Plaga: Invierno Negro

Capítulo 18. – El hogar de los muertos vivientes

La luna brillaba sobre sus cabezas. Blanca, omnipresente. Un observador imparcial de la batalla que estaba a punto de tener lugar.

Cuatro jinetes observaban la torre, que se elevaba orgullosa frente a ellos. Un fuerte orco, que había albergado a un clan de los muchos que batallaban contra los elfos a menudo, y comerciaban ocasionalmente. Si había algo que los elfos despreciaban más que los humanos, eran los orcos, y su apariencia tosca. Pero éstos vivían desde tiempos inmemoriales en sus tierras, y los elfos los toleraban, ya que ocasionalmente algún héroe decidía probar su valor, y no había mejor forma que luchar contra los hombres–monstruo más cercanos.

Pero no iban a luchar contra ellos, luchaban contra algo más terrible, algo mucho más oscuro que un par de chamanes orcos. Iban a luchar contra la maldición que asolaba aquellas tierras, desde las Montañas de Akash hasta la costa de Arquilia. La Plaga llevaba meses asolando esa parte del mundo, y de seguro también otras. Leon y sus compañeros habían luchado ya contra ella muchas veces, pero siempre habían sido masas informes de monstruos oscuros. Desorganizadas, fáciles de atrapar y destruir. Pero esta vez había alguien detrás. Un mago negro; Terk.

Habían investigado y hablado con la gente de la pequeña ciudad. Todos les confirmaron los dichos de la taberna: Los muertos estaban volviendo a la vida y saliendo de sus tumbas, recorriendo la ciudad y aterrorizando a la gente.

Muertos por la plaga que se levantaban de sus tumbas y atacaban a todas las personas que veían, dirigiéndose hacia el sur. En las afueras de la comarca era aún peor: La Plaga había diezmado la población y muchas granjas estaban siendo abandonadas, bien por muerte de sus habitantes, bien por abandono debido a los constantes ataques. Los supervivientes que se refugiaron en la ciudad, Hécalion, hablaban de horribles muertos agusanados que los atacaban y ahuyentaban, y que por suerte no salían a campo abierto.

Habían visto muchas granjas abandonadas por el camino, y las habían dejado a su suerte, infestadas de no–muerto, ya que no podían perder el tiempo, dirigiéndose hacia la fuente de aquella maldición.

Pero, si lo que decían los rumores sobre la fortaleza del norte era cierto y había un mago negro reinando en ella, entonces tenían trabajo.

Así que lo que hicieron fue esconderse en las cercanías del cementerio, al anochecer, y esperar a que salieran a la luz de la luna los muertos de dos días antes.

Y lo hicieron. El granjero muerto despertó de nuevo, levantando sin esfuerzo la lápida que le cerraba el paso. Y el equipo lo vio alzarse a sacudidas, como si fuera un títere, y ponerse en pie. Maya comenzó a invocar un hechizo sagrado, pero Fany le bajó la mano. – No. – Avisó. – Aún no. Tenemos que comprobar los rumores. Sigámoslo.

Así que, cuando el monstruo se puso en camino, lo siguieron a distancia, con las habilidades de rastreo de la guardabosque por delante y la melodía de las contraventanas que se cerraban a su paso.

Y allí estaban. La criatura se había lanzado a través del campo, hacia el norte, y, confirmando lo que ya sabían, se había dirigido a la fortaleza de los orcos, donde, al parecer, ya no quedaba nadie con vida desde que comenzaron los incidentes.

–Adelante nos esperan las fuerzas enemigas. – Dijo Leon, pasando con el caballo ante los elfos, como le correspondía por ser el que más tiempo llevaba en aquella misión. – Muertos, seres oscuros que no dudarán en asesinarnos sin piedad. Un mago que busca la destrucción del mundo tal y como lo conocemos. Vivir o morir, perder o ganar. – Los miró, uno a uno. Alphonth, con su sable curvado, Fany, con la lanza que había conseguido, Maya preparando bendiciones, y Bryznar con su disco y relámpagos. –No sé lo que pasará. Y aunque Klynian nos bendiga con la victoria, no sé si nuestro sacrificio devolverá al mundo a la normalidad. Pero sí sé una cosa…

A sus espaldas oyó ruidos, a la entrada del fuerte. Los monstruos se preparaban para presentar batalla. Bien, eso era justo lo que esperaban que hicieran. Se habían colocado específicamente para ser vistos, para que los monstruos salieran. Desenvainó, y ellos hicieron lo mismo.

–¡Sé que lucharemos! ¡Lucharemos por la gente que nos importa! – Pensó en Chanty, en su madre y hermanos. En aquellos padres que habían perdido a sus hijos y aquellos niños que habían perdido a sus padres. – ¡Por nuestros pueblos y por los caídos!¡No permitiremos que gane la oscuridad! ¡A ellos!

Y, dando la vuelta, espoleó a su caballo, enarbolando su espada en una mano y con la otra tocando el cuerno, sintiendo, cada vez que oía su ronco sonido, un súbito aumento de la determinación, una decisión de entregar su corazón y toda su fuerza para aplastar a aquellas bestias. Porque sabía que no estaba solo. Sabía que él galopaba, sí, pero que junto a él galopaba Bryznar, alzando la mano relampagueante y preparando su disco para cercenar cabezas. Sabía que Alphonth ya giraba su sable, cogiendo inercia para no frenar cuando cercenara miembros de monstruos, y que Fany enarbolaba su lanza, preparada para eliminar a todos los que se acercasen por su flanco derecho. Sabía que Maya estaba gritando bendiciones sobre ellos, invocando la protección de Klynian.

Sabía que no estaba solo. Sabía que, junto a él, cabalgaban sus amigos, todos ellos, hacia la victoria.

Y aunque no estuviesen allí, con él, Chanty y Driine también oían el cuerno. Solo que ellas estaban en un lugar distinto, en la puerta trasera, aprovechando la distracción de los atacantes. “Clac”, sonaba la cerradura, y entre el hechizo de la elfa y las manipulaciones del hada, no hubo ningún problema para adentrarse silenciosamente.

¿Su misión? Atacar desde dentro, donde no las esperaba. Y así lo hicieron, con Chanty cargando de magia sagrada a la pequeña hada del bosque, que a su vez se lanzaba cual dardo venenoso contra los monstruos que se iban encontrando. Uno tras otro, no parecían ni darse cuenta de su presencia. Ellas, por su parte, tampoco se lo permitían, ya que no tardaban más de un instante en neutralizarlos y seguir por el patio, prácticamente vacío, en dirección a las puertas delanteras.



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En el texto hay: aventura epica, accion, medieval

Editado: 14.05.2020

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