Pero la salida salió más que bien. Sí, Claudia se comportó tan rara como siempre, pero esta vez yo cambié, fui más paciente. Pasamos un día espléndido, solo charlando y comiendo helado. Pronto entendí que yo también quería ser la mejor amiga de esa loca.
Salimos varias veces más. Era bueno verla salir de su casa aunque también hacíamos pijamadas en nuestras casas y era reconfortante. Al cabo de un año, ya teníamos catorce años. Y cada día la felicidad iba en crecimiento. Con Amo y Claudia convencimos a mi mamá de cambiarme de escuela así que fui a la de ellas y al mismo grado. Todo iba viento en popa. Al grupo se unió una chica llamada Daniela, y ahora éramos nosotras cuatro contra el mundo. Una amistad irrompible, y debo admitir que aprendí demasiado con ellas.
Daniela era burlada en la escuela por ser gorda, pero al mismo tiempo era modelo plus size, la admirábamos. A pesar de tener sus dificultades ella ponía siempre la mejor cara. Estaba bien de salud, solo era gorda y a la gente eso parecía disgustarle. Piensan en la palabra gordo como una mala palabra. Claudia me había hecho entender que las mujeres sienten mucho miedo en la calle, que nos puede pasar cualquier cosa, y que hasta algo que normalicé como los piropos, eran acoso a menores de edad. Daniela entonces me demostró que podemos no estar conformes con nuestro cuerpo, pero somos quienes somos y debemos amarnos así aunque la sociedad te quiera amoldar. Daniela se mandaba a hacer su ropa porque ya que en las tiendas convencionales siempre le decían que no había talle. Otra vez sentía que yo era una afortunada sin complicaciones, pero esta vez me sentí mejor porque desarrollé algo que antes no tenía, la empatía. Me empecé a poner en el lugar de los demás.
A mitad de ese año, Claudia y Daniela empezaron árabe con Amo y conmigo. Amo ya era una experta, yo seguía siendo aprendiz y me gustaba quedarme ahí. Hacíamos todo juntas. Fuimos muy felices por un largo tiempo. Crecimos. Le dieron el caderín verde a Claudia y celeste a Daniela, Amo dejó de querer ser bombera como su padre y quería ser profesora de danza árabe. Daniela seguía siendo modelo, derrotando estereotipos y dándole una lección a los conservadores. De repente Claudia un día quiso cambiar su vestimenta y se empezó a comprar ropa como la nuestra, dejó de subir tantas cosas a redes o pasar a propósito por las cámaras como habituaba, aunque seguía tomando sus recaudos.
Ahora tenemos dieciséis años, yo estoy saliendo con un chico llamado Bautista. Tenía que repartirme entre las chicas y él. A veces creía que había algo entre Amo y Claudia, pero siempre fue una impresión, creo. Y creíamos que la vida no podía ser mejor, hasta que pasamos de año y estábamos por cumplir los diecisiete. Algo cambiaría nuestras vidas, y no lo sabíamos.