—Creo que hasta parece que yo tengo más miedo que tú —Yuqi se abrazó a sí misma, tratando de pegarse más a la esquina del asiento—. ¿Cómo puedes estar tan tranquila?
La de cabellos cortos no contestó. Podía no aparentarlo, pero ahora mismo podría echarse a llorar en medio del tren, sin importar que todas las personas la viesen.
—Jamás se me hizo el viaje a Busan tan largo —confesó su amiga acercándose finalmente más a ella—. Bueno, dejo de quejarme. Esto es lo mejor que puedes hacer.
Misuk le sonrió suavemente antes de devolver la mirada a la ventana. Deseaba sinceramente que el viaje tardase un poco más, pero sentía su destino cada vez más cerca.
Iba en camino a enfrentar a sus padres. Como le había dicho a Jimin, se dio cuenta que ya debía ponerle un fin a ello. Quería sentirse en la capacidad de ser totalmente feliz para poder corresponderle de una vez a Taehyung.
Le había pedido ayuda a su mejor amiga, que sin dudarlo, aceptó. Claro, dos minutos más tarde estaba muy nerviosa preguntándole cuál sería el plan. Y cuando dio con que Misuk no tenía ni siquiera un plan, tuvo que ingeniárselas para ayudar a la de cabellos cortos a hacer uno.
—Misuk —la llamó—. Niña, escúchame. Ya nos toca bajar.
La mencionada asintió. Con cada paso que daba, sentía unas inmensas náuseas.
Es por lo mejor. Pronto todo estará bien; se repetía a sí misma.
—Es aquí.
Luego de haber caminado por mucho tiempo, se hallaban a sí mismas frente a una bonita casa color celeste pastel; esta estaba más alejada del resto, rodeada por muy verdes pastos con flores perfectamente cuidadas.
Quién podría pensar que un infierno se desataba allí dentro.
—Oh, es una casa muy linda... —murmuró su amiga. Sus miradas se encontraron—. Es hora, ¿verdad? —Misuk asintió arrancándose la piel del labio inferior—. Bien, yo... yo estaré aquí —dijo sacando la cámara de detrás de su bolso—. Por favor, cuídate.
—Sí, pero prométeme, no intervendrás —miró seriamente a su amiga—. ¿Lo prometes?
Yuqi pasó saliva.
—Lo prometo.
Misuk sonrió con algo de alivio. No solo era porque sin duda necesitaba las pruebas; quería evitar a toda costa que personas externas salieran heridas por problemas totalmente de ella.
Sí, Yuqi la ayudaría. Pero lo principal recaía en ella y solo en ella.
Vio a su amiga esconderse detrás de unos árboles a metros del lugar. Cuando recibió la señal de Yuqi de que todo se veía bien desde allí, asintió. Con un fuerte respiro y sus uñas clavándose en las palmas de sus manos, tocó a la puerta.
Comenzó a contar cuántos segundos tardaban en abrir. Y cuando lo hicieron, sintió su pecho oprimirse. Cuando se fue, de manera muy cobarde, su mamá aún poseía aquella belleza jovial que ella había heredado, a excepción de los cabellos color caoba. Ahora mismo, aquella aura de vida era totalmente opaca, y un hematoma completamente morado envolvía uno de sus ojos. Su ropa consistía de una falda larga hasta los pies y una polera amplia, evidentemente para tapar la agresión.
—Sabía que eras tú, eres la única que nunca tocó el timbre —murmuró su madre—. Escucha, hiciste bien en irte. Ahora hazlo de nuevo, no sé qué haces aquí, pero no vuelvas.
—No mamá, yo...
—¡Vete, ya! —gritó con voz baja.
Misuk iba a refutarla, hasta que a sus oídos llegó aquella voz de sus pesadillas.
—¿Quién mierda es? —preguntó su progenitor. Una vez vio a Misuk allí, sonrió con sorna y el brillo de una aterradora diversión se instaló en su rostro—. Pero si es mi hija. Por poco no te reconozco, ¿qué le has hecho a tu lindo cabello? Ahora eres un asco, para nada como la muñequita perfecta como la que yo te estaba criando —empujó con su dedo la frente de la menor, y ella retrocedió—. ¿A qué vienes? ¿Es que estás arrepentida y quieres volver? Sabía que no lograrías nada, después de todo, eres una inútil como tu madre.
—¡Ya basta! —dijo Misuk, avanzando con pasos hacia el frente. Su padre retrocedió poco a poco, viéndola con el ceño fruncido—. Estoy harta de esto, te odio. Te odio como jamás creí odiar a alguien. ¿Qué mierda le has hecho a mi madre? —lo empujó—. ¿Qué hiciste conmigo? ¿Sabes el miedo que le tengo a los hombres por tu culpa? ¡Tú solo nos has arruinado la vida!
Su mano fue sostenida con fuerza por el mayor que inmediatamente presionó haciéndola acallar un quejido. Cambió las posiciones y la tiró contra la pared más cercana, dándole una cachetada. Misuk no pudo evitar quejarse de dolor mientras sentía su labio arder.
Por primera vez, él le había golpeado.
—Te quieres hacer la valiente, ¿ah? —se burló él—. No te lo recomiendo. Tu madre lo intentó para poder irse contigo, y mírala allí.
Los ojos de Misuk se dirigieron de inmediato a su madre. Y su corazón se partió aún más al ver las lágrimas caer por sus ojos.
—Solo haces que te odie aún más —murmuró entre dientes—. Prefiero morir antes que callar de nuevo frente a ti... ¡ya no vas a controlarme como se te dé la gana, no soy la misma Misuk que huyó de ti asustada! —apartó su mano arañándolo con sus fuerzas—. Ahora estoy aquí, para asegurarme de que te pudras.
Lo que se supo después, fue que Misuk se hallaba en el suelo siendo cacheteada una y otra vez por su padre. Su mirada estaba perdida, pero por más que las lágrimas caían, mordía sus labios para no soltar quejido alguno. Y por más que sus brazos se colorearan de diferentes hematomas, no dejó de forcejear.
—¡Ya déjala, por favor, déjala! —gritó la madre de Misuk, tratando de apartarlo, pero solo logró ser tirada golpeando su costado contra un mueble.
Yuqi sentía las lágrimas caer a cántaros de sus ojos, pero no podía hacer nada, debía quedarse quieta por más que le doliera.
—Misuk... —murmuró con dolor en su pecho, esperando que todo saliese bien. No quería perder a su amiga frente a sus ojos.
En ese momento en el que su padre tiró a su madre, aprovechó en estirarse para dar con aquel imenso jarrón que le había regalado su abuela materna muchos años atrás. Con todas sus fuerzas, lo chocó contra la nuca del señor haciendo que se quebrara en pedazos. El golpe y las heridas, dejaron al mayor inconsciente en el suelo.