Las clases terminaron y se acercaban las fiestas. Amo quiso ir de compras a una galería donde hay tantas tiendas que es imposible no encontrar lo que buscas. Y yo le pedí que lleve a Claudia. Se le hizo raro pero aceptó. Me llamó la atención que no hiciera ninguna pregunta pero creo que fue lo mejor, no hubiera sabido qué responder. Dentro mío había curiosidad por esa chica, a la vez sentía que le debía algo por no tratarla como se debe la primera vez.
Teníamos que vernos en la entrada a las cuatro y llegué puntual pero antes que ellas para que Claudia no se moleste. Aunque Amo y ella venían de calles diferentes, llegaron a la misma hora, tan puntuales que daba miedo.
—Hola —me saludó Claudia—, te dije la otra vez que no llegues tan temprano.
—Ah, sí, se me olvidó esa parte.
Otra vez empezamos mal. Pero no iba a dejar que todo saliera así, de verdad quería que nos llevemos un poco mejor. Lo suficiente para que no sea tan incómoda la interacción.
Caminamos y caminamos. La idea era recorrer la galería entera, y al terminar, comprar lo que más nos hubiera gustado. En la planta baja es donde se sitúan las tiendas de ropa, también hay un café-restaurant ya que es una galería al aire libre. Al subir al primer piso vimos tiendas de zapatos, algunas de tecnología, otras de joyas y otras de juegos. Las plantas con flores pequeñas rojas colgadas de los barrotes negros me inspiraron a sacar fotos. Increíblemente, Claudia no tuvo problema, es más, dijo que las suba al instante así quedaban pruebas de dónde estuvimos y a qué hora en caso de que algo pase. Le hice caso y la empecé a seguir en redes. Mientras bajaban las escaleras camino a la tienda de ropa que más les gustó, yo miraba las publicaciones de Claudia; había memes, canciones y muchas fotos, de casi todo lo que hacía. Pensé que se veía bastante normal, y me di cuenta que la estaba juzgando de nuevo.
Entramos a las cuatro tiendas donde vimos prendas que nos gustaron. Amo y yo nos probamos varias remeras, vestidos, polleras, también compramos alguna que otra cosita. Por su parte, Claudia no lo hizo porque le parecía inseguro desvestirse en un lugar que no fuera su casa. Escuchó muchas historias sobre chicas que son grabadas a escondidas. Además de que no usa ese tipo de ropa por considerarla provocativa. No le insistí ni nada, pero pensé muchas veces que cuando tuviera la oportunidad, cuando nos conozcamos más y haya una leve confianza… Ahí intentaría que salga de su cascarón. Da igual, sí compró ropa, muy anticuada y fea que le quedaban demasiado anchas, le colgaban hasta parecía que traía una sábana encima. Me di cuenta aunque no se la probara porque compró en talle xxl. Por ese día nos fuimos a casa.
Amo otra vez se dio cuenta que no estuve muy cómoda con la presencia de Claudia. Cuando se hizo de noche me pidió hacer una videollamada, y accedí. Tenía miedo de perderla o algo así pero quería ser sincera y llevarme bien con Claudia, el problema es que las dos cosas no se podían, eso creí.
—¿Por qué me dijiste que invite a Claudia? A mí me encanta hacerlo pero sé que no se llevan muy bien.
—Es que… te juro que quiero llevarme bien con ella, intento hacerlo.
—¿Pero?
—Pero… —suspiré—, me desespera. Perdón que sea tan directa, yo no sé cómo haces para aguantarla tanto tiempo. Le pidió sus redes sociales a todos los empleados del café solo para corroborar que hace mucho trabajan en el rubro y no tuvieron antecedentes de secuestro o abuso.
—Y gracias a eso comimos en paz, el dueño le agradeció por hacer un trabajo que no hizo ni él y que le correspondía. Le dio una lección, dijo que a partir de ese momento lo empezaría a hacer.
—¡Pero no le corresponde a Claudia!
—No grites. Ya sé que no le corresponde, pero ella se siente bien haciéndolo.
—¿No querés que tenga una vida más tranquila? Recomendale ir al psicólogo.
—Lo hace, desde hace poco tiempo pero va, estuve dos años enteros rogándole.
—¿O sea que va hace casi dos años? ¿No ha avanzado nada?
—¡Sí, Veronica! ¡Sí avanzó muchísimo! —era la primera vez que la escuchaba gritar, y yo había provocado eso en ella, supe que la cagué—. No tenés idea cómo era antes, y con lo que vive. Su mamá sale a la puerta todos los días siempre a la misma hora y se sienta varios minutos en el lugar donde estaba cuando desapareció su hija, rememorando cómo pudo pasar. Ella tenía miedo a la gente, a los autos, a los animales y cualquier cosa que se mueva o no. Tardó tanto en salir de su casa que cuando al fin lo hizo no reconocía amigos de la escuela o vecinos. Y fui yo, ¡yo y mi familia los únicos que realmente las ayudaron! Su padre falleció de un paro cardíaco durante un robo en la ciudad cuando ella tenía dos años, ¡ni siquiera puede recordar su cara! ¡Así que no, no te necesitamos ni a vos ni a tus consejos que la obliguen a avanzar apresurada! ¡Cada persona avanza cuando y como puede, no cuando y como tú quieres! Si esta amistad es demasiado para vos, acá se termina.
Entonces creo que entendí por demás, que la que estaba mal era yo, metiéndome en un lugar donde no quería estar solo para hacer las cosas a mi manera. Amo no me obligaba a ser amiga de Claudia, pero sí me obligaba a respetarla, y nadie debería obligarme a eso, debía salir de mí. Vi su cara de decepción, en el silencio pensé en los benditos, benditos sean los que nacieron con privilegios y empatizan con quienes no. No juzgan su situación desde su posición prerrogativa como si hubieran tenido las mismas vidas. Yo soy todo lo contrario a eso… Pero juro que quiero cambiar.