Planeta Rojo

Capítulo 9: La despedida y el regreso

Año 2037

Aún me parece un sueño hace más de 2 años que volví a mi planeta, a mi pueblo, pero no lo hice sola, lo hice con Pollux, mi compañero de vida, como lo dicen en su planeta, el viaje de retorno a mi planeta fue con menos percances que nuestra partida, tal vez él haber compartido algunos años con los Rojianos, el haber consumido los mismos alimentos que ellos nos volvieron menos sensibles, o tal vez el amor me hacía más fuerte, no lo sé, solo sé que esta vez no hubo problemas en el viaje, pero sí nostalgia en los rostros de alguno de nosotros que nos dolía regresar pues de verdad nos gustó mucho la vida pacifica en ese planeta, pero como siempre decía Pollux, había la esperanza de regresar algún día, pues cada día que pasaba la tecnología de la Tierra descubría nuevas cosas o creaba otras.

Mi familia acogió bien a Pollux, aunque en un principio se sorprendieron al saber que no era de nuestro planeta, es más creyeron que las alas que llevaba eran parte de su look personal. Pollux al ya saber hablar mi idioma, no tuvo problemas en la Tierra, y se adaptó muy bien a todo, incluso él era el que más tenia contacto con los miembros de la tripulación de “Hope Ship”, hasta con alguno de ellos habían acordado llevarlos cuando nos fuéramos nuevamente a su planeta. Uno de los que quería volver era Karl, él estaba enamorado de Juno, y quería aprovechar que esta vendría con Trek por nosotros para continuar con su plan de cortejo, otros que habían quedado en regresar a vivir al Planeta Rojo eran Luca y Martino, ese par decían que allá sus capacidades si eran reconocidas y por lo mismo querían volver, como consecuencia de ello Bianca decidió regresar, pues el motivo de ser voluntaria para un viaje a otra galaxia fue Luca, y aunque él no notaba aún sus sentimientos, ella guardaba la esperanza que con paciencia él terminaría haciéndolo, Debí al no tener familia en la Tierra decidió regresar también, pues en los Rojianos ella había encontrado aquella familia que perdió a causa de la delincuencia de su país, además ella decía que quién quita y llegue a conseguir su propio Pollux, alguien que le demuestre que el amor de verdad si existe.

El día para nuestra partida había llegado, Pollux y yo nos despedíamos de mi familia, antes de partir al lugar donde nos reuniríamos con nuestros amigos, el lugar donde Trek y Juno llegarían con la nave para recogernos.

 

—Hija, ¡te extrañaremos! — decía la madre de la joven.

—Mamá, Pollux, dice que através de este equipo podremos verlos, y también comunicarnos, él ya lo probo con los suyos, y es cierto — pronunciaba el hermano de Alice.

—¿Es cierto ello? — contesto la mujer madura.

—Si cariño, este chico es un genio — pronunció el padre de los jóvenes.

—Yo también quiero ir a ese planeta — decía una jovencita.

—Lo harás cuando acabes la escuela, Pollux y yo volveremos por ustedes para que conozcan su planeta — respondió Alice.

—¿Lo dices en serio? — contesto la niña.

—Sí — dijo Alice.

—Es momento de partir, los chicos ya están reunidos y, Trek y Juno, no tardan en llegar — pronunció Pollux.

—Solo es un hasta luego — dijo Alice, mirando a sus padres y hermanos, luego de ello abandono la casa con Pollux.

 

Pollux llevo a Alice en sus brazos al lugar elegido, este estaba lo suficiente lejos de la ciudad, era un descampando, y para llegar al mismo, muchos de los jóvenes tuvieron que hacerlo caminando por varios días.

Al llegar a este Alice, se fundió en fuerte abrazo con cada uno de sus amigos, a los pocos minutos la nave que esperaban llego, y todas la abordaron.

 

—¡Te apoyo! — dijo Karl al llegar junto a Juno, que solo asintió y con ello el joven se dio cuenta que su persistencia estaba dando frutos.

 

El viaje de regreso fue bastante corto, un mes exactamente, pero ni lo sintieron, pues ahora más que un grupo de jóvenes dispuestos a vivir una experiencia eran amigos, y como amigos, compartieron tantos momentos juntos, que el tiempo de viaje paso en un abrir y cerrar de ojos.

 

—Ya llegamos — dijo Alice, tras bajar de la nave.

—Sí, nuestro hogar — pronunció Pollux.

—Sí, nuestro hogar — respondió Alice, mirando en dirección de una montaña, en donde quedaba la casita de Pollux y de ella, en lo más alto de la montaña.




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