A ErdoSü nunca le habían gustado las relaciones ocasionales. Su noviazgo con Bego inició cuando ambos tenían 23 años y fue fiel. Ambos tuvieron oportunidades con otras personas pero encontraban en el otro su complemento y se respetaban. Tenían la aprobación de ambas familias y eso ayudó a que sus lazos se fortalecieran. Antes de ella tuvo dos noviecitas pero no pasó gran cosa.
Estaba a gusto y adaptándose al nuevo trabajo. Lideraba a un grupo de personas entre los 24 y los 50 años.
Desde el primer día, Lumi, una chica local, mostró interés por él y se le acercó. Era alta, rubia y hermosa. Habían salido a comer en dos ocasiones y ella era tan abierta que le enviaba señales inequívocas.
–Aunque eres alegre y simpático, hay un dejo de tristeza en tu expresión y eso solo puede significar una cosa: estás enamorado y extrañando a alguien –concluyó ella durante la segunda comida.
–Tienes razón. La mujer que va a ser mi esposa, madre de mis hijos y abuela de mis nietos está tardando en ser mía. Aun así no importa lo que deba esperar ya que tendremos la vida entera para estar juntos. –ErdoSü no se explicó el por qué esas oraciones salieron de sus labios siendo que había decidido a olvidar a Cloe. En el fondo se sentía traicionado por Bree y Rahui pues sabían de su amor por Cloe y aun así lucían felices conviviendo con su novio como una gran familia.
Más tarde, Lumi tocó a su puerta en las residencias donde vivían y pasaron la noche juntos.
Al despertar, ErdoSü sentía cruda moral y su expresión lo delataba.
–Solo fue sexo, no te enganches –exclamó Lumi guiñándole el ojo, luego se marchó feliz.
Con el pasar de los días ErdoSü notó que mientras intentaba olvidar a Cloe más se le hacía presente. Al hablar con compañeros de trabajo de México la mencionaban o al caminar por las calles una mujer llamaba a otra por ese nombre. ¿Era su imaginación? Alguna vez escuchó que había una especie de conexión entre algunas personas, algo fuerte e inexplicable; como si se conocieran de otra vida y estuvieran destinados a coincidir.
Cloe decidió echarle una capa más de arena a sus sentimientos por ErdoSü y disfrutar su relación de amor.
Debido a los horarios de Gonzalo, usualmente se veían hasta entrada la noche pero él le hacía llamadas o enviaba mensajes en sus ratos libres y platicaban sobre su día. Así llegara cansado, la abrazaba, le decía cosas lindas al oído, la llenaba de besos y tenían sexo antes de dormir.
Con frecuencia, Cloe y Bree se reunían con el grupo de baile en un bar donde cantaban, bailaban y tomaban una copa hasta tarde. Rahui solía acompañarlas a pesar de no cantar, bailar o platicar mucho.
Gonzalo la buscó con la mirada. Al verla se acercó y saludó al grupo secamente.
–Cloe, no me digas que ya te vas, aún es temprano. Señor, ¡No se lleve a nuestra amiga! –La chica se abrazó de Cloe y todos rieron ante la ocurrencia.
Gonzalo tomó a su novia del brazo y se despidió cortésmente con la mano.
Cloe no bebía mucho pero tres copas eran suficientes para que la lengua se le soltara. En el auto no paró de hablar mientras Gonzalo asentía con la cabeza molesto.
– ¿Cuál es el problema? –interrogó ella al ver su expresión.
Gonzalo estacionó el auto,
–Admito que me resulta incómodo ver que has bebido pero entiendo que eres joven y te gusta divertirte.
– ¿Tú bebes cuando vas a fiestas? –preguntó Cloe.
–Hubo una etapa en la que abusé del alcohol así que lo evito –contestó él con paciencia.
– ¡Cuéntame sobre esa época! –pidió ella.
–No tiene caso, el pasado está muerto y el futuro no existe, sólo importa el presente. Soy muy feliz contigo pero jamás te hablaré de formar una familia porque no es mi deseo, no lo ha sido desde que perdí a mi esposa.
Cloe sintió una gran decepción.
–Entonces cuál es el caso de estar juntos –reprochó.
–No malinterpretes mis palabras –pidió Gonzalo–. Quiero estar contigo. Si existiera un para siempre podría decirlo pero la vida me ha enseñado a no hacer promesas que tal vez no logre cumplir porque nadie tiene ese poder y la vida cambia en un instante.
–Te pido que siempre me expreses lo que sientes –dijo Cloe triste–. Admito que yo sí deseo formar una familia, tener hijos y alguien a quien amar. Me siento feliz de estar contigo pero estoy esperando que me involucres un poco más en tu vida.
–No hay mucho para contar, casi todo es trabajo, mi hija, mi nieto y las reuniones sociales a las que debo asistir. Pronto serás parte de todo, ya verás. Por cierto, admito ser celoso pero no paranoico y confieso estar locamente enamorado de ti.
Con esas palabras Cloe quedó feliz y olvidó ese puntito negro en la nieve.
Los días pasaron y cierta tarde, Cloe se dirigió al consultorio privado de Gonzalo para reunirse con él e ir al cine.