Plaga: Invierno Negro

Capítulo 12. – La verdad

El elfo se quitó la máscara de madera, dejando ver un rostro hermoso, como todos los elfos, de cabello castaño y ojos almendrados. El otro elfo, Nako, lo agarró del hombro.

– ¿Estás loco, Lum? ¿Qué diablos estás haciendo?

– Tal vez sea nuestra mejor opción, Nako. – Dijo Lum. – Llevamos demasiado tiempo en este conflicto, y ya no podemos ver más allá. Pero éste joven humano nada entiende de nuestros odios y tradiciones. Estoy seguro de que Nomura le habrá contado su versión de la historia… ¿Y si le contamos la nuestra y dejamos que sea él quien decida?

– ¿Qué decida? ¿Un humano?

Nako se quitó la máscara, revelando un rostro también de hermosos y finos rasgos, con cabello liso rubio. – Tú lo has dicho… Los humanos no saben nada de nuestras tradiciones. Son traicioneros y volátiles, y nunca entienden nada. Pero está bien.

Nako aceptó, y, una vez con su aceptación y la de Nae, que estaba apostada en un árbol aun apuntando, Lum le preguntó a Leon qué era lo que había dicho Lord Nomura.

El chico, por su parte, no acababa de confiar en ellos. Sí, Lum parecía ser una buena persona, pero era un elfo. Al igual que Lord Nomura. Y su madre ya le había dejado bien claro que no se acabase de fiar de aquellos.

Así que decidió esperar, y no contarlo todo a la primera. No podía actuar tan inocentemente si quería sacar algo en claro y no ser utilizado por todos a la vez.

– Dijo que son rebeldes. Que eran una aldea que se rebeló por la presencia de agitadores.

Lum se echó a reír y miró de reojo a Nako. – ¿Has oído? Dicen que hay agitadores por estas tierras…

Nako, por su parte, también se sonrió. – Apuesto a que ese serías tú, Lum. Seguro que te anda echando mal de ojo día sí día también.

– ¿Y qué más dijo? ¿Te habló de su hijo? ¿Te dijo que queríamos matarlo, o algo así?

El rostro de Leon debió de ser lo suficientemente elocuente. Ahí llegaba la parte principal: El hijo. Puede que tanto Lord Nomura como aquellos bandidos fueran unos manipuladores, pero el pequeño… Lo había mirado con sus ojos marrones y Leon había sabido que los ayudaría.

Al principio de todo, cuando los Titanes dejaron el mundo para ascender al plano divino, confiaron a los elfos los secretos de la Creación y la magia, o eso decían las escrituras élficas. Al hacerlo, les dieron el don de la longevidad, para preservar la pureza del saber. No obstante, para mantener un equilibrio y evitar que los elfos sobrepoblaran la tierra, su fertilidad cayó por los suelos, y los niños eran muy escasos.

– Algunos dicen que hay un hechizo o un espíritu que controla la población total de elfos, para que siga siendo la misma. – Concluyó Lum. – Pero sea como sea, la realidad es que los niños elfos son nuestro tesoro más valioso, que resguardamos con fervor. Son tan escasos, que no podemos permitirnos perder ni siquiera uno de ellos.

– ¿Y entonces? – Preguntó Leon, con el recuerdo demasiado fresco de las murallas de Numantine. – ¿Por qué quieren matar al hijo de Lord Nomura?

– Ahí está el problema, soldado… – Replicó Lum. – No queremos matarlo. Queremos recuperarlo.

Allí era donde empezaban las discordancias, al parecer. Leon le devolvió una mirada extrañada, atando cabos en su subconsciente más rápido de lo que le gustaría. Pero el elfo tampoco era tonto. – Creo que ya sabes hacia dónde va esto, así que lo resumiré. – Se volvió hacia el arquero, haciéndole un gesto. Éste se descolgó, grácilmente. – Quiero presentarte a Nea… Mi mujer.

Cuando se desenmascaró, Leon se encontró repentinamente frente a una versión adulta del hijo de Lord Nomura. Ojos castaños, almendrados y grandes, cabello caoba… La elfa, Nae, también tenía piel morena, aunque la suya tenía un tono verdoso, como el de los árboles. Según lo que le había dicho Chanty, era una elfa de los bosques.

– Efectivamente. – Dijo, con un acento distinto al del hombre, al que se acercó con familiaridad. – Kai es nuestro hijo. O lo era, cuando ese tirano lo arrancó de mis brazos.

– Un hijo es una bendición de los dioses. – Siguió Lum. – No cabíamos en nosotros de alegría.

– Pero no era lo mismo para nuestro señor. – Añadió Nea. – Proviene de un linaje antiguo, anterior a nuestra era, de cuando aún existían los Kram… Tus titanes. Quería asegurarse el poder sobre éstas tierras, y la mejor forma era conseguir un heredero. Pero para nosotros, los hijos son criaturas misteriosas, y aunque viajó por tierras del este, cuando volvió con su esposa, seguía sin tener uno. Entonces supo que nosotros éramos padres. Y decidió que hay veces que unos súbditos deben pagarle un diezmo al señor. – La elfa entrecerró los ojos. – Un concepto bastante humano, ¿no crees?

– Y se lo robó. – Entendió Leon. – Pero no lo entiendo, no sería su heredero, ¿verdad? No es hijo suyo.

– Los humanos identifican el linaje con la sangre… – Dijo Lum. – Sus reyes lo son desde que nacen, aunque vivan toda su vida en una pocilga, y sus campesinos serán, campesinos, y sus nobles serán nobles. Y al final, el jovencito que en su vida ha empuñado una espada o ha aprendido protocolo pasa de golpe a ser rey porque en el hombro izquierdo tiene la misma marca que su padre.

– No estoy seguro de que sea así. – Hasta entonces, Leon sólo había oído aquello en cuentos o en chismorreos, todo bastante poco verosímil. – Aunque que lo de la sangre…

– Para nosotros no es así. – Continuó el elfo. – El destino de un elfo no lo determina la identidad de sus padres, sino la identidad de quien lo cría durante la infancia. Si un rey y un campesino intercambian sus hijos y los crían a su manera, el que críe el rey será príncipe, y el que críe el campesino, campesino.

– Y, si un noble roba un bebé… Entonces ese pasará a ser un noble también. – Entendió Leon. La elfa desvió la mirada, afectada, y Lum le pasó el brazo por los hombros. – Pero no entiendo por qué eso es malo. ¿No quieren que su hijo sea un noble?



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En el texto hay: aventura epica, accion, medieval

Editado: 14.05.2020

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