Jamás se había sentido tan cómodo antes. Es decir, el aroma a jazmines y la suavidad de la tela de la enorme cama sobre la que estaba recostado... Jimin sentía que podría dormir para siempre.
Claro, solo que su cama no era así de perfecta y su habitación no tenía tan dulce aroma.
Asustado, Jimin se sentó en la cama con sus ojos inspeccionando la habitación. Era sin duda, grande, y podía medir solo ese cuarto toda la sala de su hogar. Se vio a sí mismo y llevaba la misma ropa de ayer; el mismo olor a alcohol. Se avergonzó pensando que estuviese donde estuviese, debía estar arruinando aquel bello aroma con el que él cargaba.
Pero tenía que salir de allí.
Abrió con cuidado la puerta aún sintiéndose algo mareado y nauseoso, creyendo que podría desmayarse ahí mismo de lo enorme que lucía el lugar. Un pasillo que podría ser infinito, con cientos de habitaciones alrededor. Estaba seguro que eso solo era una parte del recinto; no sabía cómo rayos iba a encontrar la salida.
—Joven, despertó.
Jimin dio un respingo en cuanto oyó esa voz detrás de él. Dio media vuelta encontrándose con el rostro de una jovencita de no más de quince años, que se inclinó frente a él para saludarlo.
—Y-yo... ¿qué sucede? —cuestionó confundido—. ¿Dónde estoy?
Le sorprendía que una persona menor que él le estuviese tratando con demasiada formalidad. Se supone que a su edad no se vea tan... madura.
—En casa de los Jeon, joven —le extendió unas prendas y Jimin las tomó confundido—. Dentro de la habitación en la que despertó hay un baño; allí hay toallas y todo lo necesario para que se dé una ducha. Cuando salga lo llevaré al comedor y allí mis señores le explicarán todo.
No pudo preguntar más porque se vio siendo empujado por la chica nuevamente a la habitación, y esta cerró la puerta una vez él ingresó. Jimin se quedó mirando la puerta comenzando a asustarse.
Bien, Jimin... solo has lo que te digan y todo va a estar bien; pensó.
Nunca más iba a tomar tanto. Acarició su sien sintiendo un dolor repentino.
Unos minutos más tarde salió totalmente arreglado. Se quiso morir en cuanto vio la marca de la ropa que le habían prestado, y temió haber caído en las redes de un mafioso.
Poco a poco comenzó a recordar ciertos sucesos. Aún así, lo que más podía captar era la charla con aquella desconocida. Sintió su rostro enrojecer por la vergüenza; le había contado a una completa extraña sus penas.
Giró la perilla de la habitación. Pegó un suave grito al ver a otra señorita; también vestida de negro y blanco, con un vaso de agua en una mano y una pastilla en el otro.
—Es para la resaca, vino muy borracho ayer —contó ella sin dejar de mirar al suelo—. Tome esto, baje y yo llevaré su ropa a lavar.
—Bien... no quiero sonar mal agradecido pero... no sé exactamente dónde estoy. ¿Los Jeon? No los conozco... —murmuró con miedo.
La chica alzó la vista y sus ojos brillaron.
—¡¿Cómo no va a saber quiénes son los Jeon?! ¡Son la familia más amable que he conocido! —exclamó ella casi botando el agua—. ¿Tzuyu no te explicó nada? Ay esa niña...
Jimin ladeó la cabeza. ¿Tzuyu? Debía estarse refiriendo a la otra señorita... Y ahora que lo notaba, ambas eran muy parecidas.
—¡Tzuyu! —llamó.
De entre los pasillos llegó corriendo la mencionada y los miró a ambos con la ceja alzada.
—¿Qué ocurre?
—No conoce a los Jeon, nos tiene miedo. ¿No le explicaste bien las cosas? —Tzuyu se encogió de hombros—. Ay, contigo no se puede —volteó a mirar al mayor—. Soy Minjoo, ella es mi hermana Tzuyu. Esta enorme mansión es de la familia Jeon, las personas más maravillosas que hemos conocido en nuestra vida —rió—. Ahora mismo nos quisimos poner esta ropa para darte una mejor impresión, pero viendo que no los conoces... pues ya no tiene sentido.
—Los Jeon nos acogieron a ambas aquí hace mucho —comentó Tzuyu—. No debes temerles. Aunque bueno, yo también me asustaría de despertar en un lugar desconocido. Ayer estabas seco, el señor Jeon te cargó como princesa —burló—. Tuviste suerte que la señorita te encontrase. Kai dijo que caíste literalmente a sus pies.
Jimin se sintió sonrojar. Recordó dar de cara con el suelo y ver unos cabellos rojizos antes de quedar inconsciente.
—¿La señorita? —preguntó curioso por la misma.
—No le gusta que la llamemos así, pero es divertido molestarla —rió Minjoo—. No es nuestra obligación, pero nos gusta ayudar en el hogar.
—Así nos sentimos agradecidas —completó Tzuyu—. Si quieres no tomes la pastilla, igual ya ve bajando. Todos te están esperando en la mesa.
—¿Ya no formalidades? —preguntó Jimin divertido.
—No, contigo no se ven necesarias —se encogió de hombros Tzuyu.
Nuevamente se vio siendo empujado por ambas hermanas escaleras abajo. Paró en seco cuando notó varios pares de ojos sobre él. Ubicados en la mesa, la familia más bonita que había visto lo recibió con una sonrisa.
Dónde he venido a parar...
—Buenos días, llegas justo para el desayuno —habló la señora de cabellos cortos—. Anda, toma asiento al costado de mi Rena.
Miró a donde la señora indicó, también tomando asiento y saludando con una reverencia.
—Ella fue quien te trajo aquí con ayuda de Kai —contó el señor Jeon.
Miró a la de cabellos marrones rojizos y ella le sonrió. Jimin se sintió sonrojar, era muy bonita.
Inmediatamente aquel sentimiento le trajo a la cabeza el recuerdo de Misuk y su mirada entristeció. Rena a su costado lo miró con atención, apoyando su cabeza contra sus manos.
—Te tenemos investigado, es por eso que estás aquí —dijo la chica de repente sacando a Jimin de su ensoñación—. Sabemos que no eres un peligro, también que eres un chico muy trabajador.
Había curiosidad en la mirada de Rena. El chico sin duda llamaba su atención, y quería conocerlo más. Personalmente sentía que su vida era aburrida, y aquel chico... algo le decía que debía ser su amiga y ayudarlo.