PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 18

Efe se encargó de los trámites necesarios. Cremaron el cuerpo de Juan Pablo e hicieron un sencillo funeral con las cenizas. Nora las llevaría con ella mientras decidía qué hacer.

Estuvieron en el pueblo unos días y convivieron con Fer en medio de esa situación. Saludaron a gente conocida y recibieron la visita de algunos pacientes. El apreciado Humberto se había marchado a Veracruz tres meses antes. Se cruzaron con Atziri pero ésta fingió no verlos y se alejó.

 

Cuando Nora metía en una caja las pocas pertenencias de su padre para desocupar la casa, descubrió un maletín oscuro.

–Encontré el dinero que por tantos años ahorró mi papá. El mismo que confundiste con el paquete que buscabas y que estuvo en manos de la gente que mató a tu hermano ¿Qué crees que deba hacer con él? –pidió consejo a Efe sin poder evitar las lágrimas.

–Creo debes compartirlo con tu madre, al fin son sus únicas herederas. Debemos tratar de olvidar lo que sucedió.

 

 

–Querida amiga, estoy tan agradecida por lo que has hecho por mí. Has sido una bendición. Espero nos visites pronto –Nora dio un largo abrazo a Fer.

–Nada qué agradecer, sabes que te quiero mucho y por supuesto pronto tomaré unas vacaciones para visitarlos. –Fer apretó fuertemente a su gran amiga.

Por fin se despidieron del pueblo donde se habían conocido y al que no esperaban regresar.

 

Con el paso de los días, ya de vuelta en casa, Nora se sumergió en una profunda tristeza. Realizaba su trabajo sin ganas, perdió el apetito y lloraba a solas.

–Desde que tengo memoria mi padre me controló. No sabía amar sin sobreproteger o poseer. Con frecuencia soñaba con liberarme de sus cadenas pero no imaginé que me dolería tanto perderlo. Él aparece en cada recuerdo que tengo y en cada paso que di. Indudablemente me amaba, nunca me dejó sola y yo lo abandoné en sus últimos momentos. Quizá enfermó de tristeza. Murió solo, el que hayan encontrado su cuerpo por casualidad a los tres días es algo que jamás me podré perdonar. ¿En dónde estaba su única hija que no podía hacerle siquiera una llamada? ¿Así pagué su entrega y devoción? –Las lágrimas corrían interminables por la cara de Nora ante el plato de comida sin tocar.

–No te culpes –le suplicó Victoria–. Lo que sientes es parte del proceso de duelo. Fuiste una buena hija y lo sabes. Así como sucedieron las cosas era la única forma en que tenía que ser. La manera en que vive y muere una persona tiene qué ver absolutamente con ella y nadie puede hacer algo para cambiarlo pues es parte de su evolución personal. Él cometió errores al igual que tú, yo y el resto de los seres humanos. Por creencias aprendidas hacemos daño suponiendo lo contrario y nos cerramos al grado de no ver la realidad. Es indispensable que recibas ayuda profesional para superar este gran dolor. No estás sola, aquí estoy para ti, además tienes un esposo que te ama y un hijo maravilloso.

–Tu madre tiene razón en todo– apoyó Efe–. No te dejaremos sola.

 

Unas semanas después, Nora despertó gritando angustiada.

–Tranquila amor, es una pesadilla –dijo Efe colocándola en su pecho y acariciando su cabello.

La chica fue calmándose poco a poco.

–Soñé con mi padre, se veía joven, pleno y feliz. Sonrió y sin palabras me transmitió todo su amor pero luego señaló un pozo. Cuando me asomé vi en el fondo a Isabel llorando, su ropa estaba hecha jirones y elevó sus manos hacia mí pidiendo ayuda. Tenemos que buscarla Efe, por favor, vayamos a ver a tus padres.

–No me pidas eso. Sabes bien el por qué no deseo tener contacto con ellos, no permitiré que nos hagan más daño. Esas dos personas están muertas al igual que mi único hermano. Mi familia son tú, nuestro hijo y tu madre.  Incluso el resto de mis familiares se mueve en un mundo de dinero y falsedades, estoy mejor sin ellos.

–No conozco a tu padre pero si está enfermo te necesita. En cuanto a tu madre, sé bien que tenía la intención de arrebatarme a Sükri pero percibí en ella una inmensa soledad y sufrimiento. Te ruego que vayamos a verlos una sola vez. Permite que nuestro hijo conviva con sus abuelos. Sabes bien que no hay día que no llore por mi papá y no deseo verte en mi lugar, lamentando haberte alejado de tus padres cuando sea tarde.

Efe se levantó molesto y durante el resto del día estuvo callado.

–Está bien Nora –aceptó a la hora de dormir–. Pero será una sola vez. Lo que tu padre hizo contigo no tiene punto de comparación con la maldad de mis padres. En fin, programaré el viaje a Monterrey para el siguiente fin de semana.

Efe se durmió con una sensación desagradable en el estómago.

 

 

Omer seguía buscando pretextos para estar cerca de Nora. Había situado su casa cerca y aunque desaparecía por días era frecuente encontrarlo en la colonia. Solía llamarla por teléfono para invitarla a tomar un café por lo menos una vez cada quince días. Por supuesto, deseaba verla más pero era el período que ella dejaba pasar para encontrarse con él porque en el fondo no se sentía a gusto con su cercanía.




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