Chanty había perdido. Había sido vapuleada de todas las maneras posibles, herida, cortada y mordida en pleno vuelo. Había perdido sus armas en el aire, ni sabía dónde, y el último coletazo de la Myrgala le había cortado la respiración y dejado en shock. No sentía brazos ni piernas, y el resto de su cuerpo estaba recubierto por una capa de dolor intenso.
Y ahora estaba inmóvil como una flor teñida de rojo, gracias a la myrgala que la sujetaba, atenazándole manos y pies con sus frías garras coriáceas, y no podía hacer nada más. No podía revolverse o soltarse. Había perdido, y lo mismo había sucedido con Maya y Bryz, Alphonth y Fany. Y, como no había ni rastro de Driine desde que había subido a la copa del Árbol, ahora lo único que se interponía entre éste y el mago, era Leon.
Leon. Maldito loco. ¿Un juicio de Xerxes? Algo había ocurrido, algo le había pasado en la cabeza. Chanty gritó, le dijo que huyera, que se pusiera a cubierto. Sintió que le dolía el corazón, por la oscuridad y por prever lo que estaba a punto de pasar. Pero él sólo la miró, con la determinación pintada en sus ojos.
– ¿Un Juicio de Xerxes? – Incrédulo, el mago se echó a reír. – Quieres que me bata contigo mano a mano para mantener tu honor… ¿No quieres quedar mal delante de tu chica? ¿Y por qué debería aceptar a jugar contigo?
– Porque… – Titubeó Leon, y Chanty vio que estaba dolorido también. Estaba magullado, herido. No como el mago, en perfecto estado. – Sí, sé que aceptarás. Míranos. Has ganado, Terk. Estamos rotos, destruidos. No somos rivales para ti, y es algo que has demostrado con creces, tanto en la Torre de Marfil como ahora. – ¿Qué intentaba? – Vas a convertirte en algo más, tú mismo lo dijiste. Vas a… – Hizo una mueca de dolor. – Vas a trascender los límites de lo que es normal en éste mundo. Pero no puedes hacerlo sin más. Tienes que demostrar que te lo mereces, que has conseguido dominar en todos los estratos anteriores. – Respiró, trabajosamente. – Si quieres disparar a un objetivo en movimiento, primero tienes que aprender la mejor manera de tensar el arco, ¿no es así? No puedes ser un líder si no has demostrado tu valía ante absolutamente todos.
Aquello era una locura, y una insensatez, pensó Chanty. Pero a la vez se dio cuenta de que tenía una posibilidad de tener éxito: Con su charla del principio, Terk ya había mostrado algunas de sus cartas, y aunque los elfos no se habían dado cuenta – ya que estaban habituados – Leon sí se había fijado en su vanidad y prepotencia, dos defectos propios de magos como él, y que podía aprovechar.
Y, de hecho, Chanty vio, con sorpresa, la sonrisa que esbozaba el mago negro, y supo que aceptaría. – Entonces, quieres arriesgar todo esto, a tus amigos, tu Árbol y tu civilización, a un combate uno contra uno, ¿no es así? – Dijo, jocoso. – Está bien. Creo que tienes razón. Un combate a muerte, entre Terk, el próximo ser supremo – se señaló a sí mismo, prepotente –, y Leon, el soldado arquiliano. – Despachó, con un gesto de diversión. – Si tú ganas, me matarás, y acabaran con la amenaza. Si yo gano, los aniquilaré, que es lo que pensaba hacer de todas formas. Sin armas, sin magia… Sólo nos falta una magistrada élfica que sirva de moderadora… Y da la casualidad de que yo tengo algo así. ¡Sacerdotisa!
Chasqueó los dedos, y el cuerpo de Maya, aún apuñalado y con la boca llena de sangre, se elevó, por arte de magia oscura. – Concedámosle al humano su último deseo. Démosle una pelea que le haga desear haber seguido tu destino.
La no–muerta alzó las manos, que se volvían negras por momentos, y, con los ojos en blanco, musitó unas palabras, haciendo que alrededor de los combatientes se formara un círculo de luz mágico. Leon se deshizo de su coraza, y Terk de su manto rojo y negro, quedando uno con el acolchado interior y el otro con una túnica de algodón. – ¿Estás preparado, chico? – Dijo Terk, con una sonrisa. – ¿Preparado para morir?
Se lanzó hacia él, y Chanty supo que aquello no había sido buena idea. Nunca lo sería el retar a un combate mano a mano al mago diabólico que ha abierto una puerta a otro mundo… Era inevitable que se guardase algunos trucos bajo la manga.
Para resumir aquel combate, que ya de por sí no fue muy largo, Terk, que estaba sano y descansado, apaleó a Leon, golpeándolo y vapuleándolo como si fuera un muñeco de trapo. Se divirtió con él, golpeándolo por todo el tórax. Le mandó ganchos, le pateó la cara… Y Leon sólo aguantaba. Sólo recibía y se levantaba, cada vez más tambaleante. Miraba a Chanty, en busca de apoyo, y ella notaba que el corazón se le partía, ardiendo en deseos de ir a ayudarle. Pero la myrgala que la sujetaba tenía un agarre férreo, y la elfa no estaba en condiciones de liberarse, débil y herida.
Así que vio la brutal paliza, cómo el mago agarraba al pobre Leon y éste se dejaba sacudir. Y se preguntó, una vez más, qué habría pasado por la cabeza del chico para concebir aquella idea, cómo pensaba ganar aquello…
– ¿Qué pasa, chico? – Terk lo dejó caer. – ¿Dónde está ese espíritu guerrero de los soldados de tu país? ¿Dónde está todo ese vigor de los humanos? Pensé que sería divertido, ahora creo que debería haber hecho a tu amiga luchar contra ti. Ese es tu nivel, Leon, el nivel de una elfa aplastada.
Y entonces Leon se levantó, Chanty vio brillar de nuevo aquella determinación, y se abalanzo hacia Terk, apresándolo con los brazos.
– ¡Ahora! – Gritó. Y, de repente, Bryznar estaba junto a ella, con la cabeza cortada de Fany aun hundiendo los dientes en su costado, electrocutando su myrgala con una mano, logrando que la soltase. Con la otra mano le lanzó la espada élfica de Leon, espada que Chanty agarró, sintiendo que la adrenalina volvía a correr por sus venas.
Maya, aun contaminada, destelló en luz dorada, liberando un hechizo purificador sobre sí misma. Cayó, y el hechizo de Xerxes se desvaneció. Y con su último aliento, antes de perder la vida por segunda vez en cinco minutos, terminó con sus reservas de maná y purificó a Terk, neutralizando el resto de sus defensas mágicas y dándole a Chanty una oportunidad única.
Editado: 14.05.2020