Alexa observó el ramo de rosas con una mezcla de melancolía e incomodidad. Cuando alguien le daba un presente o hacía un cumplido no podía evitar la sensación de querer agradarlo. Esperó el beso frío pero solo recibió una palmadita en el hombro seguida de la espalda que se alejaba rápido, igual que siempre.
Observó las flores, el perfume y el libro, bonitos regalos. Su mente voló y como solía suceder magnificó aquellos primeros tiempos, los viajes, paseos, olores y sabores. Era experta en engañar a su cerebro haciéndole creer que había sido una época corta pero feliz.
Su matrimonio era nulo. Lucas le manifestaba indiferencia y rechazo desde cada célula de su cuerpo. Por mucho tiempo buscó agradarlo, lo tocaba e intentaba besarlo pero él hacía una mueca y se zafaba de inmediato. Tenían cinco años de casados.
Lucas era un hombre no muy atractivo a simple vista, demasiado delgado, demasiado blanco pero tenía un algo que llamaba la atención: buen porte, tipo inteligente, serio, formal y educado.
Vivían en Veracruz y se habían conocido en Orizaba
Mientras se recostaba en un sofá, Alexa recordó.
No se casaron por amor, por lo menos él no. Ella tenía 17, él 27.
Lo observaba pasar a diario frente a la florería. Cuando ya no podía verla, salía a humedecer las macetas de la entrada y se embobaba con su firme caminar. Era feliz con ver su espalda alejarse.
Coincidieron en una reunión, cosa rara porque los asistentes eran gente de otra generación. No era muy fiestera pero disfrutaba pasar tiempo con su grupo de amigas y amigos.
Esa noche acompañó a su prima mayor y se sintió bastante cómoda entre el grupo de gente que ya hablaba de metas y sueños que poco a poco iban cumpliendo tras haber concluido sus estudios universitarios. No participaba pero escuchaba a todos con atención.
De repente él apareció y dio las buenas noches con su voz grave. Casi dio un brinco de la emoción y su prima le apretó el brazo como indicándole que no fuera tan obvia. Luego los presentó y dejó solos.
– ¡Qué tal Alexa! ¿Cómo va el trabajo en la florería de tu padre? –saludó Lucas.
– ¡Ah, muy bien, gracias! –El enterarse que sabía su nombre y ocupación la sacudió y sonrió entusiasta–. Tenemos todo tipo de flores, rosas, margaritas, lirios, claveles, orquídeas; hacemos arreglos a la medida; vendemos también semillas para plantar, tierra y abono; hay flores que evitamos combinar porque algunas duran más que otras… –la chica notó que estaba hablando sin sentido quizá por nervios o emoción y no podía parar. Lucas rió ante semejante verborrea.
– ¿Me darías tu número telefónico? Estoy ocupado y debo marcharme. Lucas tomó nota y se alejó rápidamente.
Esa noche, Alexa no durmió construyendo castillos en el aire y recreando el corto pero significativo encuentro.
La semana siguiente no lo vio pasar frente a la tienda. Casi perdía la esperanza de saber de él cuando recibió un mensaje.
– ¡Hola, como estás, soy Lucas!
– ¡Hola Lucas! He estado bien, con mis ocupaciones normales pues curso el último año de preparatoria. Entre mis tareas y la florería tengo algunos espacios libres. ¿Por qué no me habías escrito? –contestó ensordecida por el golpeteo de su corazón.
– ¿Puedo pasar por ti en un rato? –preguntó él.
–Estoy lista, puedes venir desde ya –se apresuró a responder.
Como era una chica bien portada y centrada sus padres no cuestionaban sus pocas salidas. Se cambió de ropa en tiempo récord, no necesitaba mucho arreglo pues era bonita al natural, blanca, delgada, cabello rubio y corto, tenía esa gracia de sus pocos años y una sonrisa contagiosa.
Se sentó y esperó. Pasaron dos horas y se encontraba bastante estresada cuando recibió el mensaje de Lucas.
–Estoy a dos calles de tu casa, hacia el norte, te veo aquí.
Lo vio en un auto rojo y se acercó, él le indicó con la mano que subiera.
Más tarde se encontraban en un motel y Lucas le hacia el amor de forma suave, con caricias simples y cierta gentileza.
Cuando acabaron, Alexa sentía estallar de felicidad mientras se acurrucaba en su pecho y lo observaba dormir. Al revisar su teléfono notó que eran casi las 10 de la noche y se vistió con rapidez. Lo vio tan relajado que prefirió pedir un taxi.
Llegó a su casa a hurtadillas aunque al parecer nadie había notado su ausencia. Se durmió de inmediato y soñó con él.
Al día siguiente esperó un mensaje de su amado y al no recibirlo decidió escribirle.
–Lucas, te amo desde hace tiempo, no puedo creer que al fin estamos juntos. Es un sueño hecho realidad. Lo que pasó anoche fue maravilloso y no dejo de pensarte. Besos.
Lucas no respondió ese día ni en los siguientes diez. Tampoco pasó por la florería. Alexa le marcó en tres ocasiones sin obtener respuesta. Estaba tan sorprendida y dolida que no insistió más.
– ¡Hola, como estás! –el mensaje tomó por sorpresa a Alexa cuando salía de la regadera.