PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 2

Juan Pablo llevaba algún tiempo extrayendo significativas cantidades de dinero del supermercado, lo consideraba una compensación por dedicarle tantos años a ese horrible trabajo. Cuando le propusieron un negocio turbio decidió aceptar.

–La paga es magnífica y no tienes qué meter las manos, tan solo ver para otro lado –le dijo el hombre.

Luego de recibir una estratosférica suma de dinero en efectivo decidió huir. Iría por su hija y escaparían para iniciar una vida lejos de ahí.

Cuando llegó a la casa encontró a una llorosa Nora empacando sus pocas pertenencias mientras Omer esperaba junto a ella angustiado.

– ¿Qué demonios estás haciendo aquí? –dijo al chico jaloneándolo por el cuello de la camisa.  

–Señor, soy el esposo de Nora pero no hay tiempo para explicaciones, tenemos que irnos rápidamente –anunció el joven con los ojos desorbitados.

–Papá, me iré con Omer, soy mayor de edad y estamos casados. En estos momentos nuestra vida está en riesgo.

–Nos marcharemos juntos, ya habrá tiempo de aclarar todo –afirmó Juan Pablo conteniéndose.

En pocos minutos los tres se perdieron en medio de la noche.

 

Dos días después llegaron a un pueblo del sureste del país, Yucalpetén, Progreso, Yucatán. Durante el viaje un asustado Omer dio las explicaciones que el padre de Nora exigió.

–Señor, hemos sido novios durante mucho tiempo y nos casamos hace poco.

–Los dos abusaron de mi confianza –reclamó Juan Pablo sin embargo no reaccionó tan mal como esperaban. Traía entre sus cosas un portafolio que protegía con el cuerpo–. A ver muchacho, ahora dime el motivo por el cual estamos huyendo.

 

La tarde anterior, Alejandro había encontrado a su esposa con Omer en su propia cama en la quinta. El hombre sacó una pistola y apuntó a la cabeza del chico. Isabel, sin pensarlo, se lanzó contra el cuerpo de su esposo y Omer intentó quitarle el arma provocando que se disparara accidentalmente en la pelvis.

Alejandro quedó en el piso herido sobre un charco de sangre y trató de arrastrarse hacia la pistola.

–Tienes que irte lejos –pidió Isabel a Omer y le entregó una pequeña caja oscura–. Este paquete es tu seguro de vida, guárdalo y escóndete muy bien porque te buscarán a partir de ahora –también le dio una bolsa con dinero y joyas–. Vete cuanto antes y no mires atrás.

Antes de auxiliar a su esposo, Isabel se cercioró desde la ventana que la vieja camioneta se alejara.

– ¡Vayan tras ese desgraciado y recuperen mi paquete, mátenlo junto con toda su familia! –ordenó Alejandro por teléfono antes de quedar inconsciente.

Omer decidió ir a despedirse de sus padres, llegó por la parte trasera de la casa y escuchó los disparos, se quedó inmóvil y después de que los hombres se fueran advirtió que Nora salía corriendo. Entró y vio a su familia muerta. No gritó, sacudió cada cuerpo en espera de una señal de vida y al no encontrarla el terror lo hizo correr detrás de su novia.

 

Al narrar lo sucedido, Omer cambió algunos hechos y omitió otros.

–Verá señor, yo hago trabajos en la quinta del Alcalde para pagar mis estudios y ayudar a mi familia. Ayer por la tarde, el señor Alejandro llegó en estado de ebriedad, me atacó sin motivo, trató de dispararme y yo desvié el arma provocando que se disparara en el abdomen. Su esposa me pidió que huyera porque el señor tiene trato con gente peligrosa. Fui a mi casa y encontré a mis padres muertos, lo demás ya lo saben.

–Papá, yo estaba en la casa de Omer cuando asesinaron a su familia, me salvé porque no salí del baño. Esas personas son capaces de todo, por eso decidí huir con él, pueden matarme por el hecho de ser su esposa.

–No creí que la situación fuera tan grave –dijo Juan Pablo sorprendido.  Sin embargo esa huida le había caído como anillo al dedo.

 

Alejandro estuvo varios días en estado crítico; su esposa e hijos no se movieron del hospital pues el panorama era desolador.

–Mi padre se disparó mientras limpiaba una de sus armas –declaró el hijo mayor del matrimonio a los medios de comunicación. Fue la versión que Isabel contó a todos.

 

 

Omer rentó una linda casita apartada que estaba a orillas del mar e instaló a su esposa y a su suegro.

–Debo marcharme –les informó.

–Por favor no te vayas, aquí nadie nos encontrará. No me dejes sola en este lugar tan lejano –suplicó Nora llorando.

–Sólo busco ponerte a salvo, al estar conmigo tu vida correría peligro constantemente. Nunca olvides que mataron a mi familia y ni siquiera tuve la oportunidad de darles sepultura. Prometo que jamás te abandonaré, soy tu esposo y nos reuniremos pronto, en este lugar nadie te buscará y con el tiempo el alcalde dejará de perseguirme. Ten paciencia, lo mejor es que evites tratar con la gente del pueblo y te dejes ver lo menos posible, encontraré la manera de ponerme en contacto y eso sí, mes con mes les haré llegar dinero para que vivan tranquilamente mientras regreso. Si en algún momento dejan de recibirlo significa que estoy muerto y ya no hay nada qué hacer. En ese caso deberán huir a otro lado y comenzar una nueva vida. Señor, por favor cuide a mi esposa, protéjala y jamás la deje sola –suplicó Omer a su suegro antes de marcharse.




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