Amy había iniciado los trámites de divorcio hacía poco más de un mes sin decir a nadie. Se sentía triste pues su hijo crecería como ella, sin uno de sus padres. Sabía que el inicio de su matrimonio no había sido convencional pero había puesto todo de su parte para que funcionara. Aceptaba que había cometido un error al tener grandes expectativas y sueños para la familia que tanto deseó.
Cuando Alfonso se acercó a ella tontamente pensó que era una recompensa que la vida le daba por aquello que le fue negado, crecer con mamá y papá en un ambiente amoroso. Se sumergió de lleno en ese gran regalo que suponía le había sido otorgado y sin darse cuenta construyó un matrimonio sola, sosteniéndolo de manera individual basada en ilusiones. En ese tiempo ignoraba que trataba de llenar sus carencias con esa familia.
Lo que menos deseaba Alfonso era esa comunión familiar; era egoísta y su esposa una mujer por la que no sentía el menor aprecio. Al principio fingía pero una vez que ella se embarazó incluso su presencia le molestaba, sus intentos y esfuerzos porque la quisiera lo tenían harto. Cuando él bebé nació se sintió feliz de ser padre, el niño era un amor pero consideraba que estaba bien al cuidado de su madre y le dedicaba poco tiempo. Solía sentirse atraído por otras mujeres y pensaba que estaba en su derecho de divertirse pues era joven y la vida solo una.
Los últimos tres meses no se había sentido del todo bien, tenía mareos y dolores de cabeza recurrentes pero rechazó el ofrecimiento de Amy de llevarlo a que lo revisara Gonzalo. Ya iría al doctor cuando tuviera tiempo.
ErdoSü se estacionó en un parque intentando calmar a Rahui.
–Lo mejor es contratar un buen abogado y hacer que Alfonso pague por sus delitos –sugirió.
–Sí, por supuesto lo haremos, pero primero lo golpearé. Si no me acompañas iré solo –aseguró Rahui.
–También estoy furioso pero debemos ser prudentes –externó ErdoSü.
Rahui se bajó del auto e hizo la parada a un taxi. ErdoSü lo convenció de que volviera a subir al auto y se fueron al club. Vieron salir a Alfonso en su lujoso vehículo y lo siguieron hasta llegar a una zona de la ciudad donde había una unidad habitacional bastante grande y se estacionaron junto a él.
Alfonso los vio acercarse y rió divertido.
–La zorrita primero envió a su familia y como no le funcionó ahora manda al tonto de su novio.
Rahui se le fue encima e intercambiaron varios golpes. Algunos curiosos se acercaron. ErdoSü no lo detuvo porque también estaba furioso.
–Asesinaste a mi hijo y vas a pagar por ello –gritó Rahui en un momento que se separaron jadeando.
–No sé de qué hablas, son un par de estúpidos –Alfonso señaló a ErdoSü burlón–. Tú te conformas con las sobras que dejó mi suegro.
ErdoSü, conteniendo su fuerza, lo agarró de los hombros inmovilizándolo.
–Pagarás por todo –advirtió. Luego lo aventó al piso y se llevó a Rahui al auto. Se marcharon furiosos mientras Alfonso reía a carcajadas en el suelo.
Después de unos minutos, Alfonso se levantó con la ayuda de un hombre que estaba entre los espectadores, caminó hacia la entrada del edificio donde una chica joven lo esperaba asustada y al llegar junto a ella se desplomó.
Gonzalo estaba en el hospital cuando le turnaron un caso de urgencia. Revisó el expediente y vio que se trataba de un paciente masculino que había sido ingresado por presión intracraneal y edema por probable tumor cerebral. Debía estabilizarlo primero y luego descubrir el origen de los síntomas para poder tratarlo. Al leer el nombre descubrió que era su yerno y se apresuró a salvarlo.
Alfonso quedó en coma a pesar de la pronta atención.
Sus familiares y Amy acudieron prontamente ante tan terrible noticia.
ErdoSü, Rahui y las chicas desconocían lo sucedido a Alfonso. Platicaban sobre lo que harían respecto a él con un abogado de confianza de ErdoSü.
–Chicos, la familia de Bree y ustedes cometieron un gran error al confrontarlo ante testigos.
–También hay testigos del ataque a Bree –comentó Cloe.
–Deseo dejar el asunto en paz, tengo miedo a Alfonso y sé que su familia es poderosa, además Amy es nuestra amiga –agregó Bree con seguridad.
Entre todos la convencieron de continuar procediendo legalmente y el abogado inició las diligencias.
La familia de Alfonso se enteró al mismo tiempo de la petición de divorcio y la demanda de Bree.
– ¿Desde cuándo estás planeando abandonar a mi hijo? –Preguntó la señora Ynurreta a Amy en el hospital–. Estoy segura que tu padre y tú planearon dejar a Alfonso en ese estado –acusó antes de que la última explicara sus razones para solicitar el divorcio–. Te advierto que hundiremos a Gonzalo. También las pagará tu amiga por atreverse a calumniar a mi hijo y demandarlo.
Amy no sabía de qué se trataba lo segundo, pero de lo que estaba segura era de que esa familia era capaz de destruir la vida de alguien con su dinero y poder.