Los días pasaron. Aunque ErdoSü no había llamado, a diario Cloe encontraba en su correo un saludo, alguna foto y un resumen parco de sus vivencias; le respondía con alegría contándole novedades del trabajo y los amigos sin poder evitar extenderse en los detalles.
Pasó un mes antes de la primera video llamada y hablaron por tres horas.
–Me estoy adaptando, el trabajo es magnífico, un gran reto, me siento contento. Todo es distinto pero lo estoy disfrutando –externó ErdoSü y relató a Cloe los pormenores de las últimas semanas.
Cloe le contó anécdotas que lo hicieron reír. La chica sentía que los lazos de amistad se estrechaban pero empezó a ver lejos la posibilidad de que su amor fuera correspondido.
Al día siguiente, Cloe acudió a un enorme hospital de la ciudad para iniciar un proyecto que llevaría unas pocas semanas. Le había sido asignado ese importante trabajo y sabía que los resultados serían satisfactorios porque se había preparado para un reto así.
Esperó en una pequeña oficina a donde la dirigieron y a los pocos minutos entró un hombre y se presentó.
– ¡Buenos días!, Soy el Doctor Gonzalo Montes, encargado del área de neurocirugía, estaré a cargo del proyecto por parte del hospital.
Gonzalo tenía aproximadamente 56 años, era alto, cabello totalmente canoso y le sobraban unos pocos kilos. Vestía de blanco y detrás de sus lentes se mostraban unos ojos azules que denotaban inteligencia. Tenía una voz poderosa y se conducía con tanta seguridad que era imposible que no llamara la atención.
Él y Cloe trataron los asuntos concernientes al trabajo por más de dos horas y dieron por terminada la reunión.
–Esta será tu oficina el tiempo que dure el proyecto, estoy a tus órdenes. ¡Te invito a comer para festejar el arranque, conozco un lugar fabuloso!
Cloe se sorprendió con la invitación de Gonzalo pero decidió aceptar. Había algo en él que le agradaba.
Sentados en un lindo restaurante de comida regional Gonzalo tomó la palabra.
–Soy viudo y tengo una hija. Mi esposa falleció cuando la niña tenía diez años y me hice cargo. No fue fácil, sobre todo porque mi trabajo es demandante. Realizo operaciones de forma privada en algunas partes del mundo cuando los casos son considerados imposibles. Gracias a la ayuda de mi hermana saqué adelante a Amy. Ella ya está casada y me dio un precioso nieto de unos meses de nacido. ¿Qué edad tienes Cloe?
–Tengo 26 –respondió la chica.
–Mi hija Amy es tan solo dos años mayor que tú –confesó Gonzalo.
Continuaron platicando muy a gusto hasta que sus mutuas obligaciones los hicieron marchar.
– ¿Sucede algo? –preguntó Bree cuando más tarde Cloe se equivocó en los pasos de baile.
–Conocí a un hombre que tiene entre 56 y 60 años. No sé con certeza su edad pero me agradó –Cloe relató a su amiga el encuentro.
–Ese señor podría ser tu padre, es mayor por más de 30 años. –Bree parecía escandalizada–. ¿Ya dejaste de pensar en ErdoSü?
–La edad no importa en las relaciones humanas, tampoco la clase social, religión o gustos –argumentó Cloe.
–Quizá en una amistad no pero en una relación de pareja tarde o temprano esas diferencias pesan –subrayó Bree.
–No pasa nada, solo es una cuestión de trabajo –concluyó Cloe.
Lo cierto es que esa noche olvidó por completo revisar su correo y sin darse cuenta no pensó en ErdoSü como solía hacerlo antes de dormir.
– ¡Me gustas mucho! –confesó Gonzalo a Cloe semanas después mientras cenaban en un restaurante de comida italiana.
Cloe no respondió, ella también se sentía atraída hacia él a pesar del poco tiempo que tenía de tratarlo.
Más tarde se besaban ardientemente en el lujoso departamento de él. No era amor, era otra cosa, quizá enamoramiento o simple deseo sexual.
Cloe avisó por mensaje a Bree que no llegaría a dormir y pasó la noche con Gonzalo.
Al otro día desayunaban juntos y entrelazaban sus manos.
– ¿No crees que es demasiado pronto? –preguntó Cloe.
–A mi edad ya no hay tiempo que perder, la opinión de la gente deja de importar, se disfruta la compañía de personas deseadas y se evita lo que no suma, ya lo experimentarás dentro de muchísimos años. Vive cada momento, déjate llevar y no te preocupes por lo demás.
Cloe decidió seguir su consejo.
–Me voy a disculpar de antemano por lo que voy a comentar. –Bree acercó una silla para que Cloe se sentara–. Creo que debes tener cuidado con ese señor pues podrías salir lastimada. Mi intención no es actuar como mamá regañona pero es la primera vez que te dejas llevar de esa manera, sin pensar en las consecuencias. Analiza si no es un mecanismo para olvidar a ErdoSü.