora de la verdad, todos ellos eran los reyes en sus tierras.

– Son todos especiales, – le dijeron. – De una raza distinta al resto, por naturaleza aristocrática.

Con todas aquellas presentaciones, y aquel lugar tan imponente, Leon se esperaba un ser aún más elegante que Chanty, con cabellos sedosos y ropas caras, pero cuando se encontró con Lord Nomura en persona, acompañado de Laertes, se sorprendió. Lord Nomura era un elfo alto, como el resto de elfos, tenía las orejas puntiagudas y el cabello color azabache, pero sus ropas no eran tan suntuosas como lo que esperaba encontrarse en aquella fortaleza, y su comportamiento era menos ególatra del que había detectado en los consejeros de Arquilia. 

Cuando le explicó su misión, la de llegar al Árbol Sagrado para impedir que otro mago lo llenara de magia oscura, además, Lord Nomura se echó a reír.

– ¿Purgar al Árbol Sagrado? Me temo que lo has entendido al revés. Es el Árbol Sagrado el que te purifica, acercándote a la condición élfica. Pensar que es posible dañarlo o purgarlo después, es simplemente ridículo. No sé quién será esa elfa con la que tienes que encontrarte, pero, cuando la veas, pídele que te cuente la verdad.

No obstante, dijo, no tenía ningún problema con su misión, ya que lo que querían era pasar por sus tierras y no establecerse en ellas. – Pero si quieres pasar por mis tierras y aprovisionarte de mis arcas, vas a tener que hacer algo a cambio.

Un grupo de renegados, le explicó, había comenzado una rebelión con la intención de destronarlo, alterando el orden natural de las cosas. – Mi linaje lleva rigiendo ésta tierra desde hace cientos de años, – aclaró. – y nunca ha habido queja, hasta ahora. Pero temo que se hayan introducido ciertos elementos desestabilizadores en las aldeas, y ahora la gente se ha levantado en armas, pidiendo mi cabeza y la de mi mujer e hijo.



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En el texto hay: aventura epica, accion, medieval

Editado: 14.05.2020

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