Planeta Eris: durante la paz

CAPÍTULO 24. SEGUNDO PROPÓSITO

No había nada que pudiese hacer, ni todos sus talentos o simpatía podrían traerlos de vuelta, pero él aun no podía aceptarlo. Durante el resto de la madrugada se quedó a lado de su mujer con su hijo en los brazos de ella, en cierto momento algunos de sus compañeros trataron de sacarlo, pero él se tornó agresivo amenazando de muerte a cualquiera que quisiera alejarlo de su familia. Estaba arrodillando, con su frente recargada en las mantas, no había dormido nada durante toda la noche, parecía no estar dentro de sí e incluso sentía que flotaba; las lágrimas ya se habían secado y en el camino que recorrieron en su rostro solo quedaban manchas.

—Chico —sintió que alguien había tocado su hombro, dirigió su mirada hacia la persona que lo llamaba— arriba.

Era un hombre de edad avanzada, de rostro y cuerpo tosco, el poco cabello que tenía era blanco; en cuanto lo vio se levantó torpemente y corrió hacia sus brazos, el hombre lo recibió con un fuerte abrazo y Bärnsten comenzó a llorar nuevamente mientras se aferraba con fuerza de él, el hombre no dijo nada simplemente lo dejo ser, le recordaba tiempo atrás cuando era pequeño y hacia lo mismo, después de todo había sido como su padre. Pasaron tres días desde la terrible perdida que hubo en el pueblo. Lyra fue enterrada junto con su hijo en el pequeño cementerio de la aldea, frente a ese pequeño montón de tierra recién apilado estaba Bärnsten observando, en lo profundo de aquel cúmulo yacía el cuerpo de las personas que habían sido las más importantes en su corta vida, pero luego de llorar por dos días seguidos, en el tercero logró recuperar la compostura recordando la promesa que hace un tiempo había hecho con su esposa.

Tanto para Lyra como para él, ser padres siempre fue el deseo más grande de su corazón. A pesar de ello, también tenían otros sueños que al cumplir el primero, ya no podrían realizar, pero que estaban ahí. Lyra había soñado con trabajar en la capital como costurera de la nobleza y que su ropa fuese vendida incluso en otras Turf. Bärnsten quería conocer el mundo, deseaba viajar y su primer lugar de destino era Muladhra. Cuando realizaron los votos durante su casamiento, en la noche antes de consumar el acto se hicieron una promesa, que si en algún momento alguno de los dos moría el otro debía cumplir su sueño sin importar que tan dolorosa resultase la pérdida y, que si tenían hijos debían llevarlos consigo aun cuando fuese una situación complicada. Bärnsten siempre imagino a su esposa diseñando hermosos vestidos y casacas, en su imaginación cientos de extranjeros venían a la Turf de Hydra solo para poder conseguir alguno de sus trabajos, pensar en ello siempre le hacia sonreír y sabía que ella lograría su objetivo aunque él no estuviese a su lado; pero en ningún momento imagino la otra cara de la moneda, jamás pasó por su mente que él estaría por el mundo viajando, pero al mismo tiempo estaba feliz de que su esposa no sintiera el horrible dolor que ahora sentía, al menos ahora ella estaba descansando.

—No creo poder vivir sin ti —dijo dejándose caer de rodillas—, pero si muero ahora, ¿cómo podría verte a la cara si me rindo?, hicimos una promesa, la cumpliré y buscaré una forma correcta de morir, algún día cuando podamos reunirnos otra vez, podrás estar orgullosa de mi.

Se quedó junto a su tumba por un par de horas, ya no había necesidad de decir algo más, pero no deseaba alejarse, aun esperaba que todo fuese una terrible pesadilla. Cuando una parte de su mente por fin aceptó que todo era real se puso de pie, cerró los ojos por unos segundos y les dio la espalda regresando a la aldea; a cada paso que se alejaba de ellos sentía como si su corazón se partiera en pedazos, pero no podía detenerse ahora y si miraba atrás una vez más entonces no podría contenerse y se quitaría la vida en ese preciso instante.

Volvió a su casa, ya no había necesidad de terminarla. En una pequeña mochila de cuero comenzó a guardar todo aquello que consideró importante para su viaje, entre las cosas más importantes que guardo consigo fue una cantinflora, una buena dotación de carne seca, un pedernal, un lazo, tijeras y otras cosas pequeñas poco pesadas a excepción de una espada que entre todos los de la aldea habían pagado para él, entró a su habitación reuniendo toda su fuerza de voluntad y con rapidez sacó un pequeño recipiente de barro que arrojó al suelo obteniendo de éste los ahorros de toda su vida, no era demasiado, de hecho muy poco para el viaje, pero al menos le serviría de algo. Ya había informado a la gente de su aldea que se iría, no deseaba despedirse y nadie hizo el intento de hacerlo, después de todo podría considerarse una falta de respeto para su luto.

—Entonces te marchas —dijo su padre poniéndose en medio de su camino, justo antes de que este tomara el sendero que lo dirigía fuera del terreno de su aldea y en dirección al mar.



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En el texto hay: magia, nobleza, lgbt lesbian

Editado: 27.05.2019

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