Hay excepciones en las que dejarse llevar o rendirse a algo sin pensar en las consecuencias no tiene resultados catastróficos como se espera. Primer ejemplo: un estudiante aplicado que por una sola vez decide acudir a una fiesta en vez de estudiar para el examen sucumbiendo a ese pequeño placer. Segundo ejemplo: el hombre que tiene un último billete en la bolsa y decide gastarlo en un lujo sin pensar que lo necesita para cosas básicas. Tercer ejemplo: la mujer a dieta que cede al antojo y come un rico postre de 700 calorías. Por raro que parezca, esas excepciones rara vez impactan negativamente a las personas que infringieron sus propias reglas ya que por alguna razón todo se acomoda para bien o incluso mejor.
Cloe estaba en esa situación. Se rindió, puso pausa a la voz en su cerebro que le avisaba que no era correcto, que era muy pronto, que habría consecuencias y correspondió a ErdoSü en cada beso y caricia. Sus cuerpos ya se conocían a través del baile y debieron separarse muchas veces injustamente pero el momento había llegado.
Un ruidoso grupo de jóvenes se acercaba a ellos y con gran pesar tuvieron que detenerse. Estuvieron a punto de ser por fin parte del otro como debió haber sido desde hacía mucho y como estaban destinados a vivir pero olvidaron que era un lugar público.
Permanecieron viéndose a los ojos con sus cuerpos pegados y las manos entrelazadas, transmitiéndose mensajes sin palabras sin percibir cuánto tiempo pasó.
Más tarde caminaron tomados de la mano al hotel y se despidieron con un beso en la mejilla y una sonrisa cómplice.
ErdoSü abrazó a Rahui. Lo soltó y abrazó dos veces más con euforia.
– ¿Cuál es el motivo de tanta felicidad? –preguntó el chico sorprendido.
–El día está cada vez más cerca –exclamó ErdoSü festejando.
–Este viaje ha sido benéfico para todos. Aunque he visto bailar a Bree tantas veces, en esta ocasión mientras aplaudía entre el público me sentí orgulloso de ser su novio, de verdad la amo y admiro.
–Amigo, estoy ofendido –reclamó ErdoSü fingiendo pesar–. Con seguridad sólo la veías a ella e ignorabas a los demás.
Los amigos rieron a carcajadas.
ErdoSü decidió ir paso a paso con Cloe, la amaba y estaba seguro que ella aún sentía lo mismo.
A solas, Cloe revivía aquella noche. No dejaba de pensar en ErdoSü y los tiempos en que se embobaba viéndolo regresaron. Lo conocía hacía poco más de dos años y ese amor que había enterrado como instinto de protección parecía resurgir.
El inicio del fin de su relación con Gonzalo fue evidente poco antes del regreso de ErdoSü, hacía cinco meses. Debía hacer algo al respecto. Recordó lo que su madre decía.
«Es necesario cerrar ciclos siempre que sea posible. Hacer las paces con el pasado evitará que invada el presente y se logre un nuevo comienzo. Cada círculo abierto puede mermar la energía inconscientemente.»
Decidió buscar a Gonzalo.
Al día siguiente llegó al hospital y se dirigió a la oficina. Lo vio en el pasillo hablando y riendo con un grupo de residentes. Al reconocerla, éste avanzó hacia ella y la saludó de mano como si se tratara de cualquier persona conocida.
–Hola Cloe, ¿Qué te trae por acá? ¿Has venido a atenderte por alguna dolencia? –El hombre volteó a ver la hora en su reloj.
– ¿Podemos hablar en tu oficina? –pidió Cloe. No se sentía bien, había amanecido con el cuerpo cortado y un poco de fiebre. Él la condujo sin hablar.
–Dime, ¿En qué puedo ayudarte? –Gonzalo actuaba como si estuviera atendiendo a una paciente.
–Entiendo que no me quieres en tu vida y lo he aceptado pero deseo quedar en buenos términos. Una relación no debería terminar de esa manera, somos adultos y debemos hablar de frente –dijo Cloe.
–Está de más que hayas venido, no tengo problema alguno contigo, todo sigue su curso normal.
–Quiero saber las razones por las que me sacaste de tu vida sólo para estar tranquila –inquirió Cloe.
–No tenemos futuro, si no es en este momento sería más adelante, no quiero hacerte perder más tiempo –Gonzalo hablaba con indiferencia, como si a él no le hubiera afectado la separación y las personas fueran algo que pudiera desecharse fácilmente.
– ¿Se trata de otra mujer? –preguntó Cloe. Tenía una sensación desagradable en el estómago y sentía que la fiebre estaba aumentando.
–Mujeres siempre habrá puesto que soy hombre. De igual manera a ti no te faltan pretendientes, como ese chico guapo que te sigue a todos lados. Pero en fin, quiero que estés tranquila, no te dejaré desprotegida pues no soy un patán. El departamento es tuyo legalmente así como el auto y una fuerte suma de dinero que agregué a la que viste.
Escuchar eso fue demasiado para Cloe y se levantó.
–Adiós Gonzalo, que tengas una vida feliz.
Se dirigió a la farmacia del hospital y pidió algo para la fiebre. Le dieron un analgésico que bebió rápidamente.
Aún estaba bajando las escaleras de la gran entrada del edificio cuando se sintió mal, el aire le faltaba y la piel le ardía, se le nubló la visión y buscó a tientas un lugar para apoyarse. Una enfermera corrió hacía ella y la sujetó antes de que perdiera el conocimiento. Fue ingresada de urgencia al hospital y su diagnóstico fue shock anafiláctico por reacción alérgica a medicamento. Los médicos actuaron rápidamente inyectando adrenalina para salvarle la vida.