PlatÓnico: Doble Vida

CAPÍTULO 16

No hablaban del futuro, el pasado lo evocaban para conocerse. Vivían el presente y actuaban como una pareja normal. Podían pasar horas escribiéndose cuando no estaban juntos. Cada detalle, cada cosa de la vida de Alexa era importante para Eren y viceversa. El hacer una salsa de tomate se convertía en un tema de conversación de la misma forma que las vacunas para los animales.

Eren hablaba de su niñez y Alexa formaba imágenes de su amado en la mente. La abuela, las tías, cada prima, los árboles que adornaban la orilla de la calle, todo estaba ya grabado en sus recuerdos como si lo hubiera vivido. Disfrutaba escucharlo, se embobaba con sus historias y los gestos que hacía mientras las narraba. A veces, en la intimidad, él la provocaba con un baile sexy, luego le cantaba mientras se bañaban después de hacer el amor viéndola directamente a los ojos.

Podrá sonar exagerado pero nunca discutían. Cuando estaban cerca los sentidos se despertaban, había demasiada química y sólo querían tocarse. Memorizaron cada rincón del cuerpo del otro, los gestos y los sonidos.

Cada día se despedían con pesar aún a sabiendas que seguirían cerca con mensajes y llamadas. Los fines de semana les parecían eternos.

 

Alexa conoció un amor real, entendió que sólo hay de dos, se ama o no se ama, no puede haber algo a medias. Evitaba pensar en Lucas pero vio con claridad que su argumento de intentar amarla era una farsa. Aprendió que cuando hay amor se desea estar con la persona y los besos son espontáneos. Descubrió que el amor no lastima. Principalmente, supo que no había algo malo en ella, no era su cara, su cuerpo o su aura. Merecía ser amada, no era un ser despreciable como le habían hecho creer. La autoestima regresó a su vida y el cambio fue evidente.

Cada noche que pasó llorando en soledad fue compensada con tanto amor que su corazón parecía estallar. Antes del primer mes ya había tenido más sexo que en sus cinco años de matrimonio.

Eren la hacía parte de su vida. A veces le pedía consejo sobre la ropa que debía usar y aunque Alexa pensaba que era tan guapo que podía vestir con un costal y se vería increíble, le encantaba participar en ese detalle tan íntimo de su amado.

 

Eren pensaba en Alexa todo el tiempo, cuando no estaban juntos sostenía diálogos imaginarios con ella, de repente sentía su olor que se colaba por una ventana o escuchaba el sonido de su risa, la veía florecer y eso lo hacía feliz. También convivía con el pequeño Lucas, lo trataba como hubiera hecho con Adem y el niño empezaba a quererlo pues solía pedir a su madre que lo llevara con él. Él también se estaba encariñando con ese niño tan inteligente y gracioso.

En su cama, donde era usual estar solo, su mente volaba e imaginaba a Alexa cómo su esposa, presentándola con la abuela, demás familiares y amigos o esperando un hijo mutuo. El estar a su lado le provocaba bienestar.

En el refugio ambos disimulaban su amor cuanto les era posible. Si acaso alguien sospechaba lo callaba. Las emociones son muy difíciles de ocultar porque las expresiones y el lenguaje corporal delatan. Ellos se miraban con amor y cuando se dirigían al otro su tono de voz cambiaba.

El grupo de personas en el refugio eran muy amigos y esa convivencia era el escenario de su amor. Estaban con gente a la que llegaron a apreciar y por la cual eran muy queridos.

Juntos iban al supermercado o hacían ejercicio; ponían flores en la tumba de Adem; llevaban a Lucas Jr. al cine en días y horarios de poca concurrencia. En fin, actuaban como esposos.

 

Lucrecia estaba teniendo tanto éxito profesional que ocupaba ya el puesto de Directora Ejecutiva. Era tan excelente en su trabajo que coleccionaba reconocimientos, recibía jugosos bonos, viajes y hasta un lujoso auto. Obviamente ese éxito iba de la mano con responsabilidades adicionales y tenía qué ausentarse del país con mayor frecuencia. Su negocio de artesanías también iba en ascenso. Definitivamente era de esas personas que atraían prosperidad y dinero.

Al regreso de cada viaje llegaba cargada de regalos para su esposo. Le daba todo lo que él dinero podía comprar, un sinfín de objetos caros y novedosos. A veces parecía que lo trataba como a un hijo.

Eren no repetía ropa, zapatos o accesorios. Tenía tanto de todo que regalaba a los chicos voluntarios lo que ya no cabía en su enorme vestidor.

 

En algunas pocas ocasiones, Eren debió salir de vacaciones con Lucrecia. Esos viajes habían perdido su encanto pues extrañaba a su amada con desesperación aunque le escribía a cada rato y compartía fotos del viaje.

Por raro que parezca Alexa no sentía celos. Sabía que la relación de Eren y su esposa era de amigos. Creía ciegamente en todo lo que él decía, le profesaba una confianza absoluta.

Después de 2 años con 5 meses de esa maravillosa relación, el amor había aumentado y el deseo persistía. Creyeron que esa felicidad robada sería infinita. Hasta ese día...ese horrible día.




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