La vida es un conjunto irónico de diversos momentos que definen tu estado de ánimo, y este te cataloga como persona. Misuk no estaba segura, pero sentía que desde hace dos semanas, de considerarse una persona triste, ahora podía llamarse "afortunada".
Claro, los problemas no desaparecían y jamás lo harían; sin embargo, de alguna forma, todo se había vuelto un poco más soportable.
–Y Yuqi en serio gritó – contó Misuk entre risas –. La profesora nos castigó a ambas y tuvimos que quedarnos hasta tarde. Por eso no pude ir a la cafetería.
Soojin sonrió y movió su cabeza en negación mientras acariciaba los cabellos de su menor.
–Tu amiga y tú son tal para cual: demasiado raras.
–Ay por favor, Soojin, tú tampoco eres muy normal que digamos – molestó la de cabellos cortos y ambas rieron –. ¿Cuándo estarás saliendo de aquí?
La chica en cuestión dio un corto suspiro mientras miraba las paredes blancas a su alrededor y recordaba la incómoda bata blanca que desde hace días la vestía. Ser muy enfermiza era algo molesto para Soojin, y seguro también para cualquier persona. Odiaba el hecho de que lo que comenzó como un simple resfriado ahora la tuviese durmiendo en una camilla en lugar de su cómoda cama por varios días.
–No estoy muy segura, pero ojalá y pronto – se limitó a responder eso con una forzada pequeña sonrisa.
–Ya volví – anunció Jimin cerrando la puerta tras de él. Le extendió un jugo a la menor y otro a su pareja –. De naranja para ti – besó la mejilla de Soojin y ella se sonrojó.
Misuk miraba todo con una sonrisa. Venía muchas veces a visitar a Soojin, pues la adoraba y era como una hermana mayor para ella. Casi todas esas veces Jimin también estaba. Es por ello que había notado que últimamente los gestos cariñosos entre ellos ya no los sentía como dagas directo al corazón, en cambio, le daba mucha ternura.
No todo era pétalos y sonrisas, lamentablemente. Le extrañaba cuando hablaban con Soojin en el comedor del hospital, y en eso sentía cómo debajo de la mesa unos dedos rozaban con los suyos y en menos de cinco segundos eran retirados. Cuando Misuk miraba a Jimin este seguía sin inmutarse, como si no lo hiciera a consciencia y fuera un acto totalmente involuntario. Trataba de no darle muchas vueltas, después de todo, tal vez solo estaba imaginando cosas.
–Me voy – recordó poniéndose en pie –. Te quiero mucho, Soojin. Te me cuidas – la abrazó – Nos vemos en la cafetería mañana, Jimin – se despidió.
No quería llegar tarde, había acordado jugar ajedrez con Wonyoung. La chica se había ganado su corazón de una manera inexplicable. Era como la hermana menor que siempre quiso tener, la cual protegería para que no se sintiese nunca sola.
De igual manera, Wonyoung era muy fuerte e independiente para su edad, así que no podía hacer mucho. Pero siempre era agradable pasar el rato en casa de los Kim.
–Jaque, gané otra vez – dijo Wonyoung con aires de grandeza y mirando socarrona a su mayor – Misuk, eres muy mala en esto.
–Oye... ya lo sé, no me repitas mis verdades – se quejó con falso resentimiento.
–Pero eres muy divertida, así que no te preocupes Misuk – halagó la menor –. ¿Una partida más?
–Tú disfrutas de verme perder, ¿verdad?
–No sabes cuánto – rió.
Misuk puso cara de indignación y escuchó esa agradable voz riendo. Sus ojos se encontraron con los de Taehyung y sintió el calor colorear sus mejillas al igual que llenar su estómago.
Amaba estar con los Kim. Se sentía totalmente en casa; inclusive pasaba mucho tiempo allí. Hasta veía películas o series con Jiheon cuando venía. Era como si de alguna manera fuera parte de esa cómoda familia.
Aunque eso ya era algo que Taehyung le había asegurado.
–Tienes suerte de que sea tu novio; tienes a la mejor cuñada del mundo y la mejor amiga de esta también te adora.
–Me gusta mucho tu familia – confesó –. Son muy cálidos.
Taehyung le dedicó una sonrisa y acomodó su flequillo. Misuk se sintió sonrojar por el tacto de esa suave mano.
–Nuestra familia. Ahora eres parte de ella.
Definitivamente las cosas estaban mejorando; no estaba segura de cuándo, pero sí sabía que Taehyung tenía mucho que ver.
–Quédate Misuk – pidió Wonyoung haciendo un puchero –. Sería una pijamada, vamos.
Misuk suspiró.
–¿En serio estás haciendo eso?
–Sí, y lo haré hasta que aceptes – aseguró con su puchero aún en labios.
La mayor rió. Le dio una mirada a Taehyung y este se encogió de hombros con una sonrisa, como dándole a entender que ella decidiera lo que quería.
–Bien, me quedaré.
Wonyoung aplaudió dando saltitos y tomó su mano.
–Acompáñame, te prestaré una pijama y acomodaremos mi habitación para que podamos dormir juntas.
–¿No estoy invitado? – preguntó Taehyung ahora él haciendo un puchero.
–Guárdatelo, solo chicas invitadas – le sacó la lengua y se llevó a Misuk con ella.
Los dos mayores se dedicaron una sonrisa antes de que la de cabellos cortos desapareciese en el marco de la puerta de Wonyoung.
Era de madrugada cuando la sed invadió a Misuk. Miró a su costado donde Wonyoung yacía dormida y sonrió con ternura. Se levantó con cuidado de no despertarla y se quejó entre dientes de tener que levantarse de debajo de las colchas con todo el frío que hacía.
Tomó un vaso y se sirvió agua de la jarra. Solía pedir bastante permiso para tomar cosas de la casa o ir al baño, pero ambos hermanos la habían regañado diciéndole que podía usar o tomar lo que quisiese, pues ahora era su casa también. Sintió nuevamente calidez de solo recordarlo.
A penas había llevado el vaso a sus labios cuando oyó pasos detrás de ella y se giró encontrándose con un Taehyung despeinado y con lentes. Él había ingresado rascándose la nuca y al verla sonrió.
–¿También te dio sed? – preguntó mientras se estiraba y con una mano frotaba su ojo izquierdo.
Tierno; pensó Misuk.