PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 19

Efe entró a la habitación de su padre con Nora siguiéndole los pasos. Alejandro yacía con la mirada perdida y la piel pegada a los huesos. A sus 53 años era un anciano de piel ceniza. Sus ojos brillaron al reconocer a Efe.

–Hijo. ¡Perdóname por favor! ¡Perdóname y salva a tu madre de ese maldito loco! –rogó con voz débil.

Sin perder tiempo, Efe llamó por teléfono a una ambulancia. Luego revisó los signos vitales de su padre y su rostro reflejó preocupación. Lo mantuvo en sus brazos hasta que llegaron los paramédicos. Al salir vieron a Isabel dormida sobre un sofá.

Alejandro fue ingresado a terapia intensiva de inmediato.

–Ve a la casa Nora, este no es lugar para Sükri, yo te mantendré informada sobre cualquier noticia.

–Lo haré amor, estaré esperando despierta, no olvides que te amamos.

Una hora después el doctor se acercó a Efe.

–Creo que te diste cuenta de que el estado de tu padre es crítico y está agonizando. Una persona en su condición requiere terapias, medicamentos, cuidados y alimentación especial; al parecer dejó de recibirlos, da la impresión de haber estado abandonado desde hace algún tiempo.

Efe pasó la noche en la sala de espera y en la madrugada le avisaron que su padre había fallecido. Acudió junto a su cama y le habló en voz alta.

– ¡Lo siento mucho papá! Me alejé por instinto de conservación. Te perdono como me pediste y evitaré juzgarte en el futuro. Eres mi padre y siempre te respeté aunque no estuve de acuerdo con tu forma de vida. Me quedaré con lo bueno y trataré de dar a mi hijo otro ejemplo. Te extrañaré y prometo que velaré por mi madre. Ve en paz, eres libre por fin. –Las lágrimas rodaban por su rostro y el dolor le encogía el corazón.

–Mi padre falleció –dijo por teléfono a Nora una hora después. Ella no pudo evitar llorar por la pena que sabía estaba experimentando su esposo.

En un abrir y cerrar de ojos, Efe hizo los arreglos para un segundo funeral. Aunque intentó que fuera algo sencillo mucha gente acudió a presentar sus condolencias.

–Mi madre se encuentra afectada, por lo que está en cama –respondía a quienes preguntaban para justificar la ausencia de Isabel.

 

 

Isabel despertaba a ratos y lo único que hacía era beber de botellas que sólo ella sabía dónde estaban escondidas porque Nora se dio a la tarea de tirar las que encontró.

Efe se sentó frente a su madre.

–Es tiempo de hablar. Quiero que me expliques lo que sucedió en el tiempo que me ausenté y quién es el maldito loco al que se refirió mi papá.

La mujer guardó silencio bajando la mirada.

–Es necesario que ingreses en un centro de rehabilitación porque aún estás a tiempo de salvarte –continuó Efe–. No estoy aquí para juzgarte. Por favor perdóname por haberme alejado, eres mi madre y te quiero en mi vida. Ansío dejar el pasado atrás y olvidar lo que hiciste a mi esposa, quizá ya estabas mal. Verás crecer a tu nieto porque somos una familia y merecemos una oportunidad. Te lo ruego mamá, mi papá y mi hermano ya no están pero tú y yo seguimos aquí. –Efe tomó las manos de su madre pero ella apartó la mirada.

 

 

Días después, Efe citó al abogado para conocer el estado de las propiedades de sus padres y sus finanzas en general.

–Queda poco dinero en el banco –dijo el hombre. Los fondos de inversión, acciones, títulos, bonos, vehículos, membresías y propiedades exceptuando ésta fueron vendidos por la señora Isabel. Tu padre le otorgó un poder total sobre los bienes al quedar discapacitado. El dinero salió de las cuentas mancomunadas y no tengo idea de lo que hizo tu madre con él. Estamos hablando de muchos millones de pesos. Ésta mansión, como bien sabes, te pertenece pues tu padre la traspasó a tu nombre luego de la muerte de tu hermano. Existe un seguro de vida cuya beneficiaria es la señora Isabel y pronto podrá disponer del dinero. Hasta donde tengo conocimiento es todo lo que queda. –El abogado se rascaba la cabeza con cara de preocupación.

Más tarde, Efe buscó en la caja fuerte y la encontró vacía. Antes había joyas, títulos y dinero en efectivo. Tenía que ser obra de alguien más y necesitaba averiguarlo pero Isabel no hablaba.

 

 

Omer sabía que no podía ir a la mansión pues Isabel le había avisado apenas llegaron Efe y Nora. Lamentó que Alejandro hubiera muerto tan rápido pues deseaba torturarlo un poco más.

–No les hables de mí pues tu hijo podría ser un obstáculo para nuestra felicidad, comunícame todo, no olvides que te amo y deseo tenerte conmigo a la brevedad –dijo a la mujer días atrás cuando ella le informó lo que sucedía.

Esa mañana, Isabel se dirigió al jardín para hablarle.

–Omer, dime a dónde ir, ya es tiempo que nos vayamos a vivir lejos como prometiste; te amo y lo he demostrado de mil maneras. Ahora soy una mujer libre. Además ya no queda nada por vender; abrí la cuenta que me pediste y con ese dinero viviremos tranquilos.

–Hermosa, debes tener paciencia –respondió él–. Por ahora debes hacer lo que tu hijo diga, incluso ir con él si te lo pide. Yo iré a buscarte pronto, tu marido acaba de morir y debemos ser prudentes. Ten presente que te amo y esperaría una vida entera por ti. Nuestra felicidad está cerca.




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