PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 5

–Soy el doctor Efe  –se presentó el hombre saludándola de mano y viéndola a los ojos con frialdad.

–Mucho gusto, me llamo Nora. Estoy para servirle.

–Yo soy Humberto. Encantando. Espero nos expliques la manera en que se organizan aquí puesto que vengo de un hospital grande –el otro médico era bajito, le sobraban varios kilos, usaba lentes, era sonriente y parlanchín.

Nora explicó a ambos la manera en que habían trabajado los otros médicos e iniciaron la jornada laboral. Ese día tuvieron muchos pacientes y como era costumbre no tuvo un respiro. Al acabar el turno, Humberto se acercó a ella.

–Nora, me gustaría que nos acompañaras a comer ya que recién llegamos y no conocemos los restaurantes de buen sazón.

–Una disculpa doctor, tengo la tarde ocupada pero les puedo recomendar un par de lugares. –La chica le dio las indicaciones mientras Efe miraba por la ventana aparentemente distraído.

 

Después del partido de vóleibol, Nora y sus amigas decidieron sentarse a comer helados en un pequeño lugar con mesas fuera.

–Estuvo reñido el encuentro, no fue fácil ganarles –comentó Atziri.

–Así es, pero hemos entrenado duro para llegar a la final –respondió Fer.

Después de un rato, los doctores pasaron frente al lugar. Humberto vio a Nora e indicó a Efe que se acercaran.

Efe vestía ropa fresca y cómoda, lucía más joven sin la bata médica, además era tan atractivo que parecía salido de una revista de espectáculos y desentonaba con la sencillez que los rodeaba.

–Hola señoritas, yo soy Humberto, el nuevo doctor –se presentó saludando de mano–. Él es Efe, el otro doctor, acabamos de llegar al pueblo y hoy fue nuestro primer día en el consultorio.

–Mucho gusto doctores –respondieron Fer y Atziri.

–Por favor, llámenme por mi nombre –dijo Efe saludando de mano.

Se sentaron con ellas y platicaron cosas triviales.

Atziri no dejaba de ver a Efe con coquetería, lo que no pasó desapercibido para sus compañeras.

Humberto no paraba de hablar monopolizando la conversación.

–Soy soltero y tengo 30 años, originario de Veracruz. Trabajé en el Hospital General hasta antes de venir aquí, espero acostumbrarme ya que veo que el lugar es pequeño y el calor sofocante.

Efe escuchaba en silencio, parecía estar incómodo, quizá por el calor o por el monólogo de su compañero. Atziri aprovechó una pausa para interrogarlo.

–Dinos Efe ¿Cuántos años tienes? ¿Eres casado? ¿De dónde eres?

–Tengo 28 años. ¿Están en algún equipo deportivo? –respondió él cambiando bruscamente de tema.

Atziri le dio los pormenores del equipo de voleibol y del lugar donde trabajaban Fernanda y ella.

–Somos solteras, por cierto –añadió–. Fer es la única que tiene novio aunque Nora tiene un papá que la cuida más que tres esposos.

Nora se sonrojó y miró hacia otro lado.

Estuvieron ahí hasta entrada la noche y luego se despidieron alegremente.

 

 

Efe se hospedaba en una pequeña casa al otro extremo de donde se ubicaba el consultorio. Al llegar desempacó y acomodó sus cosas. Prendió el aire acondicionado pues el calor era intenso en el mes de abril. Haría lo posible por adaptarse a la tranquilidad del pueblo el poco tiempo que esperaba permanecer ahí. Era un lugar diferente a lo que estaba acostumbrado pero no tenía otra opción, además amaba su profesión y por lo visto había suficientes pacientes.

A la mañana siguiente salió a trotar temprano. Fue una sensación agradable sentir la brisa en su cara. A lo lejos vio a Nora corriendo con sus amigas y saludó con la mano. Mientras corría pensaba que la enfermera era una chica guapísima pero bastante reservada. Ya la iría conociendo con calma.

 

En los siguientes días tuvieron mucho trabajo en el consultorio. Los pacientes estaban contentos con los médicos jóvenes, sobre todo con Efe pues los trataba con empatía, cordialidad y respeto; los llamaba por su nombre mientras analizaba sus padecimientos buscando darles el mejor tratamiento. Nora lo observaba sin que él se diera cuenta, a pesar de su amabilidad le daba la impresión de que ponía una barrera con ella.

 

 

 

El jueves siguiente, Atziri recibió una llamada de Humberto.

–Hola chica guapa, te hablo para invitarte a comer en la playa el sábado. ¡Por favor, di que sí!

–Tengo una mejor idea –respondió ella–. Vayamos en grupo. Yo me encargo de organizar a las chicas.

–Claro, Efe y yo estaremos encantados –el doctor trató de esconder su decepción pues deseaba ir solo con ella.

 – ¡Hecho! –Atziri sonrió, la idea le pareció genial, no había dejado de pensar en Efe desde que lo conoció. Le encantaría que fuera su novio y haría lo posible por conquistarlo.

 




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