Pneuma

PRÓLOGO

 

Aleksander, 14 años.

—¡Lo haré joder! Lo haré, pero después de esto, se acabó —exclamé—, me darás mi periodo.

—Aleksander, moy syn, no puedes tener el periodo que quieres, llevas la corona sobre tu cabeza. —Había un poco de irritación en la mirada de mi padre, pero también culpa.

—Deja de hacer berrinche Aleksander, compórtate como un hombre, ya estás en edad. —Mi adorada y maternal madre se involucró en la conversación—. Hace tiempo que debiste haber ido a la Academia, pero tu padre es demasiado consentidor contigo.

—Svetlana, si quieres estar presente, cierra la boca. —Sus pacientes ojos azules se dirigieron a mi—. Aleksander, iras a la Academia, te formaras y te permitiré un periodo de dos años, no libre en su totalidad, tendrás que hacer algunos viajes y encargarte de algunas cosas, pero nada que lleve más de un par de días, es todo lo que aceptaré.

—Bien. Pero conservaré a Ivan como mi dos y Kirill será mi tercero.

—Que osadía, poner a ese huérfano como dos, solo sirve para…

—¡Madre!

Pero ella, no sabía guardarse sus opiniones malintencionadas y en absoluto solicitadas, sobre todo si estaban en contra de sus deseos.

—Por lo menos el hijo de Maxim debería ser dos, es de la familia después de…

—Svetlana. —Las mejillas de mi madre se tiñeron de ira, como lo hacían cada vez que mi padre había llegado al límite con sus tonterías, usaba ese tono de voz, de mando y dominación, así que ella solo agachó la cabeza y se quedó en silencio. El dirigió su mirada hacia mi—. Tenemos un trato, iras a la Academia a partir de mañana, sé que estaré orgulloso de ti, moy syn —proclamó mi padre.

Incliné mi cabeza en señal de respeto y salí de la habitación, dirigiéndome a la salida de la casa.

Conseguí menos de lo que quería, pero más de lo que esperaba y aun así… la cuerda perversa y condenada de mi destino, me estrangulaba.

En un par de minutos, ya estaba en la playa, me quité los zapatos y me dejé caer en la arena. El día estaba por comenzar, en el horizonte, el sol empezaba a salir.

Maldito destino, maldita y jodida corona. Jodidas perfectas vacaciones de mierda, me trajeron solo para soltarme la bomba. Todos sabían que mi hermana, incluso a su edad ya era mucho que mejor que mi padre, y ni que decir de mí, su hermano dos años menor.

—¡Maldita sea! —exclamé al mismo tiempo que arrojaba un puñado de arena.

Lo sentí antes de ver su sombra, él siempre estaba cerca de mí. Se dejó caer, sentándose a mi lado.

—Vas a estar bien. Lo haremos… todos, estaremos bien —dijo.

—Serás mi segundo, ya lo aceptaron, pero puedes salirte de esto Ivan, no tienes por qué seguirme, todavía estas a tiempo. —Sabía que se negaría, pero hasta el último minuto, siempre seguiría preguntando. No me gustaba esta vida, y no se la deseaba a nadie más.

—Te seguiré hasta mi último aliento —contestó.

—Eso fue algo dramático, moy brat.

Él se encogió de hombros. —Si, tal vez, pero no es menos cierto.

—Sabes que todo va a cambiar ¿verdad? Esa puñetera Academia, va a transformarnos en otras personas.

—Seremos los mismos, solo que diferentes, asesinos, soldados, líder —recargó sus brazos en sus rodillas—, naciste para esto Sasha, estarás bien, y hacia donde nos dirigimos, será mejor que aprendamos todo lo que podamos.

—¿No tienes miedo?

—Lo tengo, pero nos cuidaremos la espalda, los tres.

Me quedé un momento en silencio, la ira dentro de mí no se calmaba. —Katya es mucho mejor que yo, todos los sabemos, si sacaran la cabeza de sus culos verían que…

—Lo es Sasha, pero es mujer, y hasta que todo cambie, nunca la aceptaran.

—¡Ella logró abrir la ruta de San Petersburgo Ivan! Los ancianos llevaban años intentándolo, y ella, con sus 16 años lo hizo, es mucho más lista que cualquiera.

—Lo es, y demasiado letal para ser tan joven, y todos lo saben, los he escuchado decirlo, pero sigue siendo mujer y… —me miró de costado—, tu podrías cambiar las cosas Sasha, en un futuro, cuando estés en el poder, podrías cambiar las cosas. Hacerlo mejor.

Asentí, pero no me tranquilizaba. Odiaba esta vida, odiaba lo que tenía que ser, lo que querían que fuera.

—¡Maldición! —exclamé con frustración.

Entonces, alcé mi mirada y la ira que estaba dentro de mí, de manera extraordinaria se quedó quieta de inmediato, como si se hubiera apagado el interruptor que la encendía, cuando mis ojos se posaron en ella.

Una chica, con el cabello rizado y castaño, cuyos rizos parecían moverse como olas por el viento, estaba a unos metros de mí. Desde donde estaba, no podía verle el rostro, pero algo en ella, me tenía hipnotizado en sus movimientos.

La vi sacarse un suéter y quitarse unas Chuck negras. Caminó unos pasos en dirección del mar, y la escuché gritar: —¡Feliz maldito cumpleaños para mí!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.