Apunte del autor:
Los acentos y diferentes dialectos están escritos tal y como suenan en la serie para hacerlo más realista e intentar que el lector imaginara mejor al personaje. Eso cambia en el capítulo 5. A partir de éste están escritos de forma gramaticalmente correcta.
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The greatest thing
You'll ever learn
Is just to love
And be loved
In return.
—A miserable musician who plays the sitar.
Basado en el capítulo 4 de la segunda temporada: Un cadáver en el maletero.————————————————————————————————————————————————
Había mucho que aprender, y aunque teníamos mucho tiempo para comprender, la razón jamás estuvo de acuerdo con la sensibilidad.
Era algo complejo de explicar, y es que los sentimientos no son algo accesible para todo el mundo. No todos saben sostenerlos, a la mayoría se le escapan de las manos, terminando estrellados contra el suelo, siendo diminutos cristales.
Ahí estaba ella, en Cruz del Sur otra vez, tras la fuga de Zulema. Y si ya estaba hecha un lío antes de lo de Marruecos, después de aquello era un revoltijo de emociones.
Zulema ya no estaba feliz, ya no estaba radiante. Su plan de fuga se había visto truncado por culpa de Macarena Ferreiro.
Aquello que con tanta ansia había codiciado... eso que tantos quebraderos de cabeza, pesadillas, horas sin dormir, y problemas le había causado... ahora se lo arrebataban de las manos. Ya había tocado la libertad, la había acariciado, se había mecido en ella. Y ahora se la arrancaban. Y de qué forma tan absurda... Si hubiera hecho caso de los avisos de Susan, de ese sexto sentido del que hablaba, y del que ella siempre se había burlado, seguramente no estarían allí, en esa puta mierda de cárcel otra vez.
Susan se había adelantado al comedor, ya tenía su bandeja y desayuno cuando Zulema entró junto a Saray, sentándose en la mesa de enfrente. Desde ahí pudo escuchar toda su conversación.
—¿Qué te he pasó anoche? Que t'has levantao' a las 4-5 la mañana, pa' mirar debajo la cama...?Te he visto —preguntó Saray.
—Me ha levantado un ruido como de interferencia electrónica. Creo que nos han puesto micros —respondió Zulema.
—¿Quién?
Zulema suspiró.
—Castillo... Karim... yo qué coño sé. Me estoy volviendo loca —le dio un mordisco a la manzana, quejumbrosa, y la volvió a dejar sobre la mesa, con la marca de sus dientes y una mancha de sangre ahora impresa.
Saray contempló el fruto con sorpresa y un deje de aversión.
—¡Joder, Zulema, qué puto asco! —murmuró Saray apartando la mirada, le había revuelto el estómago—. Tienes los dientes hechos mierda, nena —señaló la manzana mordida.
—Los dientes no, las encías —aclaró—. Y los brazos —se remangó—. Sandoval dice que es psicosomático.
—Vale, vale... —respondió Saray, con desagrado, apartando la mirada. Fue entonces cuando carraspeó, al ver a Macarena con Rizos en la fila de las bandejas. En ese instante no solo sintió celos por esas dos, sino porque se acordó de Zulema hablando con Maca el día anterior, frente al saco de boxeo—. ¿Y ayer qué hacías hablando con Macarena en el gimnasio?
Zulema suspiró hastiada.
—Joder... Estás pesada, ¿eh? —resopló—. Tendiendo puentes. La necesito... por ahora.
—No hace falta que te diga esto, pero tienes que tener mucho cuidao' con esa paya, porque no es de fiar, y lo sabes. Que nos la jugó una vez y nos la puede volver a jugar.
—Ya —respondió Zuelema.
Kabila se acercó de pronto, dejó caer con fuerza su bandeja contra la mesa en la que desayunaban Saray y Zulema.
—¡Eh, eh, eh! ¿Qué pasa? —le preguntó Saray.
Macarena, aún en la fila, ceñuda, se acercó para ver qué pasaba.
—¿Tú de qué coño vas? ¿Para qué me regalas una crema? —preguntó Kabila de mal humor a Saray.
Ésta última soltó un bufido, indignada, mirando a Zulema y después de nuevo a Rizos. Ella no le había regalado ninguna crema.
—¿Qué crema? —inquirió.
Kabila entonces pareció reaccionar, y comprender que no había sido Saray, sino el hijo de puta de Valbuena el que se la había regalado. Porque si no había sido Maca, ni la gitana, ¿entonces quién le iba a regalar una puta crema?
—Lo que digo es que no vayas hablando MIERDA por ahí para separarnos a Maca y a mí.
Maca intentó apartar a Rizos, sujetándola del brazo mientras decía:
—Venga, déjala.
Pero Rizos no se calló, no se detuvo, siguió:
—Mierda como que yo la metí en la fuga —se zafó del agarre de Macarena.
—Déjalo, Rizos, si yo te creo. Vamos —insistió Maca, paciente.
Saray rió con sarcasmo.
Kabila volvió a gritar:
—¡No, "yo te creo a ti", no! Vamos a aclarar esto de una puta vez, porque esta puta loca va a intentar lo que sea para separarnos, para joder lo nuestro. Y no me sale del coño.
—Lo vue... Lo vuestro... —espetó Saray, con una risa sarcástica.
Zulema dio unos golpecitos en el vaso con la cuchara amarilla de plástico, y murmuró en tono aburrido:
—"Din, din", comienza el combate.
—¿Y yo una puta loca, no? —gritó Saray, poniéndose en pie frente a Rizos. Maca retiró la mirada con indignación, resistiendo—. Estefanía, una puta loca por ti. Por ti, porque te quiero.
Macarena bufó, molesta ante el comentario.
—Porque me escapo de esta puta cárcel de mierda y lo único que hago fuera ¡es no dejar ni un minuto de pensar en ti! En cómo puedo volver pa' llevarte conmigo al fin del mundo. ¿Y esta paya? —se refirió con desprecio—. ¿En qué piensa? ¿Eh? En ti no.
Editado: 12.04.2020