ErdoSü no imaginó que quedaría atrapado para el resto de su vida en un amor de esa naturaleza, lo había visto y escuchado pero sólo cuando lo experimentó pudo constatarlo. También conoció el miedo, ese temor de que la dureza del mundo pudiera afectar a sus hijos. Asombrado se encontró prefiriendo que le pasara a él algo antes que a los niños. Estaba seguro que los protegería de todo y contra todo y jamás podría estar lejos de ellos.
A Cloe el amor por sus bebés se le salía del pecho, los tocaba, olía, alimentaba y observaba embelesada. Al igual que su esposo estaba dispuesta a dar la vida por ellos. Vivían algo mágico con el día a día de los niños, era el amor de ambos materializado en esas pequeñas vidas.
A veces sentían que no podían con el cansancio y desvelos, entonces Rosario aparecía y se convertía en un hada madrina.
–Descansen hijos, también salgan solos y con amigos. No dejen que las actividades diarias les impidan regar su amor ya que es la base de su familia.
Rosario tenía la cualidad de hacer que sus nietos se tranquilizaran y quedaran dormidos en sus brazos, era dueña de una infinita paciencia y además estaba loca por esos dos pequeños que eran la fiel imagen de su hijo.
Kerim no podía evitar una sonrisa de felicidad cada que tomaba en sus brazos a los bebés, los apodaba Erdo y Sü.
–Llámalos por su nombre querido esposo. –Rosario fingía regañarlo ocultando que a ella también le encantaría decirles esos diminutivos.
A los seis meses del nacimiento de Alí y Nebi nació el pequeño Nahué, quien era dos años menor que su hermana Suré.
Las dos parejas entraron en una etapa diferente desde la llegada de sus hijos pues aumentaron las obligaciones y preocupaciones pero también la felicidad. Los lazos siguieron fortaleciéndose. Se apoyaban en todo cuanto era posible y la vida seguía sonriéndoles.
La empresa había crecido y contaba ya con una plantilla de empleados de confianza.
Cloe y ErdoSü no lograron hacer el tan ansiado viaje a Turquía sino hasta que los gemelos cumplieron un año. Rosario y Kerim los acompañaron para ayudar con los bebés y visitar a la extensa familia turca.
ErdoSü se reencontró con primos y tíos que había conocido siendo pequeño y quedó impresionado con la cantidad de gente que tenía un vínculo de sangre con sus hijos y él. Visitaron Estambul, Bursa, Ankara, Izmir y Antalya principalmente; degustaron la típica comida turca que sabía bastante diferente de la de Rosario aún y cuando ella hacía su mejor esfuerzo. Kerim consideraba que los platillos que hacía su esposa eran turco mexicanizados y con ello la hacía enfadar.
Algunos meses después de regresar de Turquía, Kerim falleció de un infarto. Fue un golpe brutal para todos. Rosario quedó devastada y sólo el amor de su familia le dio la fuerza para seguir.
ErdoSü no concebía que un hombre como su padre nunca más fuera a estar en el mundo y reprochaba a la vida el que sus hijos hubieran sido privados del abuelo que tanto los había querido; Alí y Nebi no tendrían más ese amor incondicional. Ver a Kerim junto a sus nietos revivía en él su maravillosa infancia. Cloe no podía evitar las lágrimas cada noche cuando lo veía llorar con tanto dolor.
El vacío dejado por Kerim fue evidente también en la empresa que con tanto esfuerzo levantó. Rosario solía trabajar junto a su esposo pero se vio rebasada con toda la responsabilidad sobre sus hombros así que más adelante la traspasó luego de liberar a su hijo de la carga de tener qué sustituir a su padre para continuar su legado. Con mucho dolor, ambos soltaron algo que tenía vida propia marcada con el sello de Kerim. Para Rosario la felicidad de su único hijo era lo más importante; se apegó más a él, a su nuera y nietos quienes la cobijaban bajo su amor pues tenerla era un tesoro que deseaban seguir disfrutando por mucho tiempo.
Con el pasar de los años, en dos ocasiones ErdoSü y su familia debieron mudarse a otros países por proyectos importantes que así lo requerían. La primera vez estuvieron un año en Colombia y la segunda ocho meses en Brasil. Rosario los acompañaba pues no aguantaba estar lejos de sus nietos. Al retornar a Pachuca, Bree, Rahui y sus hijos los recibían con ansias porque las separaciones eran resentidas por ambas familias.
Los cuatro niños crecían como hermanos cobijados por el aprecio que sus padres se profesaban.
Bree, Cloe y ErdoSü seguían bailando y la escuela tenía prestigio en la ciudad.
Rahui había ganado algo de peso y lucía más apuesto.
Amy contrajo matrimonio con un piloto aviador a quien conoció en el supermercado y su relación era estable.
Gonzalo, quizá cansado de la soledad, vivía con Marlen y se dedicaban a viajar. No faltaba la llamada ocasional poniendo a Cloe al corriente de su vida y preguntando por sus novedades.
ErdoSü y Cloe seguían enamorados, la llama se mantenía viva y ambos lucían mejor con los años. Cloe experimentaba lo que su madre le había contado sobre la plenitud de un amor forjado día a día y agradecía a Dios por lo que le brindaba. Por las noches antes de dormir hacia una oración dando gracias y pidiendo porque esa felicidad durara para siempre.