A Cloe le sorprendió el hecho de que ErdoSü terminara la llamada tan rápido pero no tuvo tiempo de pensar porque Gonzalo estaba llamando a su celular.
Gonzalo tenía gran variedad de temas de conversación, conocía de todo y solía dar respuestas acertadas. Se mostraba interesado por las cosas que ella le platicaba e intercalaba cumplidos y frases cariñosas que hacían sonreír a la chica.
– ¡Eres tan hermosa! ¡Tus ojos enamoran! ¡Mi bella muchachita!
Al final de la llamada Cloe se estiró en la cama feliz y evocó lo que su madre decía.
«Una mujer puede estar enamorada de un hombre pero éste no debe olvidar recordarle que es bella, regalarle una flor sorpresivamente, tomarle la mano al caminar o abrazarla. Algunos varones dejan de hacerlo después de un tiempo y no se explican el por qué ella resiente el cambio, piensan que estar ahí es suficiente muestra de su amor. En la vida todo necesita ser nutrido o muere irremediablemente. La planta debe ser regada, la mascota cuidada y amada, el auto gasolina y mantenimiento, los niños alimento, amor, educación. ¿Por qué el amor de pareja tendría que ser diferente? ¿Por qué pensar que una vez que se tiene marchará en automático?»
Cierto día en que Cloe y ella descansaban en la banca de un parque, una pareja pasó frente a ellos; aparentaban tener poco más de 60 años. El hombre caminaba por delante y la mujer lo seguía apresurada. Sue dijo a su hija:
«Te aseguro que aún con la edad que tiene la señora, desea y merece ser tomada de la mano por su pareja ya que nunca dejará de sentir como mujer porque el alma no envejece. Claro, la mujer también debe alimentar el amor hacia el hombre, respetarlo y apoyarlo pero por alguna razón biológica la mujer florece más con esos detalles.»
De tanto pensar, Cloe se durmió y no escuchó el teléfono sonar.
Al no tener respuesta, ErdoSü llamó a Rahui.
– ¡Platícame sobre el romance de Cloe! –pidió después de saludar.
– ¡No quiero murmurar a sus espaldas, además no sé mucho! –argumentó Rahui.
– ¡Dime lo que sepas por favor!
–Bien. Hasta donde sé es un anciano, un neurocirujano forrado en plata, todo sucedió rápido y no me lo explico.
– ¡Pensé que me esperaría! –expresó ErdoSü en voz alta.
–Cloe no tiene la menor idea de lo que sientes por ella, debiste haberle dicho –aseguró Rahui.
– ¡He sido un estúpido! Si no tuviera un contrato por cumplir regresaría inmediatamente y le declararía mi amor.
–Es mejor no preocuparte más y dejar que las cosas fluyan. Si su destino es estar juntos así será –aconsejó Rahui.
Al día siguiente, mientras platicaban sobre Cloe y su novio, Bree dijo algo que hizo que Rahui se estremeciera.
– ¡Haré lo que esté en mis manos para que se separe de ese viejo!
– ¡Estás loca! –Exclamó Rahui–. El que sea tu mejor amiga no te da derecho de interferir en sus asuntos. Con seguridad será una relación fugaz debido a la diferencia de edad, incluso es probable que el señor tenga por costumbre enamorar jovencitas y desecharlas con la misma rapidez.
–Espero que sea así pues de lo contrario tendré qué actuar y tú deberás ayudarme –aseguró Bree.
Rahui abrió los ojos asustado pues desde que iniciaron su relación, en la preparatoria, terminaba haciendo lo que su novia decía.
Las cuatro semanas restantes del proyecto, Cloe y Gonzalo trabajaron arduamente y se acostumbraron a su cercanía.
Las tardes en que ella iba a bailar su nuevo amor la recogía a la salida sin bajar del auto y la llevaba directamente al departamento donde dormían juntos con más frecuencia.
–Siempre pensé que Cloe y ErdoSü serían pareja –manifestó una chica mientras cenaban en grupo después de la intensa rutina de baile.
–Ese nuevo novio no me agrada en absoluto pues nos la está robando. Desde que está con él no convive con nosotros –agregó otro chico.
– ¡Tonterías! Son figuraciones tuyas –expresó Bree restándole importancia cuando en realidad también sentía que estaba perdiendo a su amiga.
–Deseo presentarte con Bree y Rahui –dijo Cloe a Gonzalo por tercera ocasión–. Como sabes son más que familia para mí.
–Por supuesto cariño, pronto organizaré algo para conocerlos.
Cloe tenía la impresión de que él trataba de evitar el encuentro.
–Tengo algo qué proponerte. –Gonzalo tomó la mano de la chica–. Mañana será el último día del proyecto. En este tiempo me he habituado a verte a diario y no imagino estar ya de otra manera. ¡Múdate a mi departamento y vivamos juntos!
– ¡Por supuesto! Es algo que también deseo –dijo Cloe olvidando su recelo anterior.