Estaba sentada en un banco de la Plaza Dorrego esperando a Amo, ese día llegué temprano por la emoción porque me quería presentar a su mejor amiga de toda la vida. Arreglé mi horrible cabello que siempre traía con una trenza por descuidarlo, me lo corté por encima de los hombros en corte bob y me hice un flequillo por encima de las cejas. Llevábamos tres meses siendo amigas y algunas de sus costumbres se me pegaron, como la de ser más coqueta. Esmalté mis uñas de negro para que combinen con mi pelo, pinté mis labios de rosa para que realce mi piel pálida y me puse rubor para que mis pecas luzcan más bonitas. Amo dice que mis ojos no necesitan ningún adorno porque su color café claro brilla por sí mismo. Recuerdo que empezaba a hacer calor y me puse un vestido rosa que su mamá me dio, me veía de mi edad por primera vez.
Se hicieron las dos de la tarde en punto y las vi llegar, Amo con su jean y remera ajustada con el cabello al viento, y su amiga… Su amiga era mi yo de antes pero peor. Traía unos pantalones marrones gigantescos y una remera xxl de tela gruesa y su pelo estaba como electrificado por el frizz que tenía encima. Cuando llegaron noté de nuevo que volvía a ser la más alta, pero al menos esta chica tenía casi mi altura. Supuse que nos íbamos a llevar bien con Claudia porque también teníamos la misma edad, pero las cosas en común a veces no cuentan en las relaciones.
—Hola —dijo Amo—, llegaste temprano.
—No deberías hacer eso —interrumpió Claudia mirándome—. ¿Cuánto tiempo esperaste sola? Te pudo pasar algo.
—Está lleno de gente —contesté haciendo una mueca sosteniendo la risa, su comentario me pareció gracioso.
—Una mujer fue atacada en un centro comercial lleno de gente, la próxima vez tené más cuidado.
Me quedé dura, no sabía qué decir, sin querer la miré como si fuera un alienígena. Por algún motivo me sentí atacada, como que me lo estaba deseando. Ojalá hubiera entendido en ese momento, que ella sin conocerme, solo me quería proteger.
—Acá no pasan cosas como esas —dije prepotente, ella torció la boca y contestó con serenidad.
—Eso es lo que todas queremos, eso es por lo que se lucha, pero por ahora, es un sueño… Solamente tené cuidado.
Sus palabras me transmitieron melancolía aunque a ella se la notaba firme. Demás está decir que no me dio muy buena primera impresión, pero era la mejor amiga de Amo, así que tenía en mente que al menos debía intentar que sea llevadera la salida aunque ella no me agradara.
—Bueno —dijo Amo sonriendo—, es mi turno de hablar. Vamos a pasar un buen día —la abrazó con un brazo a ella—. Vero, ella es Claudia, espero que nos llevemos bien.
—Te estuve stalkeando —dijo Claudia como si fuera lo más normal del mundo—. No te asustes, solo lo hice para saber si eras de confianza.
—¿Y lo soy?
—Por lo que vi sos una persona real, con información verídica, sin filtros y transparente, así que sí. Si hubiera notado algo raro le hubiera dicho a Amo que no nos veamos, y que se aleje de vos.
—¿No te parece un poco controlador?
—Es por seguridad
—¡Bueno! —cortó Amo lo que podía llegar a convertirse en una discusión—. Hace calor, ¿quieren helado?
—Sí —musitó Claudia—, yo lo voy a buscar. Espérenme acá.
Amo le agradeció y se sentó a mi lado tan relajada como solía estar siempre. Le dimos plata a Claudia junto a los sabores que preferíamos. El puesto de helados móvil estaba solo a unos diez metros y había mucha gente caminando, paseando a sus perros y niños corriendo, también un policía estaba parado en la esquina. La plaza es chiquita, por lo que mi cara de desconcierto no pudo evitar mostrarse sin tapujos cuando escuché a Claudia antes de que vaya por los helados.
—Mírame bien —dijo a Amo con los brazos extendidos y girando lentamente—, recordáme, cada detalle es importante. El pantalón holgado marrón, la remera verde grande, las zapatillas negras…
—Tu colita de pelo gris —continuó la frase de ella mientras sonreía con armonía y la miraba con ternura—, me acuerdo perfectamente de pies a cabeza cómo estás vestida. Anda tranquila, nosotras te miramos.
—Está bien… —hizo unos pasos y se dio la vuelta hacia nosotras de nuevo— ¡Está remera es verde salvia, no verde helecho!
—Sí, tranquila.
—Por si te lo llegas a olvidar, ¿te acordas dónde está la fotografía?
—En tu heladera, me acuerdo. No te preocupes.
Y se fue de una vez, yo no entendía nada. Quise preguntar en ese momento pero no quería ser desubicada o referirme a Claudia con desprecio, pero era lo que en ese momento sentía. Que era una persona insegura y desesperante, una feminista loca, perseguida, me generó un rechazo instantaneo pero no podía decirle eso a Amo, no iba a poner en juego nuestra amistad por esa chica rara. Amo me había hablado súper bien de ella, infló su nombre hasta las nubes. Que son amigas desde niñas y compañeras de escuela, casi hermanas, que se apoyan en todo, que no hay otra persona como Claudia, que es graciosa, inteligente y valiente, que nunca se han peleado y siempre se divierten. Al escuchar eso creí que me encontraría una persona completamente diferente, no una desquiciada… Eso pensé en ese momento y me arrepiento, pero me di cuenta que simplemente no la entendía, que muchos nacimos con privilegios, el privilegio de no entender el sufrimiento de los demás.