Juan Pablo abrió la puerta de su casa y un chico le entregó un maletín. Sorprendido, vio en su interior y el alma le volvió al cuerpo. Entró rápidamente, abrió la caja de seguridad y contó el dinero, estaba intacto. Era tanta su felicidad que bailó mientras silbaba su canción favorita. Los pensamientos vinieron uno tras otro.
No tenía idea de dónde estaba Nora ni cómo. Era igual de mal agradecida que su madre. Por lo visto no había ido con el doctor ese ya que la estaba buscando. Pero, ¿qué tenía que ver él con ellos? ¿Por qué se había llevado su dinero y luego lo regresó? ¿Por qué había contactado a Lore? ¿Estaba relacionado con la gente que buscaba a Omer? Era lo más probable pues no había tenido noticias de las personas con las que había hecho negocios sucios en el supermercado. Estaba muy a gusto en el pueblo y no deseaba marcharse. Se tranquilizaría, seguro todo estaba bien, tarde o temprano Nora regresaría con la cola entre las patas. A veces deseaba buscar a Lore para retomar su relación pues no se habían visto desde aquel día y ya se le había pasado el coraje. Pero no, era una traidora en la que no podía confiar, no le servía, ya conocería a alguien más o seguiría solo pasando sus días en el bar.
Efe regresó a Monterrey y continuó buscando a Nora con ayuda de los expertos. Casi a diario soñaba con ella, a veces trataba de tocarla pero no lograba alcanzarla, luego veía a un bebé hermoso al cual tampoco podía acercarse. Despertaba angustiado con el corazón latiéndole acelerado.
Mientras tomaba un café temprano en la mañana, recordó cuando su padre le ordenó que buscara a Omer y recuperara lo que se llevó a como diera lugar. Cuando le dijeron que había una esposa no imaginó que sería alguien como Nora. La conoció y comprobó que era una mujer honesta y sincera. Quizá su único error había sido casarse con un delincuente pero sabía que no se había involucrado en sus actos. No pudo evitar enamorarse perdidamente. En el tiempo que estuvieron juntos sentía punzadas de remordimiento pues al no poder sincerarse parecía que la estaba utilizando, sin embargo su amor era genuino. En algún lugar desconocido Nora estaba pensando que la había engañado cuando lo único que deseaba era estar con ella y su hijo.
Isabel o Ana Isabel, la madre de Efe, pasaba mucho tiempo al lado de Nora. Le platicaba de sus embarazos, la cuidaba, hacia yoga con ella, trataba de que se alimentara sanamente en sus horarios y descansara. Le facilitaba todo dentro del departamento.
Nora no tenía ánimos para salir. Lo que no sabía era que aunque lo hubiera deseado sería bajo la estricta vigilancia de Isabel quien tenía pensado retenerla hasta que naciera el bebé. La chica no sospechaba las intenciones de la señora pues estaba sumida en una cierta depresión. Su vida le parecía gris y aunque le hacía ilusión su hijo, tenía sentimientos encontrados. ¿Qué haría cuando él naciera? ¿A dónde iría? Algunos días se animaba pensando que ya que estuviera recuperada del parto y el bebé fuerte podría establecerse en alguna ciudad del sur, buscaría trabajo, una buena guardería y saldrían adelante juntos. No deseaba ponerse en contacto con Juan Pablo. En un futuro lejano tal vez lo haría, no quería que gobernara la vida del niño como lo hizo con ella.
Tampoco deseaba volver a ver a Efe a pesar de que su corazón clamaba por él. La había engañado, se casó mientras le juraba amor. Era consciente de que ella también había ocultado su estado civil pero la situación era diferente. Sabía que él tenía derecho de conocer a su hijo y verlo crecer pero no podía acercársele. Él podría tomarlo como un chantaje o tener problemas con su esposa. Isabel le pidió que se olvidara de él y por algo lo decía. A veces se encontraban en sueños y ahí eran libres de amarse. Esos acercamientos no le permitían olvidarlo. Despierta intentaba controlar sus emociones pues las acallaba con la decepción hacia él; dormida, el alma era libre y volaba a buscar a la de su amado que la recibía con regocijo y juntos gozaban de interminables momentos sublimes. Al regresar a la realidad sentía una dicha que terminaba en llanto. Y así pasaban los días.
Efe se estaba volviendo loco, mantenía comunicación con Fer y Humberto para informarse sobre Nora pero parecía que se la había tragando la tierra.
Tiempo después, Isabel tomó al pequeño en sus brazos llorando de alegría.
–Mi amado Efe, has vuelto a nacer, no te dejaré jamás.
Con la ayuda de un médico y una enfermera especialistas habían preparado la recámara de Nora como sala de parto y todo había salido bien, la madre y el niño gozaban de perfecta salud.
Nora estaba agotada tras varias horas de labor de parto pero cuando pusieron al bebé en sus brazos todo se iluminó, su hijo era hermoso y perfecto. Descubrió que el amor por su hijo era diferente a lo que había conocido y supo que lucharía por él mientras viviera.
–Mi pequeño Sükri. Es el nombre del abuelo de Efe. ¿Estás de acuerdo que se llame así? –dijo la señora.
–No he pensado en un nombre, así que está bien –aceptó Nora.
Nora se recuperó con rapidez; daba leche materna a su pequeño amor y la vida se le llenó de colores. Cuando descansaba, Isabel atendía al bebé en cada cosa que requiriera, lo tocaba, lo olía, velaba cada minuto de su sueño. Al parecer solo iba a su casa a dormir pues estaba ahí todo el día.