Con el final del proyecto del hospital, Cloe volvió a pasar tiempo con sus amigos en el trabajo y fuera de él; también se reincorporó a las reuniones nocturnas con el grupo de chicos del baile. Rahui se mudó al departamento de Bree así que continuaron siendo inseparables los tres.
Realmente Gonzalo era un hombre muy ocupado. Formaba parte de la plantilla del gran hospital público en horario diurno y en las tardes atendía su exclusivo consultorio privado. Los pacientes debían esperar turno para obtener una cita con él ya que era considerado uno de los mejores neurocirujanos del país.
Cloe se fue adaptando a su nueva vida en el departamento de Gonzalo. Todo lucía impecable y ordenado. En el tiempo que llevaba ahí nunca vio personal de servicio pero si dejaba trastes o ropa sucia, al regresar los encontraba limpios. Sus pertenencias habían sido acomodadas por manos invisibles de manera prolija y estética.
–Haz una lista de lo que necesites, ya sean cosas del mandado o de uso personal y alguien lo traerá a la brevedad –informó Gonzalo–. Lo que desees comer a la hora que sea pídelo al número de la cocina del edificio, ellos se encargan de preparar mis alimentos cuando estoy en casa. Los empleados tienen prohibido ingresar al departamento mientras tú o yo estemos aquí a menos que sean requeridos. Por cierto, pronto te compraré un auto moderno para que estés más cómoda.
Cloe usaba un auto que la empresa le había proporcionado y se movía en él todo el tiempo, además estaba tan acostumbrada a realizar por si misma las tareas domésticas que se sentía extraña.
–No necesito un auto, no lo compres por favor –pidió.
Tres o cuatro veces por semana, antes de que Gonzalo llegara a casa, Cloe y ErdoSü hacían largas video llamadas. Él no preguntaba a Cloe sobre su relación y ella tampoco sobre si salía con alguien.
Era curioso pero estando lejos se conocieron más.
–Mi papá, Kerim, nació en Turquía pero siendo pequeño llegó con sus padres a la Cdmx. Aunque es un musulmán libre pensador se casó con mi madre, Rosario, quien es católica. Ninguno de los dos es muy religioso pero me enseñaron lo mejor de las dos doctrinas e inculcaron que la mejor es ser buena persona.
–Entonces has crecido en un ambiente bicultural, lleno de amor y buenas enseñanzas –afirmó ella y él asintió.
Esos momentos con ErdoSü aunque fueran de larga distancia complementaban la gran felicidad de Cloe.
–Me has platicado tanto sobre tus tres amigos que siento que los conozco, por favor invítalos a cenar al departamento –pidió Gonzalo a Cloe unos días después–. ¡Ah, ya recuerdo! Uno de ellos está fuera del país. Bien, invita a la chica y su novio.
–Claro, gracias –aceptó Cloe llena de felicidad.
–Será una ocasión especial así que sugiero que vistan formales–dijo Cloe a Bree y Rahui cuando los invitó. –Gonzalo encargó un servicio de comida con decoración y dos meseros para la cena.
Dos días después, mientras la chica se arreglaba, sonó el timbre y al abrir la puerta le entregaron una caja blanca que se veía muy delicada. Tenía una nota con la letra de Gonzalo:
« ¡No puedo dejar de pensar en ti! Te ruego uses ésta noche lo que hay en la caja».
Un tanto apenada, Cloe se puso la exquisita ropa interior, zapatos, accesorios y el vestido más bonito que había tenido en sus manos.
Durante la cena, Bree y Rahui se sintieron más cómodos después de la segunda copa.
Gonzalo hacía lo posible por encajar en la plática de los tres jóvenes quienes llevaban demasiado tiempo juntos y compartían una serie de bromas familiares, sin embargo no entendía ese tipo de humor y le parecía todo excepto gracioso. Aun así logró disimular y actuar con cortesía.
Cloe había tomado tres copas y se encontraba chispeante cuando llegó la video llamada de ErdoSü.
–Saludémoslo juntos amigos –pidió dando un gritito de felicidad.
Los tres chicos se colocaron a la vista mientras hablaban al mismo tiempo. ErdoSü fijó la mirada en Cloe y quedó hipnotizado por unos segundos pero captó de qué se trataba cuando vio a un hombre que hacía un formal y seco saludo con la mano.
Para el chico ver esa escena fue demasiado. Cortó la video llamada sin despedirse y salió a tomar aire mientras dos lágrimas salieron sin permiso de sus ojos. En su cerebro resonó una palabra: ¡Suficiente!
Al día siguiente, en el comedor de la empresa, Rahui, Bree y Cloe comentaban sobre la fastuosa cena.
–Para mí, Gonzalo ha ganado cinco puntos de calificación– dijo Bree.
–Es un señor educado –agregó Rahui sin externar algo más.
Entre risas no percibieron la llegada de dos jóvenes compañeros que eran bromistas, comunicativos y siempre sabían todo de todos, a veces incluso antes que la propia persona se enterara.
Uno de ellos les puso enfrente el celular con una foto de ErdoSü acompañado de una bella chica visiblemente extranjera que le tomaba la mano.